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Paul Auster saca de la sombra a Stephen Crane: "Tiene que considerarse como un escritor de la talla de Melville o Poe"

  • El autor de "Leviatán" y "4 3 2 1" regresa con la biografía de una de las grandes glorias de la literatura del Siglo XIX
  • "La llama inmortal de Stephen Crane" nace de su fascinación por la vida y obra de un "genio" fallecido a los 28 años

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Paul Auster regresa con una monumental biografía sobre el escritor y periodista Stephen Crane

A Paul Auster nunca se le había pasado por la cabeza escribir sobre Stephen Crane hasta que, uno o dos meses después de terminar 4 3 2 1, cayó en sus manos The Monster, la última novela de ese otro autor estadounidense. En las páginas del libro no solo encontró nuevas razones para considerar a su compatriota un escritor “extraordinario” y “profundamente infravalorado”, sino que también halló la motivación necesaria para tratar de brindarle justicia literaria.

"Murió tan joven que nunca pudo establecer su presencia en Estados Unidos. Se marchó antes de que la gente supiera que existía y tampoco despertó muchas críticas ni se metió en los debates estéticos de la época. Le consumía su trabajo. Luego ya fue tarde, falleció, y quedó bastante olvidado. No es invisible a día de hoy, pero lo envuelven una especie de sombras, y yo quiero sacarlo de las sombras (...) Tiene que considerarse como un escritor de la talla de Melville o de Poe...", explica Auster en una rueda de prensa virtual ofrecida a los medios de comunicación.

No es invisible a día de hoy, pero lo envuelven una especie de sombras, y yo quiero sacarlo de ellas

El plan inicial para revivir la figura de Crane era dedicarle un libro corto que no superase las 200 páginas, pero las cosas “se torcieron” —bien es sabido que los caminos de la escritura nunca pueden acotarse— hasta el punto de que Auster acabó construyéndole a Crane un monumento en papel compuesto por más de mil páginas, al que ha dedicado más de dos años de trabajo.

Bautizado como La llama inmortal de Stephen Crane y publicado bajo el sello de Seix Barral, el libro es, más que una biografía, un homenaje escrito; la exaltación de la vida y obra de una de las mayores glorias de la literatura y del periodismo estadounidenses del siglo XIX. Como telón de fondo del relato, aquellos agitados años en los que Estados Unidos pasó de ser el país de Billy el Niño a convertirse en la América de Rockefeller.

Dos proyectos en uno: relatar la vida y analizar la obra

Auster se marcó el objetivo de profundizar tanto en la persona como en el escritor como si fueran "dos proyectos separados". En cuanto al análisis de la obra, puntualiza que no le gusta nada la crítica literaria y que la considera "lo más aburrido del mundo mundial", así que lo que pretendía era explicar a los lectores que no conozcan a Crane "qué se siente leyéndolo".

"Es el enfoque del autor sobre la obra de Crane. Relatar su vida fue lo que más problemas me dio", admite Auster, quien explica que la primera biografía sobre este autor se escribió 23 años después de su fallecimiento y no era del todo veraz. Pasaron "muchísimas décadas", dice, hasta que los estudiosos "limpiaron" las historias falsas que circularon sobre su vida, y por eso él ha recurrido al trabajo más reciente de dos académicos (Paul Sorrentino y Stanley Wertheim) para documentarse.

"No será perfecto al 100%, pero es lo más preciso que se puede ser. A pesar de ello, en la vida de Crane hay brechas que nadie podrá salvar", reconoce Auster, cuyo nuevo libro llega cuatro años después de su última novela.

Portada del libro

Portada del libro. Editorial Seix Barral

Tras el fallecimiento de Crane (1871-1900), la figura del escritor había conseguido perdurar gracias exclusivamente al gran éxito de su novela bélica, La roja insignia del valor, pero, por razones que todavía asombran a Auster, el grueso de su producción literaria es poco o nada conocido.

La obra de Crane ha ido apareciendo y desapareciendo de los planes de estudio y, en general, de los intereses lectores de los estadounidenses, algo que también lamenta Auster al final del libro: “Lo olvidaron. Volvieron a recordarlo. De nuevo lo olvidaron. Otra vez lo recordaron, y ahora, mientras escribo las últimas palabras de este libro, en los primeros días de 2020, sus obras se han vuelto a olvidar”.

Durante la conversación con los medios, el escritor lanza algunas críticas al poco interés que, a su juicio, despierta la lectura en Estados Unidos y asegura sentirse fascinado por la afluencia de periodistas —más de 40— que han asistido telemáticamente a la cita de este jueves:

"¿Tanto interés por un libro? Esto en EE.UU. no pasaría. Nuestro país ha perdido el interés público por la lectura. La gente lee, sí, pero a la prensa no le interesa lo más mínimo la publicación de un libro, no creo que nadie en EE.UU. pudiera inspirar una reunión como la de hoy con tantos periodistas. Me siento abrumado. Me llena de esperanza", ha dicho el escritor, traductor y cineasta.

"No se parece a mí en nada, es uno entre un millón"

También polifacética fue la actividad de Crane, quien malvivió durante el último tercio del siglo XIX gracias al cultivo de la novela, la novela corta, el relato, la poesía, el reportaje, el artículo, la crónica y el esbozo. Trabajó, además, como corresponsal de guerra y defendió los derechos de los más desfavorecidos en una época de conflictos laborales y sociales.

