La falta de transportistas y el pánico al desabastecimiento de combustible vacían las gasolineras británicas
- Unas 8.000 gasolineras se han visto obligadas a cerrar en el país
- Gobierno y grandes compañías aseguran que no falta combustible y llaman a un consumo ordenado
La crisis de la gasolina está en vías de solucionarse según el gobierno británico. Sin embargo, no se percibe aún en la calle. Hay menos tráfico del habitual, el metro en la capital va abarrotado y, esto es la principal anomalía, muchas gasolineras están cerradas. Se han quedado sin nada que ofrecer después de días con una demanda disparada.
A pesar de que los precios han registrado una subida que no se recordaba en ocho años, se han formado largas colas y la gente ha peregrinado de estación de servicio en estación de servicio buscando cómo llenar el depósito y hasta bidones. Se observaban nervios, los cláxones sonaban de forma incesante, en algunos casos los conductores acababan discutiendo y, de forma aislada, se han visto enfrentamientos.
Combustible en el país hay. Es algo en lo que insisten tanto el gobierno como las grandes compañías distribuidoras. De ahí que esperen que, una vez hayan abastecido de nuevo los surtidores y siempre y cuando el consumo sea normal y no compulsivo, la situación vuelva a la normalidad sin mayor intervención. Si fuera necesario, eso sí, el plan de contingencia contempla que sean militares los que se encarguen de transportar el fuel hasta los establecimientos.
Falta de conductores por el virus, las malas condiciones laborales y el Brexit
El transporte es el problema, agudizado en este caso por noticias que no generaban tranquilidad en un momento en que la gente no está para más sobresaltos. La crisis de la gasolina ha sido la punta de un iceberg que toca, en el fondo, a otros muchos sectores. Ya se habían visto estanterías vacías en algunos supermercados por esta misma razón. Según la patronal del sector se necesitan para operar de forma fluida 100.000 profesionales.
El gobierno señala a los problemas derivados de la pandemia como origen de esta falta de personal y en ese sentido han tomado algunas medidas. Están tratando de incorporar nuevos conductores al mercado tras muchos meses de cierre de autoescuelas y centros de exámenes. Están también enviando cartas a aquellos que disponen de este tipo de licencia de conducción, pero se encuentran fuera del mercado. Son muchos los que, porque las condiciones no son buenas, han encontrado alternativas en otros sectores. También ha habido jubilaciones en un sector con una media de edad alta.
Sin duda, el Brexit juega también su parte en este problema, aunque el gobierno, promotor de la salida de la UE con su eslogan take back control (recuperar el control), lo pase de puntillas en un momento en el que, más que controlada, la situación es más bien caótica. Consumado el divorcio, los trabajadores que estaban aquí y hubieran solicitado el asentamiento podían quedarse. Con la crisis sanitaria, sin embargo, muchos han optado por regresar a sus países y reiniciar allí sus vidas.
Es algo que afecta al transporte -se estima que se han marchado 14.000 conductores- pero también a otros sectores como la agricultura, la hostelería, el comercio o la industria agroalimentaria. Ahora existe un nuevo sistema migratorio y para obtener una visa de trabajo se requieren -entre otras cosas- unos ingresos que esos perfiles profesionales no obtienen, de modo que no pueden venir profesionales.
Lo que se reclama desde los sectores afectados son visas especiales para importar mano de obra. Eso sería una enmienda a uno de los pilares del Brexit a tan solo nueve meses de su implementación y no está en los planes, pero, ante esta situación de emergencia, el ejecutivo ha dado luz verde a 10.500 con carácter temporal, 5.000 para transportistas y 5.500 para trabajadores de granjas ante el temor de que falte pavo en las mesas en las celebraciones navideñas. Lo que está por ver es si esa oferta, que será tan solo para tres meses, es un reclamo suficiente.
El invierno del descontento
Pasada la página de la pandemia empiezan a notarse de un lado las consecuencias económicas que esta ha dejado y que han llevado al gobierno a tomar medidas para contener el mayor endeudamiento público desde la Segunda Guerra Mundial y por otro lado, las consecuencias del Brexit que hasta ahora habían quedado ocultas. A esto hay que sumar la crisis global de materias primas que afecta a toda Europa y a las que Reino Unido, evidentemente, no es ajena.
El éxito de la campaña de vacunación ya es un reflejo del pasado y la popularidad de Boris Johnson cae en picado en las encuestas. Pesan ahora las estanterías vacías en los supermercados, la subida de impuestos, la crisis de la electricidad, la del CO₂, ahora la de la gasolina. Todo implica tocar los bolsillos, la inflación ha subido mucho y previsiblemente seguirá subiendo como en aumento va también el descontento.
La semana que viene el partido conservador celebra su congreso anual y ahí sentarán las bases para la segunda parte de la legislatura. Los objetivos: la recuperación económica tras la crisis sanitaria y la reconstrucción de la confianza en su proyecto con la vista ya puesta en las elecciones de 2024.