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Coronavirus

La mascarilla sigue siendo clave en el trabajo pese al hartazgo y la vacunación: "Todavía falta algún tiempo"

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Dos mujeres llevan mascarilla durante una reunión de trabajo, en una foto de archivo
Dos mujeres llevan mascarilla durante una reunión de trabajo, en una foto de archivo

“Ahora nos movemos con más libertad. Si olvidas ponerte la mascarilla para ir a coger una botella de agua a la cocina, no pasa nada”. Las precauciones por el coronavirus se han relajado en el despacho de abogados en el que trabaja Cristina, al menos, entre compañeros. “Todos estamos vacunados y, quieras o no, te tranquilizas”, admite.

La situación que describe es cada vez más habitual en los centros de trabajo de nuestro país, donde más del 77 % de la población ha recibido la vacuna contra el coronavirus. “Estamos en un momento de transición a la normalidad, aunque todavía nos va a faltar algún tiempo”, avisa Rafael Ortí, presidente de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene (SEMPSPH), que insta a cerciorarse de que todas las personas vulnerables están correctamente protegidas, con una tercera dosis si así está prescrito.

Su advertencia se asemeja a la de la ministra de Sanidad, Carolina Darias, que aseguró en la Cadena SER este viernes que las mascarillas continuarán siendo obligatorias en los espacios públicos interiores, al menos, hasta primavera: "Viene el otoño, la gripe, los virus respiratorios... Vamos a ir en ese proceso poco a poco, paso a paso, partido a partido".

“En España como hay una tasa de vacunación muy alta, esto disminuye mucho el contagio, pero no lo elimina”, coincide José Luis Jiménez, bioquímico experto en aerosoles de la Universidad de Colorado, y pone el acento en la trasmisión aérea del coronavirus, fundamentalmente, cuando hablamos con alguien sin mascarilla y cuando compartimos el aire de una habitación, situaciones muy habituales cuando trabajamos.

Así se ven los aerosoles que transmiten el coronavirus en una oficina

No todos los puestos de trabajo son iguales

No todo el mundo trabaja en oficinas pequeñas, como Cristina, o ha podido teletrabajar. “Nos hemos cuidado mucho de no provocar ningún brote en la planta que pudiera derivar en la paralización de algún turno y el cierre total”, cuenta Esther Benítez, directora de recursos humanos de Ardagh Metal Packaging, multinacional que fabrica latas de bebidas en España.

Como industria que suministra al sector alimentario, continuaron trabajando durante el confinamiento de 2020 y la compañía equipó a sus trabajadores con pantallas de protección facial, en marzo, y mascarillas, en abril, antes de que fuera obligatoria cualquier protección. “Al principio con las mascarillas quirúrgicas era más sencillo, pero al evidenciarse que no todo el mundo lo usaba apropiadamente, implantamos como obligación el uso de las FPP2”, explica sobre la aceptación de las diversas medidas que aplicaron para eliminar el riesgo de contagios en las zonas comunes.

El uso de las mascarillas en interiores llegó tarde a nuestro país, según Juan Carlos Rubio Romero, de la Cátedra de Prevención y Responsabilidad Social Corporativa de la Universidad de Málaga, que reprocha la falta de claridad del Ministerio de Sanidad al comienzo de la pandemia. La ley que finalmente las impuso -y sus posteriores modificaciones- recoge la obligatoriedad en “espacios cerrados de uso público o que se encuentren abiertos al público”, como muchos centros de trabajo. Pero las comunidades autónomas no la han trasladado de la misma manera.

Así, la Comunidad de Madrid permite retirarse la mascarilla en el trabajo cuando estemos sentados y pueda garantizarse la distancia de al menos 1,5 metros con “trabajadores y/o usuarios”, y Navarra especificó que siempre sería obligatoria si la oficina o establecimiento está abierto al público, una fórmula similar a la de Cataluña. En cualquier caso, la mayoría de las autonomías, simplemente transpusieron la ley nacional que incluía un artículo dedicado a los centros de trabajo: fomento del teletrabajo, turnos escalonados, distancias de seguridad y ventilación garantizadas... Pero nada de mascarillas.

