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Análisis

ETA y el País Vasco, ante el espejo irlandés

  • ETA y su entorno han mantenido una relación muy estrecha con el IRA y el Sinn Féin
  • Hay una enorme diferencia con el conflicto irlandés, que puede considerarse una guerra civil
  • El reportaje desde Irlanda del Norte, esta noche a partir de las 21.00 en el Telediario especial El final de ETA: 10 años después

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Irlanda del Norte: la losa del terrorismo lastra la reconciliación

Como en un parque de atracciones cuando ponemos ETA y el País Vasco ante el espejo del IRA e Irlanda del Norte la imagen que nos devuelve resulta familiar, pero no es un reflejo exacto.

Resultan familiares el terrorismo; la dualidad brazo armado-brazo político (IRA-Sinn Féin, en el caso irlandés); la retórica política; episodios de guerra sucia contra el terrorismo y la complicidad de miembros de la Iglesia, católica en ambos casos. Y sobre todo nos es familiar el dolor profundo de las víctimas, el miedo, el silencio, la alteración de una "vida normal" y unas grietas profundas en la convivencia.

Y hay un hecho objetivo: ETA y su entorno han mantenido una relación muy estrecha con el IRA y el suyo. Han sido frecuentes las visitas o estancias de miembros de ETA o sus apoyos políticos en Irlanda del Norte.

Es un hecho también que cuando se iniciaron en Irlanda del Norte las negociaciones, que culminaron en los acuerdos de paz de 1998, en el País Vasco y el resto de España se siguió ese proceso con la esperanza de que, si el IRA abandonaba el terrorismo, también lo hiciera ETA. Por parte de ETA el interés era plantear ese abandono como una negociación a dos bandas, con contrapartidas.

Pero hay una enorme diferencia tanto en el origen como en la dimensión de ese terrorismo y su legado. Lo de Irlanda del Norte ha sido (y en parte sigue siendo) una guerra civil.

Guerra civil centenaria

"Ha habido cinco o seis actores, pero se resumen en dos: el IRA y los británicos". Lo dice Denis Bradley, ex cura católico y mediador. Dos bandos armados. Grupos paramilitares en el lado protestante, partidarios de seguir perteneciendo al Reino Unido, y en el lado católico, partidarios de una isla de Irlanda unida.

Esa guerra civil queda patente en el balance de muertos en lo peor de los Troubles (“los disturbios”, menudo eufemismo). Entre 1969 y 2001 hubo 3.523 muertes contabilizadas, cuya autoría se reparte así en porcentajes: casi un 60% fueron asesinados por el IRA u otros grupos “republicanos” (partidarios de unirse a la República de Irlanda, católicos); casi un 30% por grupos paramilitares pro-británicos; y un 10% por las fuerzas de seguridad británicas (mayormente) o irlandesas.

En números, según la base de datos CAIN (Conflict Archive on the Internet, Archivo del Conflicto en Internet):

  • IRA y otros grupos católicos: 2.055
  • Paramilitares protestantes: 1.020
  • Fuerzas de Seguridad: 368
  • Desconocidos 80

Muchísimos muertos y una culpa muy repartida en una sociedad pequeña, menos de dos millones de habitantes.

Las dos P: Plantation y Partition

Esa guerra civil norirlandesa se desata hace exactamente ahora un siglo, en 1921. El momento en que el gobierno británico acepta la independencia de Irlanda a condición de que los seis condados del Norte de mayoría protestante sigan bajo soberanía de Londres: la Partition. Dividen la isla en dos estados: el Reino Unido (aún Imperio Británico) y la neonata República de Irlanda.

Pero los agravios por la discriminación objetiva de los católicos irlandeses se remonta por lo menos hasta principios del siglo XVII, cuando el Rey James I anima a ingleses y escoceses protestantes a colonizar el norte de Irlanda y les regala tierras que toma a los nativos irlandeses. Es la Plantation. Hay quien va aún más lejos y data el inicio de los enfrentamientos ocho siglos atrás, con la primera invasión de la isla.

