Enlaces accesibilidad

Juan Carlos Tomasi, dos décadas fotografiando el olvido: "Hay conflictos que no tienen ni un breve telediario"

  • El fotoperiodista lleva 25 años trabajando para Médicos Sin Fronteras (MSF) en los lugares más inhóspitos
  • Ahora el libro La memoria del olvido recoge sus fotografías para conmemorar los 50 años de labor humanitaria de MSF

Por
Un padre sostiene en sus brazos a su hijo desnudo
Un padre sostiene a su hijo en Oromía, Etiopía, 2008

La vida de Juan Carlos Tomasi cambió en 1996, cuando recibió una llamada. “Me dijeron: 'Juan Carlos, ¿tienes el pasaporte en regla?'. Y ahí empecé”, explica el fotoperiodista de Médicos Sin Fronteras (MSF). Desde entonces, su trabajo es el de dar voz, a través de las fotografías, a personas que se encuentran en contextos difíciles y olvidados. "Hay conflictos en el mundo que no tienen ni un breve telediario", lamenta Tomasi.

Durante su trayectoria profesional, Tomasi ha visitado multitud de lugares recónditos en países como Somalia, Sudán, Etiopía y Afganistán. El aislamiento y la dificultad en estos parajes es tal que el fotógrafo recuerda como algunas partes de Afganistán le hicieron sentir que había vuelto “al medievo en España”: “En invierno, con temperaturas de menos de 22 grados, abuelos y niños iban sin calcetines y con katiuskas recortadas”.

Retrato del fotoperiodista Juan Carlos Tomasi

El fotoperiodista Juan Carlos Tomasi MSF

Desastres naturales, guerras, nacimientos en mitad de la nada, solidaridad... Tomasi ha presenciado "lo mejor y lo peor del mundo". Ahora, en La memoria del olvido, una historia gráfica de Médicos Sin Fronteras publicada este miércoles, periodistas y escritores ponen palabras a sus fotografías con el objetivo de conmemorar los 50 años de labor humanitaria de MSF.

Una profesión que deja huella

Desde muy pequeño, el fotoperiodista observaba con atención las guerras que transmitía el telediario: “Yo cuando sea mayor quiero estar ahí haciendo fotos e informando”, se decía a sí mismo. Ahora reconoce que su profesión supone "darte cuenta de que el mundo es horrible a veces", algo que puede crear "pesadumbre". "Te deja un poso muy jodido. Me he sentido muchas veces solo e impotente", agrega.

Como no tengas unos cimientos sólidos, te rompes

Tomasi, que ha temido por su vida en múltiples ocasiones, confiesa que la peor sensación sucede cuando no se es capaz de ver que "lo que estás haciendo, con todo lo que implica, vaya a modificar algo". "Cuando ves que das lo mejor de ti y solo te surgen dudas y más dudas, como no tengas unos cimientos sólidos, te rompes", explica mientras cuenta que pensó en abandonar su trabajo. "Quien te diga que no siente, o es Dios o es un embustero", señala.

No obstante, el miembro de MSF no cambiaría ninguna de las experiencias que ha vivido. "No me puedo quejar para nada de lo que he visto, de lo que he hecho, de lo que he sentido" porque, apunta, "sin esa parte de dolor no hay evolución ni madurez". "Tengo la percepción de que la profesión me ha dado mucho más de lo que me ha quitado" y, sin lugar a dudas, "si volviera a nacer lo volvería a hacer".

Una madre con sus hijos en el desierto en Sitti, Etiopía

Una madre con sus hijos en el desierto en Sitti, Etiopía, 2016 JUAN CARLOS TOMASI

Historias que marcaron su vida

Una de las tantas vivencias que le marcaron y que aparecen inmortalizadas en La memoria del olvido sucedió en el año 2016, en Etiopía. El fotógrafo y sus compañeros llevaban tres horas conduciendo cerca de la frontera entre Yibuti y Eritrea, todo lo que veían a su alrededor era desierto. Y, de un lugar inhóspito, apareció vida: una mujer con sus hijos. Fue como "volver a lo primitivo".

"En esos momentos pierdes toda la perspectiva del tiempo. Y eso hace que te plantes muchísimas cosas, hasta tu propia existencia", cuenta. El fotoperiodista recuerda también la historia de una joven llamada Barakat, de apenas 19 años, que se encontraba en un avanzado estado de gestación. Era el año 2014 y la encontraron exhausta tras caminar varias horas durante un día lluvioso en Etiopía. "La subimos al coche y fuimos a la clínica", narra Tomasi.

"La memoria del olvido", una historia gráfica de Médicos Sin Fronteras

anterior siguiente
5 Fotos 1 / 5 ver a toda pantalla
  • Parto de Barakat en Mejo, Etiopía, 2014

    Parto de Barakat en Mejo, Etiopía, 2014

    Juan Carlos Tomasi y el equipo de MSF viajaron en ambulancia para recoger a la joven, que había andado durante horas en un estado avanzado de gestación
  • Barakat durante el nacimiento de su hijo

    Mejo, Etiopía, 2014

    Barakat durante el nacimiento de su hijo

La mujer, que "había tenido ya dos partos y los niños habían nacido muertos", pidió a Tomasi que fotografiase a su pequeño mientras nacía. En la pequeña aldea de Mejo, Barakat dio a luz a Brhanu en unas condiciones muy precarias. El bebé nació sin vida, pero los médicos lograron reanimarlo y lo llevaron a otra sala para controlar su estado de salud. Fue entonces cuando Bakarat pudo disfrutar de su hijo a través de la cámara de Tomasi, mientras el niño se recuperaba. "No todo lo que contamos es dolor, también hay vida y hay esperanza", cuenta como resumen de la experiencia.

La importancia de llegar al alma para darles voz

De acuerdo con el fotoperiodista, las fotografías sirven para reflexionar y para agitar almas, algo indispensable "si quieres conseguir que el mundo se mueva". "Al alma se llega con respeto, humildad, empatía y mirando a la gente a los ojos", para Tomasi, contar una historia capaz de conmover supone pasar días junto a los protagonistas y saber crear "una magia".

Hombre camina por el desierto en Darfur, Sudán, 2004

Hombre camina por el desierto en Darfur, Sudán, 2004 JUAN CARLOS TOMASI

"Una fotografía no va a cambiar el mundo, pero la suma de muchas quizá puede hacerlo", admite. Asimiismo, Tomasi no piensa que nuestra sociedad se haya acostumbrado al horror, sino que está saturada de "imágenes", un concepto distinto. Cuando la fotografía no tiene "tesis", es decir, trabajo, historia y contexto, es entonces cuando "se convierte en una imagen". "Y estamos cada vez más llenos y saturados de imágenes", agrega.

No obstante, para cambiar el mundo hace falta, además de fotografías que lleguen al alma, invertir. Invertir "en concienciar al mundo de que tenemos que ser más justos" y de que no podemos vivir "por encima de nuestras posibilidades", como si esto no repercutiera en países en vías de desarrollo. Hoy en día cuando se muere un niño de hambre se convierte en una estadística, pero "lo tenemos que plantear como un asesinato", propone.