¿Cómo fue el día que se aprobó el voto femenino? Nos lo cuentan los periódicos
- El 1 de octubre de 1931, las activistas feministas fueron al Congreso a presenciar el debate del voto
- Clara Campoamor triunfó pese a la división de opiniones en las Cortes Constituyentes
- El programa Objetivo Igualdad glosará la figura de Campoamor y su lucha el sábado a las 16'30h en Canal 24 horas
Congreso de los Diputados, jueves 1 de octubre de 1931. El pleno ha generado una gran expectación, prueba de ello es el lleno en las tribunas del público. Según comenta el diario El Imparcial, de tendencia liberal, “las tribunas están muy animadas, predominando el elemento femenino. Se dice que, estimuladas o reclutadas por la señorita Campoamor, muchas mujeres se han decidido a ejercer su derecho de presencia ante la votación en que habrá de decidirse sobre el artículo 34 del proyecto, que trata de los derechos electorales femeninos”.
Las feministas estuvieron en la sesión
La prensa repara que en el Congreso, antes de comenzar la sesión desde por la mañana, hay una numerosa comisión (“de señoras y señoritas feministas”, precisa La Vanguardia) de la Asociación Nacional de Mujeres españolas. Tras reunirse con el presidente del Congreso, Julián Besteiro, recorren los pasillos y salas de la Cámara y a cuantos encuentran, ya sean diputados o periodistas, les entregan unas octavillas escritas a mano con el siguiente mensaje: “Señores diputados: No manchen ustedes la Constitución estableciendo en ella privilegios. Queremos la igualdad de los derechos electorales. ¡Viva la República!”. Al margen, un sello como firma: Asociación Nacional de Mujeres Españolas, una organización independiente creada ya en 1918 para impulsar los derechos de las mujeres y, en particular, su derecho al voto. Ellas saben que, en este momento, tienen una gran aliada, la diputada Clara Campoamor. Y ya antes de que comience el pleno, han copado los mejores sitios de las tribunas del público.
“"No manchen la Constitución con privilegios. Queremos la igualdad de los derechos electorales“
A las 16.40h comienza la sesión y, tras aprobar el acta de la anterior y resolver varios temas, se reanuda el debate sobre la nueva Constitución republicana. Se espera que en este pleno se apruebe el artículo 34, iniciado el día anterior, y que consta de dos puntos: la mayoría de edad para votar y el voto femenino. El presidente del Congreso, Julián Besteiro, indica que se dedicarán dos turnos para defender el pro o el contra. Y en sendas tandas, las más esperadas son las intervenciones de las dos únicas mujeres que ocupan un escaño en la Cámara: Clara Campoamor y Victoria Kent.
El meollo del debate no es tanto si se ha de permitir o no votar a las mujeres, sino la oportunidad, el momento de su reconocimiento, en la nueva Constitución republicana o en una ley posterior. “No es cuestión de capacidad; es cuestión de oportunidad”, subraya en una de sus intervenciones Victoria Kent, partidaria de aplazarlo, ya que, como temen varios partidos de la izquierda, su voto favorecerá solo a la derecha y pondrá en peligro a la República. Con una visión distinta, Clara Campoamor subraya: “Precisamente porque la República me importa tanto, entiendo que sería un gravísimo error político apartar a la mujer del derecho del voto”.
En las tribunas, las mujeres siguen el debate con gran atención. Según relata La Libertad, diario republicano y uno de los de mayor tirada en Madrid: “Un grupo de damas, ya provectas, invadió la tribuna destinada a los corresponsales extranjeros. Pertenecían, según nos manifestaron después, al grupo de Mujeres Españolas y al Lyceum Club. Las damas en cuestión seguían con gran interés las incidencias de la apasionada discusión y subrayaban expresivamente las palabras de los oradores ya en sentido de desagrado, ya de adhesión. Eran todas partidarias de que se concediese el voto. … No ocultaban su alegría a medida que la votación avanzaba en sentido favorable a sus pretensiones”.
El resultado de la votación
El voto femenino se aprueba por 161 votos a favor, 121 en contra y la abstención de 188 diputados, el 40% de sus señorías. Votan a favor el PSOE, con la excepción de Indalecio Prieto y sus seguidores, y de republicanos catalanes, federalista, progresistas, galleguitas y la derecha. En contra se pronuncian Acción Republicana, los republicanos radicales y radicales socialistas.
En las tribunas, las mujeres dejan clara su alegría y bajan a felicitar a Clara Campoamor, así como el jefe del Gobierno, Alcalá Zamora, que las recibe en el despacho de ministros y recuerda que hace veinte años ya votó junto con otros 34 diputados a favor del sufragio femenino y subraya que si la República es hábil, saldrá beneficiada.
De los argumentos y del tono del debate da fe y exacta cuenta el Diario de Sesiones de las Cortes. Pero no del ambiente de la jornada ni de sus valoraciones. Terminada la votación, los ánimos en la Cámara está excitados… Excitación masculina. Un gran número de diputados continúa el debate en los pasillos, donde se comenta con pasión lo sucedido y varios miembros de la minoría radical socialista y otros censuraban que los socialistas hubiesen votado a favor, por cuanto que ello implica un atentado a la República.
