Favoritos para el Nobel de Literatura: ¿Ha abandonado la Academia Sueca a los dramaturgos?
El último autor plenamente dramático premiado fue Harold Pinter en 2005
No se fíen de ninguna quiniela del Nobel de Literatura. No hay favoritos porque el sistema de la Academia Sueca es completamente hermético (salvo las sospechas del escándalo de Jean-Claude Arnault) y las listas de las casas de apuestas son solo un reflejo de lo que los apostantes creen premiable. Este jueves 7 de octubre a las 13.00 h. (en directo en RTVE), como cada año, el secretario permanente de la Academia Sueca, Mats Malm, abrirá la puerta de su despacho para pronunciar un nombre a los periodistas agolpados.
Entre otras cosas, lo que la estadística dice es que probablemente no será un dramaturgo. Aceptemos que la mayoría de los escritores saltan entre géneros (y que casi todos se inician en la poesía), pero dando por buenas las estadísticas de la propia academia sueca: 80 de los premiados fueron reconocidos por su prosa, 35 por su poesía, 14 por su dramaturgia, 3 por su filosofía o ensayos y 2 como historiadores.
La lista de dramaturgos premiados se inicia precisamente con el español José Echegaray (1904) y su relevancia durante el primer tercio del siglo XX queda probada con los galardones a Maurice Maeterlinck (1911), Gerhart Hauptmann (1912), Jacinto Benavente (1922), George Bernard Shaw (1925), Luigi Pirandello (1934) o Eugene O'Neill (1936).
A partir de ahí, mucha intermitencia: Albert Camus (1957), Jean-Paul Sartre (1964), Samuel Beckett (1969), Wole Soyinka (1986), Dario Fo (1997) y Harold Pinter (2005). De hecho, la lista de dramaturgos nunca premiados tiene mucho brillo: Henrick Ibsen, Bertolt Brecht, Arthur Miller, Tennesse Williams o Eugene Ioenesco.
Queda el particular caso de Peter Handke, premiado en 2019, que prácticamente le dio a todos los palos y comenzó en el teatro experimental de los 60 además de ser guionista de importantes películas del Nuevo cine alemán de los 70, pero es especialmente reconocido por sus novelas.
Jon Fosse, la gloria noruega
El dramaturgo noruego Jon Fosse, de 62 años, es el más habitual de las quinielas, seguramente porque es una gloria artística de su país: tiene hasta una residencia pública oficial otorgada por el rey al artista más importante de la nación.
Aunque está traducido a más de 40 idiomas, ejemplifica bien parte del problema: su prestigio no se corresponde con su fama. El teatro no viaja tanto entre idiomas, y aunque eso no tiene que ser un factor para la Academia –y menos con un escandinavo- sí muestra el desplazamiento de la dramaturgia del centro de la cultura.
Más popular, por el dominio cultural del inglés, es Tom Stoppard, autor de Rosencrantz y Guildenstern han muerto, La Costa de Utopía o Realidad. Y, más representado aún, el estadounidense David Mamet (Glengarry Glen Ross American Buffalo).
Y, entre los nombres de las casas de apuestas, solo una mujer: la francesa Hélène Cixous, una de las autoras fundamentales del feminismo, también tiene una importante obra teatral en la que destacan La ciudad perjura o el despertar de las Erinias o Retrato de dora.
¿Y por qué no un guionista de cine?
Si la Academia se atrevió en 2016 a buscar la poesía en un compositor de canciones y premiar a Bob Dylan, ¿por qué no recorrer el mismo camino desde el teatro al cine y premiar a un guionista?
Aunque algunos de los premiados, como García Márquez, Beckett, Fo, Pinter han firmado trabajos en el cine, el paso definitivo sería premiar a un escritor esencialmente cinematográfico. Durante años, se especuló con que Woody Allen podría ser un candidato. Y Aaron Sorkin ha sido finalista en otros premios como el Premio Princesa de Asturias.
Aunque, por cantidad y calidad, la Academia Sueca perdió su mejor oportunidad hace años, precisamente con un compatriota: Ingmar Bergman. Quizá algún día sepamos que fue candidato: las listas de finalistas al premio que maneja la Academia Sueca no se hacen públicas hasta 50 años después.
¿Cómo se elige el Nobel de Literatura?
18 académicos suecos proponen y recogen propuestas de otros ganadores y otras academias. Tras un primer corte, profesores ilustres y otros escritores reducen a 20 a la lista y, a finales de mayo, solo a 5. Durante el verano, los académicos estudian y elaboran un informe de los candidatos para debatirlo posteriormente.
Completamente perdidas, las casas de apuestas dejan que sean las propias apuestas las que determinen el ratio de lo que se paga por un Nobel. Este año: Mircea Cartarescu, Lyudmila Ulitskaya, Anne Carson, Ngugi Wa Thiongo , Annie Ernaux, Maryse Cond y Margaret Atwood. Y, por supuesto, Haruki Murakami, que lleva tantos años como número uno de las apuestas que la concesión del Nobel parece un trámite administrativo atascado.