Afganistán, el pistoletazo de salida para la hegemonía de China
- El principal objetivo de China para mantener buenas relaciones con los talibanes es la propia seguridad y la de la región
- La provincia fronteriza entre Afganistán y China es Xinjiang donde está la etnia uigur, de religión musulmana
- Sigue en directo la última hora de Afganistán
Hace unos años, hablé con un alto funcionario chino de Exteriores sobre cómo China quería estar presente en el mundo y, de hecho, como lo estaba ya en muchos países de África y de Sudamérica. En aquella conversación amable deduje que se podían ofender si les calificabas de "conquistadores". Nadie les caía muy bien de entrada si afirmaba que Pekín era la conquistadora de este siglo. Tampoco ahora, años después, tras una pandemia, y cuando ya no solo en China, sino en todo el mundo, hablamos de estos tiempos presentes propios de una nueva era o de un nuevo ciclo.
Pekín siempre ha asociado la palabra "conquista" con imposición, derramamiento de sangre para ocupar un territorio, y su política es totalmente opuesta. Primero, dicen, porque no quieren exportar valores, ni siquiera su propio sistema político, aunque hagan gala, y marquen músculo, de que a ellos les funciona, véase el ejemplo más reciente de cómo ensalzan que han controlado la Covid con la política de cero contagios.
Por eso, China siempre proclama que nunca intervendrá en cuestiones internas políticas de otros países. Una filosofía totalmente opuesta al intervencionismo y con la que siempre ha marcado su diferencia principal con Estados Unidos. Segundo, ellos mismos proclaman que el objetivo de estar presentes en otros países es el de aportar riqueza. No hace falta explicar mucho que esto es una forma de definir “inversión económica”. China no es una ONG precisamente, es más, por el contrario, son negociadores natos con la paciencia como virtud aliada, y una personalidad muy trabajada en los conceptos de rentabilidad y ganancias.
En su día ya contamos que el propio presidente Xi Jinping dijo en un encuentro con representantes estadounidenses que no entendía por qué se cuestionaba y daba tanto temor China, cuando “llevaba riqueza y, además, no daba ningún dolor de cabeza añadido”. Como China está lejos para España, y pocas veces se mira hacia los gigantes asiáticos excepto cuando ya ha llegado un virus o hay un interés económico específico, estos mensajes de años atrás nunca llegaron, y sorprenden ahora con la noticia de la caída de Afganistán en manos de los talibanes.
¿Qué hay detrás de la postura de China ante los talibanes?
"¿Cómo es posible que China les tienda la mano?" "¿Y de cómo van a tratar a las mujeres, ni hablamos no?". "Claro, como a China le dan igual los Derechos Humanos". Son mensajes que estos días me han enviado colegas, o que he podido leer en mi Twitter cuando he colgado algunas de las piezas que he hecho para los Telediarios, o he escrito un hilo intentado explicar qué hay detrás de esta postura de China. Una postura con la que podemos estar de acuerdo o no, pero que, sobre todo, a analistas y a los que vivimos aquí y seguimos la información, no nos ha sorprendido.
Antes de explicar qué intereses puede tener China para reconocer el Gobierno que formen los talibanes, me remito a las últimas declaraciones de representantes de Exteriores en las que, sin decirlo claramente, sí que apuntan que Pekín no ha dado una carta blanca a los talibanes. Es decir, China no ha cerrado los ojos en señal de plena confianza, sino que los tiene muy abiertos para ver qué movimientos hacen los talibanes en los próximos meses, aunque en parte de su discurso oficial hablen de oportunidades para la paz y el desarrollo.
“Durante mucho tiempo, debido a la intervención extranjera, y a todo tipo de sufrimientos, el pueblo afgano no pudo tomar el destino en sus propias manos y vemos que todo tipo de grupos terroristas utilizan la tierra para crecer y cometer muchos actos terroristas, no solo lastimando a su propio pueblo, sino perjudicando a sus vecinos, los países de la región”, ha dicho en las últimas horas Yue Xiaoyang, el enviado especial para asuntos afganos, del Ministerio de Exteriores. Y aquí está la clave del principal objetivo que tiene China en mantener buenas relaciones con los talibanes, la propia seguridad de la región, y sobre todo de China.
Quizá, fue la principal petición que el ministro chino Wang Yi le hizo al mulá Baradar en la pasada reunión que tuvieron los dos el pasado 28 de julio en la ciudad de Tianjin, a una hora de Pekín. Un encuentro que, por cierto, aunque China, curiosamente, la hizo pública, pasó sin pena ni gloria para muchos en Occidente.
Fronteras complicadas con riesgo de convertirse en un semillero de terroristas
China es realmente vecina de Afganistán. Comparten 76 kilómetros de frontera por el llamado Paso de Wakhan. A ambos lados hay sendos parques naturales. Esta pequeña frontera no entrañaría más problemas que las típicas disputas territoriales, si no fuese porque en el lado chino, la provincia fronteriza es Xinjiang donde está la etnia uigur que es de religión musulmana.
El tema de los uigures es uno de los principales escollos entre China y una parte de la Comunidad Internacional. Pekín ha tomado algunos atentados que perpetraron hace años insurgentes de esta etnia para justificar una política de mayor control de esta minoría. En las ciudades de Xinjiang se triplican las cámaras de vigilancia, que ya de por sí son muchas en cualquier ciudad china. Hay comisarías de policía cada cinco minutos y proliferan los centros de reeducación, que algunos países definen como campos de trabajo. Algunos organismos internacionales hablan incluso de esterilizaciones forzadas a mujeres, separación de padres e hijos, en fin, todo lo que sería como definen, un genocidio cultural y religioso que Pekín niega.
