Manolo Solo, hay un actor en San Sebastián que lo hace todo
- El actor ha participado en tres películas y una serie presentadas en el certamen
- Colección de películas premiadas en San Sebastián, disponibles en RTVE Play
Se enciende el proyector y aparece Manolo Solo en pantalla. No es un chiste sino una constante en el Festival de San Sebastián. Hasta cuatro obras presentadas en el certamen cuentan con la participación del actor gaditano y su amplia gama de registros. Repasemos en orden de proyección: el hombre de confianza de un poderoso empresario en Competencia oficial; un empleado hundido en una crisis personal en El buen patrón; funcionario de prisiones en Josefina; y, finalmente, exlegionario algecireño en la serie La fortuna (y como bonus acaba de estrenar en cine Sevillas de Brooklyn).
¿Coincidencia? ¿Acumulación de proyectos tras el parón pandémico? “Puedes ser porque tras el parón del primer semestre de 2020 empecé a trabajar sin parar. La pandemia juega un papel, pero en realidad es una suerte buscada a través de mucho trabajo y, por alineación astral están aquí”, explica desde el Hotel María Cristina tras la larga promoción de la serie de Alejandro Amenábar. Con tanto ritmo, todavía no ha podido ver todavía ni Competencia oficial ni Josefina.
Decía en San Sebastián Paolo Sorrentino que, "por alguna razón misteriosa", algunos secundarios no tienen la fuerza para hacer de protagonistas. No es el caso de Manolo Solo (Algeciras, 1964), un actor total como demostró bordando su papel del juez Ruz en B, la película sobre el proceso a Luis Bárcenas por la que obtuvo su primera nominación al Goya en 2015, y al que beneficia un físico atemporal, suspendido entre la cuarentena y cincuentena.
“Lo que dice Sorrentino es cierto y también la afirmación inversa: hay gente que por físico, carisma o belleza hacen de protagonistas, pero tienen más dificultad para papeles secundarios que a veces son más difíciles de hacer, porque tienen más riesgo y menos margen para moverse. Me siento parte de la noble estirpe de secundarios, pero todo no acaba ahí”, reflexiona el actor.
Arriesgando no, sino arrojándose directamente a tumba abierta, logró el Premio Goya en 2016. Raúl Arévalo contaba para ‘El Triana’, un personaje de los bajos fondos de Tarde para la ira al que Solo aportó una voz al borde de la afonía total. “No sé por qué le grabé un audio así como propuesta. Raúl se quedó descolocado e inmediatamente le dije que se olvidase, que no iba a poder mantener esa voz, que estaba a un milímetro de la caricatura”, recuerda. Pero Arévalo enseñó el audio a varios amigos, algunos conocidos de Solo, diciéndoles que había encontrado a un tipo de la calle para hacer el papel. Nadie reconoció al actor.
Al recoger el Goya bromeó con sus compañeros finalistas (Javier Gutiérrez, Karra Elejalde y Alberto Pereira). “Lo siento por vosotros. Lo siento en parte, porque tenéis dos Goya uno, un Goya otro y un Goya otro y yo llevo muchos años currándomelo y tampoco está mal”.
Doblador y parte del auge del cine andaluz del siglo XXI
Manolo Solo estudió pedagogía porque sus padres eran maestros. “Era lo que a mi padre, que falleció cuando yo tenía 15 días, le hubiese gustado”, añade. Pero de niño ya fantaseaba con ser actor y su favorito era Jack Lemmon. “Quería ser niño actor, aunque en Sevilla eso no era una opción. Quizá ahora sería un juguete roto”, bromea.
Con la adolescencia llegó la vocación “frustradísima” de la música. “La música lo ocupó todo. Tocaba el bajo, guitarra y cantaba. Grabé algunos discos que no ha escuchado nadie y tocaba en una banda, Los relicarios, en la que también estaba (el director de cine) Santi Amodeo”.
Justamente canciones de Solo formaban parte de la banda sonora de El factor pilgrim (2000), cinta fundacional del cine andaluz del siglo XXI codirigida por el propio Amodeo y Alberto Rodríguez, amigos nombres fundamentales en la carrera del actor.
Pero, volviendo a su discurso del Goya, fueron muchos años de trabajo en los que ha participado en decenas de series de televisión, películas y cortometrajes, además de obras teatrales. También como doblador y director de doblaje. “El trabajo de doblador te puede llevar a vicios como la impostación y la proyección artificial del tono. Pero me hizo a adaptarme a hacer un montón de personajes diferentes. No tenía la voz típica de galán y me daban personajes estrambóticos, zumbados, un arco muy amplio”. Como ejemplo, Beerus en Bola de Dragón Z, o clásicos como Lo que piensan las mujeres, de Ernst Lubitsch (donde doblaba a Burgess Meredith).
También le aprovechó para jugar con los acentos. “Aunque ya de pequeño jugaba con los muñecos con el castellano que oía en la televisión, el doblaje me dio la soltura para trabajar en castellano sin acento andaluz si era necesario”.
Una profesión "neuróticamente terapéutica"
Precisamente Competencia oficial (comedia negra sobre el encuentro de un ligero actor estrella y un intenso actor prestigioso) plantea los dos extremos de escuela interpretativa: el de la búsqueda de la motivación interior frente a la más ligera composición exterior. “Soy intuitivo o intento hacerme muchas preguntas y también, si puedo, al director. Y, cuando está más encuadrado por donde va, intento pasarlo por mí: ver cuáles de mis características físicas y emocionales sirven al personaje. Pocas veces he hecho composición de empezar desde fuera, solo cuando son personajes muy alejados, muy extremos”.,
Dice que, por su vocación y trabajo teatral, disfruta especialmente la escucha y el trabajo con los compañeros. Tras leer el guion de El buen patrón, se postuló y consiguió otro personaje al que Fernando Léon de Aranoa le había propuesto. En todas sus secuencias comparte pantalla con Javier Bardem. “Es como trabajar como cualquier otro actor muy bueno, no como trabajar con una estrella. No sabía su manera de trabajar y yo, que suelo tener muchas dudas y propuestas, podía hablar con él y fue gustoso".
Al final, como recordaba José Sacristán también en San Sebastián, actuar es un juego serio. “Todo actor, por lo menos yo, piensa que puede hacer una amplia gama de personajes. No es que mi realidad sea abominable, pero no me gusto demasiado y me gusta jugar a ser otro. Es algo neuróticamente terapéutico”.