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Del 11-S al 'califato' del Dáesh: veinte años de evolución yihadista

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Un soldado empuña un arma a la entrada de una casa marcada por la bandera del Estado Islámico
Un soldado empuña un arma a la entrada de una casa marcada por la bandera del Estado Islámico

Puede que ni el propio Osama bin Laden esperase un resultado tan devastador. Aquel 11 de septiembre de 2001 el mundo entero asistió entre el estupor y la incredulidad al mayor atentado terrorista de la historia. Ver derrumbarse las Torres Gemelas resultaba inaudito y muchos especulaban sobre quién sería el autor. Como no había precedentes, durante aquellas primeras horas en las calles de medio mundo circulaban toda clase de teorías sobre la autoría. ¿Había sido la OLP o algún grupo palestino? ¿Algún grupo de ultraderecha estadounidense? ¿Había sido Rusia o China? Diversas opciones, porque fuera de los círculos de inteligencia pocos conocían a Osama bin Laden o a su organización: Al Qaeda.

Aquellos atentados cambiaron muchas cosas. El yihadismo ya existía, pero su impacto en la escena internacional y en las relaciones entre países no ocupaba un espacio determinante. El 11-S lo dio la vuelta. El terrorismo se convirtió en la gran amenaza mundial de las siguientes dos décadas, modificando estrategias nacionales, alianzas internacionales, mentalidades sociales e, incluso, legislaciones. La seguridad ocupó un lugar prioritario. Y aunque existían grupos terroristas con un corte ideológico diferente -desde ETA hasta las FARC- fue el terrorismo islamista el que cambió las dinámicas. Se convirtió en la vanguardia de un nuevo actor para el mundo globalizado de la era post-guerra fría: el terrorismo internacional.

Del yihadismo local al yihadismo internacional

Por definición y principios ideológicos, los islamismos persiguen objetivos que traspasan las fronteras. Pero desde su irrupción a principios del siglo XX, eso ha sido poco más que una utopía a la que aspirar, incluso para los primeros grupos terroristas de inspiración salafista.

Organizaciones como Yihad Islámica en Egipto o La Vanguardia Combatiente en Siria ya recurrieron a las armas, pero su objetivo era nacional: derrocar a los gobernantes árabes a los que consideraban apóstatas. En 1982, Yihad Islámica asesinó al presidente egipcio, Anwar Al Sadat. En 1979, diversas secciones radicalizadas de los Hermanos Musulmanes sirios organizaron la primera gran revuelta islamista contra el régimen de Hafez Al Asad, que concluyó tres años después con la masacre de Hama.

En aquellos primeros movimientos yihadistas se encontraban personalidades que serían trascendentales años después. Como el egipcio Ayman Al Zawahiri y el sirio Setmarian Otmani "Abu Musab Al Surí". El primero se convirtió en la mano derecha de Bin Laden y su sucesor, tras haber pasado varios años en la cárcel por su vinculación con las organizaciones que mataron a Sadat. El segundo, un antiguo Hermano Musulmán sirio, ha sido el gran inspirador y teórico de las estrategias del DAESH. Estrategias que fue fraguando cuando huyó a Afganistán en los 80 tras el fracaso de la revuelta islamista en Siria en la que participó.

La ideología salafista empezaba a impregnar en muchos sectores del islamismo. "En los últimos 20 años, los Hermanos Musulmanes han ido fusionándose cada vez más con la ideología extrema salafista y han ido desarrollando un rechazo global a los valores liberales de occidente", comentaba en el islamólogo Gilles Kepel en una entrevista con RTVE. A esa nueva inercia, la invasión soviética de Afganistán proporcionó un nuevo sentido: la yihad internacional.

Los años de Al Qaeda

Fue el clérigo Abdullah Azzam quien puso la primera piedra en los años 80, haciendo un llamamiento a los salafistas de todos los países a luchar en una 'tierra musulmana' contra un 'invasor extrajero'. Junto a su principal discípulo, un joven millonario saudí, Osama bin Laden, creo una red que conectaba a todos aquellos dispuestos dar su vida por la causa. Nació Al Qaeda, formada por miembros de grupos yihadistas de varios países que acudieron a combatir, con la ayuda logística y económica de Pakistán y unos Estados Unidos obsesionados por derrotar a la URSS.

Con la retirada soviética, muchos regresaron a sus países tras el fin de la llamada "yihad afgana". Pero no se desmovilizaron del todo. Y tras el asesinato de Azzam, Bin Laden tomó las riendas de Al Qaeda. Y mientras el mundo se reorganizaba en una era post-guerra fría, desde Afganistán y bajo el cobijo de un régimen amigo, los talibanes, Bin Laden cambió la táctica del yihadismo global. El objetivo ya no serían los regímenes árabes, sino los occidentales y, sobre todo, el nuevo "gran Satán": Estados Unidos. Los ataques se dirigirían contra ellos. El 11 de septiembre fue el cenit de esta estrategia, pero hubo precedentes: los atentados contra las embajadas estadounidenses de Kenia y Tanzania, en 1998, o el del buque de guerra USS Cole en el 2000.

