El centroizquierda recupera el poder en Noruega con un amplio triunfo
- La subida del Partido Centrista y del Partido de Izquierda permitirá al Laborista sumar una mayoría cómoda de 88 diputados
- El Partido Conservador perdió más de cuatro puntos y nueve escaños para quedarse en 36
El bloque opositor de centroizquierda ha logrado un triunfo rotundo en las elecciones legislativas de Noruega de este lunes que permite recuperar el poder al Partido Laborista ocho años después y gobernar con su fórmula preferida.
Escrutado el 88 %, la oposición obtuvo más del 55 % de los votos frente apenas el 40 % del bloque de derecha de la primera ministra conservadora, Erna Solberg, que gobernaba desde 2013, confirmando lo que anunciaban los sondeos desde hacía meses.
El Partido Laborista de Jonas Gahr Støre ha mantenido su condición de fuerza más votada, que ostenta desde 1924, pero con el 26,2 % y 48 escaños, algo menos de un punto porcentual con respecto a los anteriores comicios de 2017 y un escaño menos, el peor resultado en ocho décadas.
La subida del Partido Centrista, el que más creció en las elecciones, y del Partido de Izquierda Socialista permitirá al Laborista, no obstante, sumar una mayoría cómoda de 88 diputados, tres más de los necesarios, con estas formaciones y no depender así de Rojo, una amalgama de fuerzas comunistas y socialistas, y Los Verdes.
El triunfo laborista supone también que toda Escandinavia estará gobernada por fuerzas de corte socialdemócrata, una situación habitual en la segunda mitad del siglo XX, pero que dejó de serlo en las dos últimas décadas.
La derecha retrocede más de ocho puntos
Las cuatro fuerzas que conformaron el gobierno de Solberg la pasada legislatura perdieron apoyos, lo que se tradujo en un retroceso conjunto de más de ocho puntos porcentuales.
El Partido Conservador perdió más de cuatro puntos y nueve escaños para quedarse en el 20,4 % y 36 escaños, pero se mantuvo como el segundo con más respaldo electoral.
El Partido del Progreso, en el gobierno desde 2013 hasta 2020, perdió su condición de tercera fuerza política, cayendo al 11,7 % (4,5 puntos menos) y cediendo seis diputados hasta 21.
El Partido Liberal obtuvo un resultado casi idéntico, con el 4,4 % y 8 diputados, mientras el Democristiano no superaría la barrera mínima del 4 % y perdería cinco escaños, aunque mantendría tres por su buen resultado en algunos distritos.
El Partido Centrista, la fuerza que más sube
Por segundas elecciones seguidas, el Partido Centrista creció en votos y fue la fuerza que más subió, casi cuatro puntos, hasta el 13,6 %, y ganó nueve escaños para sumar 28.
Más modesta fue la subida de la Izquierda Socialista (SV), que ganó un punto y medio y dos escaños para quedarse en el 7,5 % y 13.
Rojo duplicó porcentaje de votos (4,8 %) y pasó de uno a nueve escaños, pero la mayoría cómoda que suman laboristas, centristas y el SV apunta a una influencia menor de la esperada.
Los Verdes se quedaron al borde del 4 %, aunque lograrían al menos tres diputados por el resultado en los distritos.
Su excepcional resultado en el distrito de Alta (norte) permitiría lograr un escaño al partido Foco en los Pacientes, una formación cuyo único interés es impulsar la construcción de un nuevo centro de urgencias hospitalarias en esa zona.
Una campaña centrada en medios climáticos
Los sondeos apuntaban desde hace meses a un cambio de gobierno, con una ventaja sólida de la oposición, y la única cuestión a dirimir parecía ser si Gahr Støre podría lograr la mayoría absoluta con sus aliados o debería recurrir a Rojo y Los Verdes, una fórmula no deseada por él mismo ni, sobre todo, por el Partido Centrista.
Los Verdes, por ejemplo, habían asegurado en campaña que no respaldarían a ningún gobierno que no apoyase frenar la actividad petrolera, un tema sensible en un país que es el mayor exportador de gas y crudo de Europa occidental.
Las cuestiones climáticas han ocupado un lugar preferente en la campaña electoral, junto a temas más clásicos de política de bienestar como la sanidad o los impuestos, pero el modesto avance obtenido por las fuerzas de más corte ecologista puede suponer que el Gobierno siga una política menos ambiciosa en ese campo.