El adiós de Angela Merkel: "Ustedes ya me conocen"
- Muy lejos de la utopía y la épica, se ha enfrentado al mundo más como una administradora que como una líder visionaria
En 2005, Angela Merkel no era una política con futuro, sino sospechosa. Primero por ser mujer, después por ser del Este y, finalmente, porque tampoco tenía especiales dotes para levantar los corazones de la gente.
Lejos queda ya aquella frase despreciativa del socialdemócrata Gerhard Schroeder, pleno de testosterona, en el programa Elefantenrunde, la comparecencia de los líderes políticos ante la televisión pública la noche electoral. "Ni se le pase por la cabeza que va a ser canciller con un gobierno de gran coalición con el SPD", dijo. Lo fue.
El arrogante Schroeder midió mal: los resultados no le daban para repetir la coalición con los Verdes y al final tuvo que irse para que el SPD entrara en el gobierno como socio menor de La Unión (CDU/CSU). Para algunos, esta alianza constituyó la boda con la mantis religiosa que acaba comiéndose a su compañero.
En 2009, la crisis financiera pasó factura a todos. Pero Merkel se permitió formar gobierno con el socio más cómodo, los liberales. Sin embargo, en las siguientes elecciones, ellos comprobaron lo que es tenerla de socia mayor del gobierno: desaparecieron del Bundestag.
La última humillación pública
Y ocho años después, en 2013, los alemanes ya conocían a Angela Merkel, tal y como recordó la canciller para presentarse a las elecciones. "Sie kennen mich" ("ustedes ya me conocen") son solo tres palabras que resumen todo un tratado de politología en Alemania.
Dijo esas palabras en un debate cara a cara con el candidato del SPD Peer Steinbrück, que había sido Ministro de Finanzas en la primera Grosse Koalition de Merkel entre 2005 y 2009 y el artífice de que la gran crisis apenas afectara a Alemania. Pero aquel día, nada más pronunciar esa frase en el debate de la televisión pública, todo el mundo supo que el socialdemócrata no tenía ninguna posibilidad de ganar las elecciones.
CDU/CSU sacó en 2013 un 41,5 % de los votos: se quedó a poco de lograr la mayoría absoluta. Merkel llevaba ya ocho años de canciller. En 2005 la Unión había sacado 35,2 % y en 2009, 33,8%.
Esa fue la última de las humillaciones públicas que sufrió Merkel en su carrera política, que no fueron pocas. Las más flagrantes, las de su mentor Helmut Kohl, pura testosterona también, que simplemente la llamaba "la chica" y la puso en el gobierno como un florero para atraer los votos del Este tras la reunificación.
No hay constancia de que ella, mirando al horizonte con el viento en contra levantando olas en su pelo rebelde, pronunciara aquello de "juro que nunca más". No, porque Angela Dorotea Kassner no es así. Pero un día apareció en el FAZ un artículo firmado por ella en el que, negro sobre blanco, pedía la renuncia del todopoderoso Kohl por haber aceptado financiación ilegal para su partido.
Y, de paso, se llevó también por delante a quien aspiraba a sucederle al frente de la CDU, nada menos que Wolfgang Schäuble, el verdadero artífice de los entresijos de la reunificación alemana.
Por el camino, ha ido eliminando a rivales políticos que criticaban su deriva hacia la izquierda. "Esa fama de viuda negra es una imagen falsa. Tiene que ver con que la CDU antes de Angela Merkel era un partido muy masculino, con muchos más hombres aspirantes a altos cargos que mujeres y muchos acabaron decepcionados", señala Ursula Weidenfeld, autora de Die Kanzelerin, una biografía sobre Angela Merkel.
La canciller humilde
Angela Merkel, que ya se ha despedido de Putin, de Xin Pin y de Biden, se irá, con toda seguridad, sin hacer mucho ruido, sin soltar una lágrima; quizá solo nos deje un par de gestos de pudor, de humildad, un par de frases sin pretensiones de pasar a la historia.
Y precisamente por eso pasará a la historia, por esa humildad que la hacía engrandecerse ante los machos alfa de la política alemana y mundial, de los que gustan poner los pies sobre la mesa del despacho con un puro en la mano.
Merkel, muy lejos de la utopía y la épica, se ha enfrentado al mundo más bien como una administradora que como una líder visionaria. Las crisis a las que se ha enfrentado, que han engrandecido su figura, las ha superado con su método inconmovible, "paso a paso", sin grandes visiones de futuro como no sea la cuestión de los refugiados. El pragmatismo ha sido su método, a costa, muchas veces de sus principios.