Fernando León de Aranoa: "Es difícil contestar al sistema porque la protesta está articulada como parte del mismo"
- El buen patrón, sátira del mundo empresarial con Javier Bardem, triunfa en San Sebastián
- Colección de películas premiadas en San Sebastián, disponibles en RTVE Play
El humor está tan ligado a Fernando León de Aranoa (Madrid ,1968) como su vocación de señalar fallas de la sociedad. Por eso, El buen patrón es la quintaesencia de su cine: ambos aspectos confluyen en una gozosa sátira sobre la deriva mezquina de las relaciones laborales que ha dejado carcajadas de buen cine en el Festival de San Sebastián. Aunque la comedia no es el menú habitual de las competiciones, la cinta, que cuenta con la participación de RTVE, opta a la Concha de Oro (que sería su segunda tras la de Los lunes al sol en 2002).
Javier Bardem, en una exhibición interpretativa, es Julio Blanco, dueño de una empresa familiar que fabrica balanzas y que ansía un reconocimiento institucional. Durante una semana las cosas empiezan a torcerse cuando un empleado despedido acampa frente a su empresa, una becaria pija comienza a manejarle, otro empleado entra en barrena por una crisis personal y el hijo del más servil de sus subordinados es detenido. León de Aranoa clava el tono: pese al maltrato de los personajes de la sátira, no puede desprenderse de su visión humanista.
P.: Prefiero pensar que alguien que ha conocido el éxito en el cine tan joven y ha trabajado con independencia no ha conocido demasiado las miserias del mundo laboral.
R: No sé qué decirte (risas). Muchas cosas que cuenta la película nos pasan cerca a todos, pero tienes razón: no las he vivido ni mucho menos con la intensidad que describe la película. Soy un privilegiado, empecé muy pronto escribiendo y he sido autónomo toda mi vida. No he tenido un patrón permanente, lo cual es mejor porque las relaciones terminan por viciarse en todos los ámbitos de la vida. Mientras escribía la película prestaba más atención en cenas con amigos -que no se dedican a mi medio- cuando se contaban historias de relaciones con personal, presiones de superiores. He tenido suerte. Sí llegué a trabajar en una empresa en mis primeros años laborales y de algo me ha servido. Era joven, no tenía responsabilidad, estaba de paso y me permitía ver todo con distancia, pero tenía muy mala pinta: el estrés, la presiones que se extralimitaban a lo personal. Si lo he visto con 19 años no quiero pensar lo que será durante una vida laboral de 20 años.
P.: Cuando se retrata el mundo empresarial en el cine se tiende a las empresas punteras. En El buen patrón es una empresa familiar, provincial, con un aire atemporal.
R.: El hecho de que fuera familiar reforzaba esa actitud de Blanco de tratar a los empleados como sus hijos, para bien y para mal. En esa relación del patrón, más personal, los vínculos son más fuertes. Hay empleados que han trabajado para su padre. Seguramente Blanco empezó con 12 años y trabajó de aprendiz. Es un dueño que está arriba, en el despacho, pero me lo imagino bajando a veces a decir que una caja está mal colocada porque lo sabe todo. En lo estético, una ciudad pequeña, de provincias, me parece que crea un vínculo indestructible con los trabajadores.
P.: Las relaciones laborales sacan lo peor de nosotros mismo, pero la película también muestra que en la pareja podemos ser mezquinos.
R.: Aunque la película se centra mucho en la fábrica es verdad que el ámbito familiar pesa mucho, como el hecho de que su mujer tenga un negocio en la calle Mayor, que entremezcla la vida laboral y profesional. Y es verdad: me interesaba componer este personaje que ha logrado un cierto equilibrio en su vida donde todo funciona. Todo está bajo su control, aunque sea a base de hacer trampas y los pesos estén trucados a base de compensaciones. Seguramente su mujer sabe mucho, pero le quiere porque es afable, simpático, social, y el pacto que alcanza con ella misma, pues le sirve. La película cuenta el momento en que las cosas se le empiezan a salir de su control. Un empleado despedido acampa frente a la fábrica y él intenta restablecer el equilibrio que está perdiendo de cualquier manera.