Tópicos sexistas y posiciones enfrentadas en la prensa
Y la prensa, protagonista también del debate, se hace eco y toma posiciones en el debate. Los titulares del día siguiente, el 2 de octubre, apuntan su valoración. “La Cámara concede a la mujer, con el voto, la plenitud de los derechos políticos” (El Sol, republicano); “La concesión del voto a la mujer compromete la estabilidad de la República” (La Tierra, radical de izquierdas); “El Parlamento acordó ayer conceder el voto a las mujeres” (La Libertad, republicano); “En la sesión de la tarde se otorgó a las mujeres el derecho al sufragio universal” (El Liberal, republicano moderado); “La concesión de voto femenino ha roto la concordia parlamentaria” (Heraldo de Madrid, republicano de izquierda); “Se concede el voto a la mujer y se fija en veintitrés años la edad para ser elector” (Crisol, republicano anticlerical); “Por 160 votos contra 121, la Cámara acordó ayer que los ciudadanos de uno y otro sexo mayores de veintitrés años tendrán los mismos derechos electorales con arreglo a las leyes” (Ahora, socialista).
Los artículos complementarios y de opinión inciden en los argumentos y posiciones ya expresados en el debate parlamentario, sin faltar en algunos casos tópicos o tonos machistas.
La Vanguardia comenta la jornada, bajo el título, “Impresiones parlamentarias”: “La pasión fue como de amores, cosa no rara, puesto que entre mujeres andábamos, y el resultado es que hay en la Constitución un artículo que probablemente será bueno con el paso de los años, pero que hoy queda enclenque, como nacido de una gran pelea. Sería el influjo de la atmósfera y el predominio de las mujeres en el ánimo de los diputados y no otra razón, pero la Cámara dio muestras de histerismo, dicho sea con todo el respeto y como figura retórica en lo posible. La acometida más fuerte del desequilibrio nervioso fue en los pasillos, cuando terminó la primera parte de la sesión. (…) Y así la Cámara pareció, entre ocho y nueve, una tienda de telas de día de saldo de retales, con regalo de globos a los niños, Todo fue echado a faldas”.
En La Voz, vespertino popular y republicano, el primero en la venta callejera, en portada publica un artículo titulado “El peligro de las mujeres”: "Ayer invadió el Congreso una avanzadilla feminista que repartía hojitas pidiendo el voto de los diputados, el voto para ellas. Las tribunas fueron tomadas estrátegicamente por las damas, que aplaudían entiusiasticamente a su heroína, la señorita Campoamor, cuando vertía las más escogidas perlas del collar de los tópicos sufragistas. (…) Han entrado, pues, siete millones de mujeres en la vida pública española, y sobre la balanza política ha caído de golpe toda esta avalancha. ¿En qué platillo? Dos mujeres hay ahora en la Cámara, y ya se han mostrado disconformes; ¿qué ocurrirá cuando sean 50 las que actúen? El peligro rosa es con nosotros, y no es fácil hacer vaticinios. Sólo uno podemos permitirnos, y es éste: de la mujer podemos esperarlo todo: talento, colaboración, capacidad de trabajo, inspiración, todo menos serenidad. Desgraciadamente no abundan las Victorias Kent".
El diario Crisol, bajo el título “El voto femenino”, afirma: “La concesión del voto de las mujeres en condiciones de absoluta igualdad con el hombre, no sólo carece de los peligros que en ella han querido verse, sino que tal vez contribuirá de modo poderos a mantener la tónica de nuestra vida civil”.
Desde una posición radical izquierdista, el diario La Tierra titula “La concesión del voto a la mujer compromete la estabilidad de la República” y afirma: “Gravísima responsabilidad contraída por los diputados que con su voto hicieron posible el triunfo de un propósito que muy bien pudo alcanzar realidad a su tiempo, cuando la mujer haya quedado emancipada del influjo de la reacción, cuando la mujer se halle compenetrada con las esencias liberales y democráticas, cuando la mujer tenga su espíritu totalmente liberado de prejuicios y atavismos".
El pecado mortal de Clara Campoamor
Quizás en este debate, de todas sus señorías, Clara Campoamor era la única, o una de los pocos que creían, sin cálculos electorales, en la igualdad, a todos los efectos y con todas sus consecuencias. Al fin y al cabo, los argumentos utilizados contra las mujeres, falta de formación, dependencia eclesial, etc. podrían decirse de muchos hombres de la España de la época.
Clara Campoamor nunca volvió a ocupar un escaño en las Cortes. Paradójicamente su momento de éxito, el voto femenino, señala el fin de su carrera en la política institucional.
“La incorporación de la mujer era una de las primeras necesidades de la República“
Aquellos debates, pese a su triunfo, la marcaron con dolor. De tal manera, que cinco años después, en 1936, en vísperas del inicio de la guerra civil y de su exilio, siente la necesidad de explicar sus razones y pública El voto femenino y yo. Mi pecado mortal, donde subraya: “En la defensa de la realización política de la mujer sustenté el criterio de ser su incorporación una de las primeras necesidades del Régimen, que si aspiraba a variar la faz de España no podría lograrlo sin destruir el divorcio ideológico que el desprecio del hombre hacia la mujer, en cuanto no fueran íntimos esparcimientos o necesidades caseras, imprimía a las relaciones de los sexos. (…) Mi pensamiento era más político y nacional, más amplio y objetivo que el concreto feminista. Consideraba fatal para un resurgimiento de la libertad y la justicia que veía en la República, el divorcio espiritual de hombres y mujeres en España".
Y reconocidos los reveses sufridos, que no derrota, concluye con la vista fija en un horizonte de igualdad: “Mi ley es la lucha, y no me he adentrado ni formado en ella para volverme atrás por un zarpazo de más o menos, ni para dolerme de las dificultades que la avaloran y decantan. En buenas cuentas, no he hecho sino empezar, y el campo en que fructificó aquel ideal se ha llenado ya de nuevas semillas”.