Daniel Monzón: "Si hubiéramos rodado la acción como en el cine quinqui nos meterían en la cárcel"
- El director estrena Las leyes de la frontera, basada en la novela de Javier Cercas
- Un cine quinqui tamizado por la memoria y protagonizado por Marcos Ruiz, Begoña Vargas y Chechu Salgado
España, finales de los años 70. La clase media del baby boom se apiña en enormes bloques en los límites de todas las ciudades. Enfrente, los arrabales, descampados, poblados marginales, auténtica pobreza. Aunque compartían geografía, había una frontera: los límites de la clase social. Es el mundo, concretado en Girona, que Javier Cercas retrató en Las leyes de la frontera y que ahora Daniel Monzón (Celda 211, El niño) ha convertido en película revisitando el cine quinqui a través de una mirada de cine americano de acción de los 70 y 80.
Nacho "Gafitas" (Marcos Ruiz), un adolescente retraído de Girona, conoce en unos billares a Zarco (Chechu Salgado) y Tere (Begoña Vargas), dos jóvenes delincuentes con los que comienza a participar en atracos y a vivir al límite. Monzón explica su película como una película de amor de verano "al estilo de Verano del 42", pero con más ritmo y velocidad, en la que se ha colado su mirada de cineasta "influido por el cine de William Friedkin o John Carpenter".
"Lo que más me conectó, aparte del contexto cercano al de mi infancia y juventud, es esa historia de primer amor adolescente. Yo era "Gafitas" ese chico de clase media que tanto en Palma de Mallorca como en Valencia vivía en el límite de la ciudad y me cruzaba con los quinquis", explica Monzón. "Me atracaron alguna vez y luego te los encontrabas en clase, con alguno trabe cierta amistad. Me producían temor y fascinación. Sentía curiosidad porque significaba lo que cualquier adolescente siente: ganas de saltarse las convenciones, correr, coger un coche y largarte, bailar, follar".
"No tenía sentido hacer una película a la manera del cine quinqui"
La mirada de Monzón al pasado está tamizada por la memoria, pero también por el cine: el ritmo y acción corresponden el de las películas americanas que también marcaron al director. "No tenía sentido hacer una película a la manera del cine quinqui. Aparte que la acción en el cine quinqui era tan bestia que nos meterían en la cárcel: iban a toda mecha y sin permisos", recuerda.
"Hacer una película de quinquis hoy ya no tiene sentido. La gracia de esas películas es que estaban interpretadas por los quinquis y los quinquis están muertos. Fue una masacre. Solo encontramos a El Pera (que inspiró la película Volando voy) que fue reabsorbido por la sociedad porque la Guardia Civil le detuvo de niño y le regeneró para que enseñase a conducir a los agentes. Pero la policía los abatía a balazos sin contemplación. Y luego la heroína se llevó a cientos de miles de chavales. Eso sí que fue una generación perdida".
Los quinquis como héroes de western
Los quinquis son los héroes, con su código de honor y enfrentados a los vestigios de la policía franquista, pero la película se cuida de no idealizar la violencia."Es una película con su gama de grises. Que los quinquis son los héroes viene del género, que es como nuestro western. Zarco es un cowboy, un Clint Eastwood. Y luego el paisaje: cruzar el río, atracos. Son como nuestros Forajidos de leyenda (en alusión a la película de Walter Hill). La película tiene una primera parte lúdica, pero luego se carga de amargura, desencanto, y tragedia.
La desigualdad y la pobreza siguen existiendo, pero la película también es un recordatorio de que venimos de lugares más oscuros. "Totalmente, hay una reflexión sobre esa transición. Pero, al mismo tiempo, cuando "Gafitas" vuelve años después y todo son tiendas orgánicas y pulcras, hay una ironía. España ha cambiado, pero igual se ha perdido algo de ese espíritu libre y salvaje. Se ha diluido, se ha maquillado", opina. "Lo que lo ha cambiado es como la cuna te condiciona. La sociedad te va a tener más simpatía o te va a condenar al agujero".