Un defecto inmunológico provoca un incremento de la gravedad de la COVID-19
- Un estudio determina que el 20 % de los pacientes de más de 80 años con síntomas graves desarrollan autoanticuerpos
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Dos estudios internacionales han revelado que los defectos en el gen TLR7 en personas menores de 60 años y la presencia de autoanticuerpos que atacan al propio sistema inmunitario en los más mayores incrementan la gravedad de la COVID-19.
Los trabajos de investigación -en los que ha participado el Hospital Vall d'Hebron de Barcelona y que han sido liderados por la Universidad Rockefeller de Nueva York y el Hospital Necker-Enfants Malades de París- han sido publicados este jueves en la revista Science Immunology.
El primero de los estudios establece que los pacientes con mutaciones o deficiencias en el gen TLR7 tienen más posibilidades de contraer un diagnóstico de COVID-19 grave o crítico, especialmente en los hombres menores de 60 años.
¿Qué es el gen TLR7?
El TLR7 es un gen del sistema inmunitario que contribuye a producir interferones de tipo I (IFN-I), claves para dar una respuesta inmunitaria contra el SARS-CoV-2, por lo que si sufre un defecto aumenta las posibilidades de presentar un diagnóstico grave.
"Hemos visto que estos errores genéticos aparecen sobre todo en pacientes más jóvenes, de menos de 60 años", ha concretado Pere Soler-Palacín, jefe de la Unidad de Patología Infecciosa e Inmunodeficiencias de Pediatría del Hospital Vall d'Hebron. Además, el TLR7 es un gen que está en el cromosoma X y por ello tiene un papel en hombres y solo ocasionalmente en mujeres.
"Se da la circunstancia de que TLR7 se localiza en el cromosoma X, del que los hombres disponen de una sola copia. Dado que las mujeres presentan dos copias del gen, y que las variantes encontradas son muy poco frecuentes, si una mujer tiene una copia correcta y otra incorrecta podrá producir proteína que funcione adecuadamente y tendrá una mejor respuesta frente a la infección", ha explicado Jordi Perez-Tur, investigador del Instituto de Biomedicina de Valencia (IBV-CSIC).
El trabajo ha identificado en una población de 1.202 individuos varones la presencia de variantes genéticas raras que conducen a una deficiencia funcional de TLR7. Dichas variantes se encontraron en el 1,8 % de pacientes menores de 60 años con COVID-19 grave, pero no se hallaron en ninguna de las 331 personas estudiadas que eran asintomáticas o presentaban síntomas muy leves.
La edad aumenta la frecuencia de tener una respuesta inmune alterada
El segundo trabajo ha partido de la experiencia de que la edad es el principal factor de riesgo para padecer COVID-19 y de los datos que demuestran que el riesgo de hospitalización y muerte por neumonía se duplica cada cinco años.
El equipo de investigadores ha confirmado que este incremento en el riesgo se explica, al menos en parte, por la presencia de anticuerpos erróneos o autoanticuerpos contra IFN de tipo I, es decir, el desarrollo de una respuesta autoinmune contra los interferones de tipo I propios.
Los resultados muestran que, en global, un 13,6 % de los pacientes con COVID-19 tienen este tipo de autoanticuerpos, un porcentaje que aumenta hasta el 20 % en pacientes mayores de 80 años con esta condición, lo que provoca que el sistema inmunitario de estos enfermos más vulnerables tenga menos capacidad de defensa frente a la infección.
Estos estudios podrían abrir la puerta a los tratamientos personalizados
"Estos autoanticuerpos pueden explicar el incremento del riesgo para COVID-19 grave y demostramos que lo hacen especialmente en el caso de las personas mayores", ha indicado Roger Colobran, jefe del Grupo de Investigación en Inmunología Diagnóstica del Vall d'Hebron Instituto de Investigación (VHIR).
"Con la edad, el sistema inmunitario va envejeciendo: es lo que se conoce como inmunosenescencia. Esto hace que sea más probable que aparezcan fenómenos de autoinmunidad como este", ha puntualizado Soler-Palacín.
Según Colobran, estos autoanticuerpos son una causa y no una consecuencia de la infección.
Para este análisis, los investigadores estudiaron muestras de sangre de 3.595 pacientes hospitalizados por COVID-19 crítica, 623 pacientes graves, 1.639 pacientes con infección leve o asintomática y 34.159 individuos sanos para estudiar si tenían este tipo de autoanticuerpos.
Los resultados podrían permitir que se identifique a las personas con riesgo de sufrir una infección grave. Es por ello que los autores de los dos trabajos han insistido en la importancia de conocer los factores que influyen en la respuesta ante el SARS-CoV-2 y esperan que abra la puerta a tratamientos dirigidos en función del perfil de cada paciente.