“Algunos organismos internacionales hablan de esterilizaciones forzadas a mujeres iugures, separación de padres e hijos en un genocidio cultural y religioso que Pekín niega“
Volviendo a las fronteras. China tiene también de vecinos a exrepúblicas soviéticas de que las Moscú dice ser aliado, y Pakistán, con lo que ello supone. China y Pakistán mantienen buenas relaciones, pero hace dos días hubo un atentado contra intereses chinos con dos fallecidos. No es el primero. A su vez, Pakistán comparte una extensa frontera con Afganistán. En las relaciones entre los dos países ha primado históricamente la desconfianza, pero también hay una parte de la comunidad internacional que acusa a Pakistán de haber formado y ayudado a los talibanes.
Así el puzle geográfico, a China le preocupa que el Afganistán de los talibanes se convierta en un semillero de terroristas y que haya una connivencia con los uigures, que están tan cerca y entre los dos países.
Minas de litio y cobre, tierras raras y opio
China, entonces, pide seguridad y paz, y ¿qué puede ofrecer a cambio? Pues desarrollo, inversión, hacer infraestructuras de comunicación dentro de su proyecto de la Nueva Ruta de la Seda. Reconstrucción en un país derruido por años de guerra y cuya única fuente de riqueza es el opio, aunque sea una tierra rica en recursos naturales. Pero, los recursos naturales si no se extraen, no existen, y aquí es donde también China ha visto una oportunidad, a la larga.
Me parece errónea la reflexión que he oído estos días en las que ya imaginamos a un chino con el taladro perforando la tierra, enfebrecido por el cobre, o el litio. Los chinos es verdad que no dan puntada sin hilo, y más en cuestiones de negociaciones comerciales, pero también son pacientes y sutiles o listos. Es verdad que China puede convertirse en el comprador principal de estos minerales, pero, al menos aparentemente, sería algo que llegase después si los talibanes cumplen su primera parte del trato, el de lograr una estabilidad en la zona. Al menos, ya digo, es lo que parece que se deduce de mensajes oficiales, aunque esta parte de los recursos, obviamente ni lo nombran.
Afganistán además tiene las famosas tierras raras, unos minerales cuyo proceso de extracción y tratamiento es muy contaminante, y que China explota en su propio país. Las tierras raras son la clave para la fabricación de semiconductores necesarios para toda tecnología, como el litio es de gran valor para el desarrollo futuro de las baterías eléctricas, por ejemplo. Es decir, que, en unos años, China podría haber desarrollado allí, toda la infraestructura de explotación minera y, a cambio, tener el acceso directo a parte de esos minerales. Veremos cómo se desarrolla en el futuro.
La propaganda interna o cómo hacer leña del árbol caído
Es un constante de todos estos días, y tampoco nos sorprende. En todos los medios oficiales, que aquí son casi todos, el mensaje es la caída de la hegemonía de Estados Unidos y su "fallida" política de intervención con la que han querido ser "los salvadores del mundo".
“Estados Unidos es una potencia en declive”, se lee y se escucha, o “no es un socio fiable” en referencia a los estrechos lazos que mantiene Washington con Taiwán, la isla que siempre teme ser anexionada por la fuerza porque Pekín la sigue considerando parte de su territorio. China, además, ve como una provocación los lazos de amistad de Estados Unidos y Taiwán, o que la isla sea compradora de su armamento.
Está claro que la salida de Washington de Afganistán ha servido a la propaganda china para avivar más el, ya muy arraigado, sentimiento nacionalista a ultranza, y recordar que China está llamada a ser la potencia hegemónica en el mundo en 2049 cuando, dicen, se cumpla el centenario de la fundación de la República Popular China.
“China está llamada a ser la potencia hegemónica en el mundo en 2049 cuando se cumpla el centenario de la República Popular China“
El presidente chino, Xi Jinping, utiliza el fracaso de Occidente en este caso, para remarcar su política de control interno en torno al Partido Comunista chino, y sus objetivos internacionales. Consciente, además, de que su imagen externa, incluso en Asia, está muy dañada por la pandemia con un virus que, todo parece indicar, surgió en China, y por su negativa total para investigar si el origen fue una fuga en un laboratorio, Afganistán es un nuevo y buen motivo para decir, al menos a su propia población, que están en el buen camino.
Son días, además, en los que Estados Unidos ha aprovechado el viaje de su vicepresidenta Kamala Harris a Singapur y Vietnam para visualizar su preocupación en la zona. El viaje estaba planeado antes de la retirada de Afganistán, pero el tema está presente, sobre todo porque son dos países asiáticos con un sistema político similar al de China, porque no son aliados como Japón y Corea del Sur, y, sobre todo, por las comparaciones que se han hecho de Afganistán con la retirada de Saigón del 30 de abril de 1975.
Realmente, Afganistán ha recordado de nuevo que, quizá, estemos ante un nuevo ciclo y que, en la próxima década, China puede marcar la senda con sus avances definitivos en el 5G, la tecnología, la inteligencia artificial. No tendrá valores morales que exportar, ni principios éticos como Occidente, pero estarán presentes seguro, y solo dependerá de la otra parte, cómo y hasta donde pueden estar.