Dos soberanías y un imprevisto

El IRA nace de la guerra de independencia. Por eso los Acuerdos de Paz de 1998 son acuerdos entre esos dos estados: el Reino Unido y la República de Irlanda, y dos puntos clave son que todo ciudadano de Irlanda del Norte tiene derecho a elegir su nacionalidad, británica, irlandesa o ambas, y que Irlanda del Norte seguirá formando parte del Reino Unido mientras no haya una mayoría que decida lo contrario.

"Cuando negociamos el acuerdo a nadie jamás se nos pasó por la cabeza que un día el Reino Unido pudiese salir de la Unión Europea", me comentó Bertie Ahern, el primer ministro irlandés de entonces.

El papel del primer ministro irlandés en el final de la violencia de ETA

"La UE, en tanto que club común de ambos estados, permitía esa superposición de identidades, clave para construir la convivencia. El Brexit lo impide", argumenta Mike Nesbitt, diputado del partido moderado protestante (UUP).

"Si hablas con antiguos combatientes (sic) te dirán que el Brexit amenaza la paz más de lo que lo hicieron los Troubles”, sentencia Ian Shanks, de ACT, una organización dedicada a la reinserción de ex terroristas protestantes (loyalists).

Paradojas

Los acuerdos de paz en Irlanda del Norte establecen unos principios para evitar la discriminación de los ciudadanos católicos. Obligan a que, por ejemplo, la policía deje de ser un cuerpo prácticamente protestante, y que el gobierno autonómico sea compartido entre el partido más votado de cada "comunidad".

La primera paradoja es que al establecer esas cuotas fija la división de la sociedad norirlandesa que, en principio, pretende combatir.

La segunda paradoja es que el Brexit, un proyecto del nacionalismo británico, puede acabar consiguiendo lo que no logró el IRA por las armas: la unificación de la isla porque haya una mayoría de ciudadanos que quieren volver a formar parte de la UE.

No hay consenso sobre cuán realista es una futura unión política de Irlanda, pero lo que sí es cierto es que el Brexit ha sido la oportunidad para que el Sinn Féin (hoy el partido católico más votado) vuelva a poner en el debate político la posibilidadde convocar el referéndum

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La cicatriz social, 23 años después

A diferencia de ETA, la renuncia del IRA al terrorismo no ha acabado con los atentados. Hay grupos disidentes, aunque con muchísima menos capacidad para matar y aterrorizar.

El ejército británico se ha ido, ya no patrulla las calles de las ciudades, ni vigila desde torretas como las de las cárceles. Y al hartazgo de sangre de la sociedad hay que sumarle toda una nueva generación de norirlandeses nacidos tras los acuerdos de paz para quienes "el conflicto" no es su mayor preocupación.

Para afianzar el proceso de paz los gobiernos británico e irlandés, la UE y los EE.UU. han hecho inversiones millonarias para sacar Irlanda del Norte de la pobreza. Pero el reparto de riqueza ha sido muy desigual.

El papel del primer ministro irlandés en el final de la violencia de ETA

"En Irlanda del Norte seguimos viendo segregación y sectarismo. Sobre todo en las zonas pobres. Y hay grupos paramilitares que siguen operando y reprimiendo esas sociedades, en ambos lados. Y esos jóvenes son fácilmente manipulables por los políticos", explica Katy Hayward, profesora de la Queen’s University de Belfast.

Esa segregación sigue siendo visible: hay más muros que separan calles católicas de protestantes ahora que antes de firmar la paz. Y se han construido por voluntad del vecindario.

Esos muros tienen puertas, como las murallas, para comunicar un barrio con el otro, se abren al amanecer y se cierran al caer la tarde o por la noche para evitar altercados. Esa es la imagen que, seguro, más impresiona del reportaje que nos hemos traído de nuestra última visita a Irlanda del Norte y que se podrá ver a partir de las 21.00 en el Telediario especial El final de ETA: 10 años después.