Las “excepciones” de los expertos

La situación ha cambiado mucho desde 2020, gracias a la vacunación y a que hoy entendemos mucho mejor cómo se contagia el coronavirus. “Hay que acabar con determinadas medidas: la del gel, la temperatura y demás tonterías. Es promoción de la salud, que es muy positivo, pero con respecto al COVID hacen poco”, critica el catedrático Juan Carlos Rubio Romero. “He entrado en despachos de abogados en los que me han echado gel, me han medido la temperatura, me han limpiado los zapatos y he entrado en una sala con las ventanas cerradas”.

En el bufete de Cristina, ella reconoce divertida que aún hoy desinfectan todo cuando reciben clientes, “hasta los documentos” y “a ellos”, aunque las reuniones son “en la sala grande, distanciados y con todo ventilado”. El protocolo descrito antes por Cristina coincide en buena parte con las recomendaciones de Rafael Ortí, presidente de SEMPSPH, que contempla algunas excepciones o matices al uso de mascarillas: pueden retirarse si se trabaja en una “oficina pequeña” donde los trabajadores son “prácticamente convivientes”, si la ventilación del espacio es muy buena, si estamos solos o a grandes distancias... Solo con esas condiciones, “se podría empezar a valorar progresivamente alternativas. Pero hoy por hoy, yo creo que deberíamos mantenerlas”, advierte.

La mascarilla continúa siendo clave

Porque la mascarilla es, actualmente, la principal medida no farmacológica frente a la pandemia, según los especialistas. “El contagio dominante es por el aire, de dos maneras: cuando hablas con alguien sin mascarilla y cuando compartes el aire de una habitación”, explica José Luis Jiménez, bioquímico experto en aerosoles de la Universidad de Colorado.

Pero esta es otra cuestión que la comunidad científica tardó en asumir. De hecho, la guía de buenas prácticas en los centros de trabajo del Ministerio de Sanidad, publicada en abril de 2020, señala que no “es imprescindible usar mascarilla durante la jornada laboral si el tipo de trabajo no lo requiere y si se mantiene la distancia interpersonal”. Hasta marzo de 2021, la Organización Mundial de la Salud (OMS) no publicó una guía de ventilación de interiores y fue en abril cuando admitió, por primera vez sin rodeos, la transmisión por aerosoles del coronavirus

Antes de eso, la mayoría de empresas y ciudadanos ya tenían asumidos los riesgos y el uso de las mascarillas en interiores se ha cumplido ampliamente. Al menos, hasta ahora. “Estamos hartos, pero afortunadamente se está matizando la percepción de seguridad que ha dado la vacuna. Estamos viendo que la gente se pone mala. No se muere, pero se pone mala”, afirma Rubio, de la Cátedra de Prevención y Responsabilidad Social Corporativa de la Universidad de Málaga.

El fin de las mascarillas, “a partir de principios del año que viene”

Los contagios en España no han dejado de bajar desde el verano y muchos se preguntan hasta cuándo vamos a tener que seguir llevando la mascarilla en nuestras jornadas laborales.

“Diría que en interiores se deberían seguir llevando las mascarillas durante el invierno”, considera Jiménez, puesto que pasamos más tiempo en espacios cerrados y el aire está más seco. “No sabemos cómo puedo evolucionar esto, si puede haber una variante más… Una vez que llegue la primavera, me imagino que ya habrá amainado todo y podremos dejar de llevarlas”.

En este pronóstico coincide el ministerio de Sanidad y el preventivista Rafael Ortí, quien cree que podríamos comenzar a relajar la medida “a partir de principios del año que viene”. Y así lo entienden también en las empresas: Benítez, de Ardagh Metal Packaging, celebra que en este año y medio no se haya producido ningún brote en la planta, gracias al cumplimiento de la plantilla, pero no cree que ya se haya disipado el riesgo. “Seguimos muy, muy cautelosos”.