Al Qaeda se convirtió en una marca a la que muchos yihadistas se sumaron, y grupos que antes utilizaba nombres locales, ahora se sumaban a la organización. Era la yihad globalizada. Tras el 11 -S de Nueva York llegaron el 7-J de Londres, el 11- M de Madrid... Ataques terroristas contra Occidente dentro de Occidente.

Dáesh, un nuevo modelo

Si la guerra de Afganistán contra los soviéticos aportó al yihadismo un nuevo rumbo, la de Irak de 2003 y, posteriormente, la guerra de Siria cambiaron el paso. Tras 15 años con Al Qaeda como máximo exponente del yihadismo, a partir de 2014 una nueva organización pareció tomar el mando. Tres años antes, Washington había matado a Bin Laden y Al Qaeda parecía en retroceso.

En el caos del Irak post Sadam surgió el Dáesh, formada desde los antiguos combatientes de Al Qaeda. Se sumaron a antiguos altos militares de Sadam Hussein y tejieron alianzas con las tribus suníes del norte de Irak. Ante la sorpresa de muchos, la guerrilla de la nueva organización conquistó algunas de las principales ciudad de Irak, como Mosul o Faluya con sorprendente facilidad. En plena Guerra Siria, se hizo con el control de Raqqa, expulsando incluso a la rama siria de Al Qaeda. Su líder, Abu Bakr Al Bagdadi, hizo algo que ni Bin Laden se había atrevido a hacer: proclamar un Califato y autodenominarse Califa. "Aquello resultaba increíble, un Califato entre Siria e Irak", recordaba a RTVE.es Kepel.

Dáesh habría una nueva a etapa, la del yihadismo territorial. Al menos durante unos años, construyó un estado yihadista. Con una sofisticada propaganda, consiguió convencer a algunos musulmanes jóvenes en Occidente y de Oriente de lo atractivo de su causa. Desplazó a Al Qaeda como gran amenaza terrorista, haciendo gala de un gran brutalidad y de una muy delirante interpretación del islam. Algunos jóvenes salafistas de nueva generación consideraron superada la etapa de Al Qaeda y vieron en Dáesh a la nueva vanguardia.

Como ocurriera a principios de siglo con Bin Laden, muchos grupos locales se sumaron a la marca y juraron lealtad al nuevo 'califa'. Los ataques contra Occidente se revitalizaron. Llegaron las matanzas de Charlie Hebdó o la sala Bataclan de París o el aeropuerto de Bruselas bajo la bandera negra de Dáesh. La organización recurrió a la estrategia de Abu Musab Al Surí: llevar la yihad a territorio occidental utilizando a aquellos jóvenes musulmanes de tercera generación que había conseguido reclutar. En muchas ocasiones, ni siquiera era necesaria una red de células durmientes entrenadas y muchos atentados recurrían a lobos solitarios ideologizados online.

¿Una nueva etapa?

Mucho ha cambiado el yihadismo en los 20 años que han pasado desde el 11-S. Estados Unidos mató a Bin Laden y Al Qaeda no es lo que era entonces. Una coalición internacional acabó con el califato terrorista del Dáesh, que perdió todo el territorio que administraba y, con él, buena parte de sus recursos económicos y de sus instrumentos narrativos.

Pero ambos grupos sigue existiendo. Y si algo parecen demostrar estas décadas de historia yihadista es la capacidad de estos movimientos para mutar, para adaptarse. "Tenemos una nueva cara de la Yihad, en la que denomino a la yihad como una atmósfera. En ella, hay redes con gente que viene del islam político, que identifican objetivos; y luego, los yihadistas, que han sido mentalizados o adoctrinados en la yihad, deciden por sí mismos matarlos", decía Kepel.

Veinte años después, las miradas vuelven al mismo punto: Afganistán. Allí fue donde Azzam hizo el primer llamamiento a la yihad global. Desde allí Bin Laden organizó los atentados del 11-S. Y ahora, tras dos décadas de guerra, los talibanes han regresado al poder. Numerosos grupos islamistas y yihadistas, desde Hamas hasta Al Qaeda, lo han celebrado como un "triunfo del islam". Para muchos analistas, el país puede ser de nuevo un refugio desde el que los grupos yihadistas se reorganicen. Un escenario que parece perfecto para fraguar la nueva etapa.

El 11-S, en RTVE Play

En RTVE Play encontrarás la colección especial '11-S: el atentado que cambió el mundo', una recopilación de los mejores documentales sobre el suceso que incluye cuatro estrenos en la plataforma: 11-S: El día que cambió el mundo, una narración exhaustiva de los acontecimientos que tuvieron lugar ese día; la serie documental de cuatro episodios Afganistán. La tierra herida, un análisis de seis décadas de historia afgana a través de los ojos de quienes estuvieron allí; La CIA contra Bin Laden, otra serie documental de dos episodios en los que la agencia de inteligencia estadounidense revela los secretos mejor guardados sobre la caza y captura de Bin Laden; y El negocio del terrorismo, un documental que expone los vínculos entre la inteligencia occidental y el ISI de Pakistán en la guerra contra el terrorismo islamista.

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