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La lucha por el espacio público en México: los "Antimonumentos" frente a los símbolos del poder

  • Son instalaciones plantadas sin permiso que, lejos de ensalzar un pasado glorioso, exhiben los dolores del presente
  • El último Antimonumento ha aparecido sobre el pedestal de una estatua de Cristobal Colón, en proceso de reubicación

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La lucha por el espacio público en México: los "Antimonumentos" frente a los símbolos del poder

La tendencia a derribar o retirar estatuas de figuras históricas controvertidas se complementa en México con otro fenómeno, el de "Antimonumentos".

Son instalaciones plantadas sin permiso en el espacio público que, lejos de ensalzar un pasado glorioso, exhiben los dolores del presente.

La última ha aparecido sobre el pedestal de una estatua de Cristobal Colón, en proceso de reubicación.

Mientras las autoridades locales decidían qué poner en lugar del navegante, las feministas se adelantaron colocando la figura de una niña con el puño en alto y ahora se resisten a que la quiten de allí.

Una imagen de la figura de una niña con el puño en alto colocada por las feministas.

La Jefa de Gobierno de la capital, Claudia Sheinbaum, quiso dar el tema por zanjado el pasado martes.

Coincidiendo con el 12 de octubre, anunciaba que donde antes estaba Colón, en pleno paseo de la Reforma, lucirá en el furturo "La joven de Amajac", la réplica de una pieza arqueológica descubierta recientemente.

Creía poner fin así a la polémica que desató su primera propuesta, "Tlali", la figura de una mujer indígena, inspirada en la cultura olmeca, bautizada con nombre nahua, que iba a esculpir un hombre no indígena.

Un cúmulo de incoherencias, según muchos, que obligaron a Sheinbaum a recular y a dejar la decisión final en manos de un comité de expertos.

La Jefa de Gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum.

El problema es que mientras se lo pensaban, el vacío de Colón lo han ocupado las "colectivas feministas".

En lo alto del pedestal, han colocado la "Antimonumenta: Vivas las queremos", la figura en madera de una niña con un puño en alto.

Sobre las vallas metálicas que protegían la antigua estatua, se lee ahora en letras blancas "Glorieta de las Mujeres que Luchan" y alrededor están escritos los nombres de madres de víctimas de feminicidio, de colectivos de búsqueda de desaparecidos, de defensoras del agua y de la tierra, de los pueblos originarios .... Las olvidadas del pasado, frente a las ignoradas del presente.

Las olvidadas del pasado, frente a las ignoradas del presente

Ellas quieren que se quede como está, pero el ayuntamiento no está dispuesto a renunciar a sus planes, que siempre han pasado por colocar una escultura que rinda homenaje a las mujeres indígenas: "a aquellas mujeres que menos voz han tenido", en palabras de Sheinbaum.

Como mucho, la alcaldesa, estaría dispuesta a reubicar la "Antimonumenta" en otro lugar.

"Para empezar, nosotras nos nombramos juntas, no nos miramos separadas o segregadas" reza el comunicado de las feministas, que empieza por cuestionar que los homenajes distingan entre mujeres indígenas y no indígenas.

En un país donde asesinan a diez mujeres al día, defienden la necesidad de conservar este espacio "de memoria y resistencia" dedicado a las mujeres que luchan por la justicia, asumiendo el papel de un estado que no solo es omiso, sino que además las criminaliza, reprime o, como en el caso del gobierno del presidente López Obrador, según denuncian, las invisibiliza.

La realidad actual de las mujeres choca con la intención de homenajear a las olvidadas del pasado.

Las buenas intenciones de la alcaldesa se topan con un movimiento feminista que desborda cualquier cauce institucional, se apropia del espacio público sin preguntar y no acepta ninguna imposición.

El poder y el espacio público

El poder de turno ha ido modelando el Paseo de la Reforma, un museo al aire libre repleto de monumentos que ensalzan personajes y acontecimientos del pasado.

En una rotonda, el Ángel que conmemora la independencia de México, en la siguiente la estatua de Cuauthemoc, el último emperador azteca, que da paso a otra glorieta donde antes estaba Colón.

Fotografía del Ángel de la Independencia.

El poder actual, el de la Jefa de Gobierno, además de retirar al navegante, ha levantado varias estatuas de mujeres, que tienen un lugar destacado en la historia del país, pero no lo tenían en la calle.

"Ya lo hemos dicho, cuando hablamos del monumento a Colón: las estatuas y los nombres de las calles de la ciudad son legados que dejamos para futuras generaciones, son marcas históricas que deben hacernos recordar dignamente nuestro pasado", dijo Sheinbaum al inaugurar hace dos semanas las figuras de Sor Juana Inés de la Cruz, Josefa Ortiz, Gertrudis Bocanegra y Margarita Maza.

El Paseo de la Vergüenza

Desde hace años, sin embargo, los movimientos sociales en México vienen desafiando la potestad exclusiva de los gobernantes para perfilar el espacio público.

La "Antimonumenta Vivas las queremos" es solo el último ejemplo de la decena de "antimonumentos" que han ido proliferando lo largo del Paseo de la Reforma, convertido, según las feministas, en un "paseo de la vergüenza para el Estado Mexicano, donde se señalan las omisiones y crímenes y las historias que no quisieran recordar".

El primero de los Antimonumentos se colocó en abril de 2015.

Habían pasado varios meses de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, en Guerrero, cuando en la rotonda del Caballito, plantaron un gigantesto 43, con un "+" por delante en alusión a las decenas de miles de desaparecidos que hay en el país.

Vista de un monumento en conmemoración de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa.

Después fue un 49 seguido de las letras ABC, el nombre de la guardería de Hermosillo, Sonora, donde un incendio mató a 49 niños. Está frente a las oficinas el Instituto Mexicano de la Seguridad Social, la institución encargada de velar por la seguridad de estos centros.

Hay también un 65 en memoria de los mineros sepultados en un accidente minero en Coahuila. Detrás está la Bolsa de Valores, donde cotiza la empresa propietaria de la mina.

Cerca del Ángel de la Independencia, un 72 por los migrantes masacrados en San Fernando, Tamaulipas.

A la sombra del edificio de la Loteria Nacional, una silueta representa a David y Miguel, dos jóvenes secuestrados cuando iban camino de Acapulco.

En la Alameda, hay uno dedicado la represión estudiantil en los 70 y otro a las víctimas del feminicidio.

Ya en el Zocalo, la matanza estudiantil del 68 tiene el suyo, y un busto a Samir Flores, un defensor de la tierra asesinado hace dos años, representa a tantos periodistas y activistas que corrieron la misma suerte.

"Antimonumentos" que configuran una galería de los horrores, que trazan un recorrido a través de la impunidad y se convierten en una suerte de numeración alternativa de las calles que hace recuento de las injusticias del México de hoy.