Preguntado por las diferencias o las coincidencias entre la manera de abordar la escritura que tiene Crane respecto a la suya, Auster asegura: "No se parece a mí en nada, es uno entre un millón, un genio".

"Fue capaz de hacer cosas que nunca he sido capaz de hacer. Mi escritura, en el caso de la ficción, se basa en la narrativa; yo cuento historias, no hay mucho diálogo, no hay mucha descripción en mis textos (...) Él era un fenomenólogo extraordinario, veía las cosas que cualquier otro escritor no veía, tenía una percepción visual de las cosas que a muchos se nos escapa", subraya Auster, que, después de poner una de las descripciones de Crane como ejemplo, sostiene que "en mil años que viviera no sería capaz de escribir esa frase".

Paul Auster.

 Edu Bayer

La biografía de Crane, un enamorado del salvaje Oeste y de los bajos fondos, se lee, en palabras de la editorial, como un "western literario" que Auster estructura partir de las diferentes etapas vitales del escritor, las que resultan tan singulares e intensas como su propia obra.

El relato que Auster hace de la niñez del escritor es particularmente emotivo y luminoso: entre las adversidades que desgrana siempre relucen las aficiones y pasiones de un chico criado en el seno de una familia metodista al que todos llamaban 'Stevie' y que dio muy tempranas muestras de poseer un don especial para la escritura.

Yo soy mayor, pero no he terminado y me siento lleno de energía

La biografía rescata un primer poema escrito por Crane a los ocho años, en cuyos versos volcó su deseo de tener un perro, y alude en varias ocasiones a la calidad de los escritos más tempranos del autor. Auster incluso compara la rápida evolución del joven con la de Mary Shelley y Georg Büchner, y menciona que su libro también nace de la admiración de un escritor veterano hacia un autor joven.

"Yo soy mayor, pero no he terminado y me siento lleno de energía. Escribir siempre me ha supuesto la misma lucha, la misma dificultad de tener que escarbar. Nunca me he cansado de esta aventura de la escritura. Si yo sé ahora más que sabía Crane en su momento, no está claro, él sabía mucho y yo hay muchas cosas que no sé", afirma Auster, quien posee numerosos galardones, entre los que destacan el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

Influyó en la obra de Hemingway y Conrad, entre otros

El autor de Trilogía de Nueva York se siente absolutamente fascinado por el ritmo de trabajo del Crane, por los riesgos que era capaz de asumir, a pesar de que su vida estuvo siempre marcada por la escasez económica, y por su absoluta entrega a la vocación de escritor que sentía. En ocho años y medio fue capaz de escribir una obra maestra, dos novelas cortas, cerca de tres docenas de relatos, dos recopilaciones de poemas y más de doscientos artículos periodísticos.

Numerosos artistas, asegura, recibieron, además, la influencia de Crane: "Hemingway el que más y, de hecho, Hemingway no sería Hemingway sin que hubiera existido Crane”, recalca Auster, que considera al protagonista de su libro como "el primer modernista norteamericano" y que repara en la profunda amistad que mantuvo este escritor con Henry James y, sobre todo, con Joseph Conrad, al que también marcó.

La perseverancia de Crane se vio recompensada al tiempo. A los 25 años era el escritor joven más famoso de Estados Unidos gracias a la publicación de La roja insignia de valor, una historia sobre la guerra civil estadounidense muy avanzada en lo formal para su tiempo y que adelanta la conciencia de autores como Joyce, Proust, Faulkner o Woolf.

Le encantaría que la vida de Crane llegara al cine

Esa obra llegó al cine bajo la dirección de John Huston en 1951, pero, por el momento, no existe ninguna película sobre la propia vida de Crane, algo que le encantaría que ocurriera a Auster. "Sería fantástico, iré a verla si la hacen, quién sabe. A mí por ahora no me han llamado a la puerta para hablar de un proyecto así", dice con una sonrisa.

De lo que no hay duda, tras leer La llama inmortal de Stephen Crane, es de que los cineastas y los guionistas encontrarían un material colosal en la nueva cosecha de Auster.

Crane vivió siempre de aventura en aventura con el convencimiento de que moriría joven, como finalmente ocurrió y como ya parecía presagiar un curioso dato biográfico: el pequeño 'Stevie' vino a nacer justo en el Día de los Difuntos.

Siendo un veinteañero, dedicó los pocos años de vida que le restaban a recorrer mundo y a escribir de manera compulsiva. Tras cubrir la guerra de Cuba, ya con la salud muy frágil, se estableció en la Selva Negra con la idea de aliviar su tuberculosis, pero no pudo superar la enfermedad y falleció en 1900, cuando tenía solo 28 años.

Poco antes de ese final, Crane le dijo a su mujer, Cora: "Me voy de aquí apaciblemente, buscando hacer el bien, firme, resuelto, invulnerable".

Faltó en la enumeración un cuarto adjetivo, el de "inmortal". Quizá era demasiado difícil (incluso para él) anticipar una cualidad que cobra mayor valor cuando son otros quienes la acreditan, pasado un tiempo. Si el que atestigua esa inmortalidad es Paul Auster y lo hace 121 años después del fallecimiento, la eternidad podría estar doblemente garantizada.