P.: David Chase, creador de Los soprano, decía que un personaje puede ser un psicópata, pero si es bueno en su trabajo, el público le va a querer. ¿Sobrevaloramos la profesionalidad?
R.: Quizá todo está construido para que sea así, no porque sea el plan oculto de alguien, sino porque, por dinámica, está muy valorado el triunfo social y profesional, que van unidos. Aunque sea a cualquier precio. Es el modelo que se le pone a los niños y eso asusta un poco porque se olvidan otros valores. Y sobre todo se olvida la posibilidad de que no sea así, que no alcances el triunfo y eso te convierta en un paria. Pero siento claramente lo que dices: cómo Blanco maneja las situaciones complicadas, como prevé, se prepara una salida... Todo despierta una forma de simpatía porque hay algo admirable en su habilidad, aunque no la manera en la que la utiliza.
“El triunfo social es el modelo que le ponemos a los niños y eso asusta porque se olvidan otros valores“
P.: El personaje es un heredero que piensa que se ha hecho a sí mismo. Tendemos a pensar que el 'éxito' es merecido y el reverso es que el ‘fracaso’ conlleva una culpabilidad.
R.: Absolutamente. Si todos saliéramos desde la misma línea de salida y fuera una carrera se podría considerar merecedor, pero algunos salen 40 metros más adelante y otros 200 metros más atrás. Tiene que ver estudios, ambiente. Cunado esas personas alcanza éxito hay una mítica alrededor, pero no es así. En ese sentido la sociedad es injusta.
P.: El humor es uno de los rasgos que más definen tu carrera, pero esta es tu comedia más pura. ¿Qué consideras es más efectivo para exponer problemas de la sociedad? ¿El realismo o la sátira?
R.: No los sé. Cada historia pide algo. En Los lunes al sol o Barrio había mucho humor, aunque de otra manera. Hay películas con vocación realista, sin humor, y que te cuentan una tragedia. Algunas son magníficas, pero no me parece la mejor manera porque, a cambio, es un cine que solo habla a la gente ya convencida. En términos de eficacia, quizá no es lo mejor. El humor tiene las dos cosas. Puede ser catártico y es uno de los nombres de la inteligencia: la gente es capaz de manejar problemas graves con humor tiene mi admiración. Y con humor a veces puede decir cosas que no puedes decir en serio. Me parece muy útil y bonito. Hay algo catártico en contar tragedias de manera que puedas reír. Es una especia de justicia poética. Es sano: vamos a reírnos de este horror.
“"Con humor se pueden decir cosa que no puedes decir en serio: es catártico, útil y bonito"“
P.: Sin desvelar el final, parece una llamada a la acción en la que un personaje está a punto de tomar conciencia de clase.
R.: Sí, quería dejar el plano en el que todo o nada va a suceder. Que el espectador tome la decisión.
P.: ¿Estamos más cerca o más lejos de una revolución?
R.: Es muy difícil, a título personal todo es posible. Hay mil historias de fracaso, de derrota, de catarsis o revolución. Hace poco leía la noticia de un hombre que entró con una excavadora en el concesionario donde trabajaba y se había llevado por delante 10 coches. Y me recordó a la película.
A nivel social, es difícil. El sistema está muy bien inventado y es muy difícil cualquier forma de contestación. El espacio para disentir está también articulado. A veces las redes sociales tienen mucho de eso: es como un espacio en que podemos publicarnos a nosotros mismos, dar opinión sobre cosas que creemos justas Es como si fuera un espacio articulado para quedarnos más tranquilos, pero nada cambia.
P.: Si tuvieras que retratar a Unidas Podemos otra vez, como ya hiciste en el documental sobre su nacimiento (Política. Manual de uso), que enfoque le darías.
P.: Aquel era un momento muy particular. Era un nacimiento y era interesante consignar un momento imprevisible, interesante políticamente. Gente que se había juntado por aluvión, de distintas procedencias, lo que explica las posteriores fracturas seguramente. Era muy creativo porque la política sele ser muy aburrido. Perdérselo me parecía una barbaridad. Ahora… sería otra cosa.