La huella invisible del volcán, un mes después: miedo, impotencia y una gran lección de solidaridad
- Los expertos en psicología y traumas consultados por RTVE.es coinciden en que algo así se supera tarde o temprano
- La prevención del estrés postraumático es la principal tarea de los terapeutas porque los síntomas siempre aparecen
- Ver en directo la erupción desde el cono del volcán | En directo, la lava cae al océano
“Recuerdo un señor que tenía una llave y decía: esto antes era mi seguridad, era mi todo. Mi tranquilidad, mi calma… Y ahora es tan son solo un trozo de hierro que no sirve para nada”. Lo que cuenta la psicóloga Cristina García ilustra a la perfección la situación por la que están pasando miles de palmeros desde hace un mes. Una vida construida durante años con mucho esfuerzo, y que ahora se reduce a tan solo eso, a un insignificante pedazo de metal.
Pero este no es el único testimonio que se le va a quedar grabado a la coordinadora del Grupo de Intervención Psicológica en Emergencias y Catástrofes (GIPEC) en La Palma. Ella y sus compañeros en la isla acumulan muchas historias personales. Historias con las que, a veces, es imposible no empatizar por muy acostumbrado que estés a trabajar con el drama ajeno.
Son familias enteras que apenas han tenido tiempo para despedirse del que ha sido su hogar hasta ahora. Cierran de un portazo una vida medianamente tranquila para dar comienzo a otra llena de interrogantes.
Desmontar una vida en 15 minutos
Cuando la lava amenaza una casa, no hay vuelta atrás. Los evacuados en las primeras semanas tuvieron que enfrentarse a eso de coger “lo esencial” en apenas 15 o 20 minutos. Ahora, en el mejor de los casos, te avisan con unas horas de antelación. Pero lo mismo da, elegir y desprenderte de algo nunca es tarea fácil.
“Lo afrontan con mucha incertidumbre y mucho nerviosismo. Tienen miedo a no coger lo correcto”, cuenta el psicólogo del grupo táctico de la UME, Alberto Pastor. Él ha acompañado a muchos vecinos en ese duro trance, y reconoce que hay casos que le han marcado especialmente: “Hubo una persona que me dijo: ¿es usted psicólogo? ¿puede hablar con mi padre que está en el huerto? Está llorando y no quiere abandonar la casa. Al parecer era una persona extranjera que había venido hace 30 años a la isla, había invertido todo su dinero en esa casa. No era una casa solo de él, era la casa de sus hijos y otros familiares… y lloraba desconsoladamente porque veía que lo iba a perder todo”.
“Se derrumban” porque no saben si van a poder volver a sus casas, añade Cristina García. Esa tesitura, precisamente, es lo que puede desencadenar en lo que la psicóloga y experta en trauma, Xenia García, define como un comportamiento robótico: “Nos ponemos en modo automático y no lo decidimos casi ni conscientemente. Coges cosas que para ti son importantes, pero no son las más útiles”.
¿Cuál es el ánimo de los afectados?
“El estado emocional es como una montaña rusa, pero lo que verbalizan es rabia, impotencia… Saben que no hay ninguna forma de parar el volcán”, dice la psicóloga del GIPEC, mientras que Alberto Pastor lo equipara con “un duelo” similar al que uno pasa “cuando tiene la pérdida de algún familiar querido”.
Todo lo que cuentan es “normal” para la experta en trauma, que no descarta que los afectados puedan llegar a tener “pesadillas” y “pensamientos intrusivos”. “Que estén más irritables, enfadados y tristes” es lo lógico teniendo en cuenta que es “una situación superdifícil”.
Convivir y superar la erupción
Si hay algo en lo que coinciden los tres expertos consultados es que algo así se supera tarde o temprano, dependiendo de la mochila que lleve a cuestas cada uno. Quienes preocupan especialmente son los más mayores porque “creen que ya no tienen el tiempo suficiente para rehacer sus vidas”, señala Pastor.
Sin embargo, “que las personas no tengan síntomas ahora no significa que luego no los vayan a tener”, sostiene la psicóloga de la Universidad Internacional de La Rioja al tiempo que recomienda trabajar en “prevenir el estrés postraumático” con la ayuda de profesionales.
Para Cristina García hay ahora dos tipos de afectados. Por un lado, los que “ya saben que lo han perdido todo” y están en la fase de “vamos a luchar” y “empezar” de nuevo. Y por otro, quienes aún no han asumido la realidad y creen que su casa “ha sido salvada”. “Es como si fuera un ovillo, todo enredado. Es lo que poco a poco tienen que ir enderezando”, detalla.
¿Cómo lo viven los menores?
“Los niños son superinteligentes y son antenas emocionales. Se enteran absolutamente de todo y hay que decirles siempre lo que está pasando”, opina Xenia García. Da fe de ello Cristina, quien ha estado en alguno de los pabellones atendiendo a evacuados. “En El Fuerte uno de los menores decía: parece la noche de Reyes, tengo muchos juguetes nuevos, pero no son mis juguetes”.
En la misma línea que sus compañeras está Alberto Pastor, que añade que los menores “son más fuertes que los adultos porque no tienen esa carga emocional detrás” y si, por ejemplo, “el colegio ya no está, habrá que pararse en un momento de tranquilidad y decirle a ese niño que buscaremos otro, darle una alternativa de recuperación”.
Erupción de La Palma vs. otras catástrofes
La incertidumbre es lo que caracteriza a esta emergencia, todos los entrevistados la han mencionado en algún momento. “Es verdad que un terremoto, por ejemplo, en Lorca también lo tiene porque puede haber réplicas, pero es más acotado en el tiempo”, sostiene el psicólogo de la UME.
“Ahora mismo el volcán sigue estando presente, de hecho, no podemos decir: pues va a parar en X horas o en X días, y esto lo que hace que el sistema de alerta tenga que estar activo mucho más tiempo”, dice Xenia.
Lo más importante en la erupción de Cumbre Vieja para la psicóloga del GIPEC es que han podido “salvar todas y cada una de las vidas”.
Más solidaridad y unión entre vecinos
Tampoco hay que olvidarse de otra de las cosas buenas en las que “el monstruo” (como muchos llaman al volcán) no ha logrado imponerse: la solidaridad.
“Lo que más me ha llamado la atención es la humildad del pueblo de la isla, y como muchas veces nos decían: a mí no me ayuden más… Vayan a ayudar a otras personas”, asegura Alberto.
“En alguna ocasión me han preguntado si esto va a separar o va a unir más a los vecinos. Se han unido más. Han creado chats de Whatsapp y están en completa comunicación para darse la información pertinente, para saber que es lo que pueden o no pueden hacer…”, concluye muy emocionada Cristina.