El 'biblioburro', la alternativa para llevar la lectura a niños de la Colombia rural
- Luis Soriano recorre en burro Colombia portando consigo su biblioteca particular
- En el país cafetero durante la pandemia más de 240.000 menores han dejado el colegio
A lomos de su burra 'Alfa' y de su burro 'Beto', Luis Soriano recorre dos veces por semana diferentes poblaciones rurales de Colombia para acercar a los más pequeños la magia de la lectura. Este maestro de escuela lleva cerca de 25 años al frente de su biblioteca itinerante: el biblioburro.
“La aventura comenzó en 1997. Como no teníamos herramientas educativas y los chicos de aquel momento no tenían libros en sus casas, monté mis libros y fui casa por casa a llevarlos. Con el paso del tiempo nace este proyecto que se llama biblioburro” nos cuenta Luis, quien comenzó esta iniciativa en el municipio de La Gloria, en el departamento del Magdalena, donde entonces había escasez de escuelas y docentes.
Hasta ocho horas puede tardar en visitar los territorios más recónditos de la región, todo con el objetivo de despertar una sonrisa a los jóvenes estudiantes.
“¡Ya viene!”... grita emocionado uno de los niños al ver asomar los burros en su vereda. El profesor empieza a repartir libros y saca una de sus obras favoritas: Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez.
“Platero era un burro pequeño de pelo gris, suave y blanco como el algodón. Tenía unos ojos negros como el carbón” lee Luis Soriano a uno de los quince niños que se han reunido para disfrutar del biblioburro.
“A los chicos lo que más les gusta es explorar ellos mismos los libros. Generalmente lo que hacemos es animación y promoción. Incentivarles a la lectura, para que vean otra ventana y se les abra el mundo de la imaginación” explica Luis mientras los menores disfrutan de los cuentos.
"No es solo para niños"
El bibliotecario ambulante ha perdido la cuenta del número de niños que han participado de este proyecto. “Antes llevábamos una secuencia de niños atendidos, eran doscientos o trescientos al mes. Hoy son muchos más y ya no se contabilizan. Además, el biblioburro no es solo para niños, es también para adultos” nos cuenta el profesor.
Entre sus decenas de libros conserva una enciclopedia que guarda como un tesoro, viaja con ella prácticamente desde que comenzó esta aventura. Durante estas dos décadas ha recibido donaciones de obras dentro y fuera de Colombia. “Nunca falta la nutrición gracias al apoyo de la gente, pero este proyecto no tiene ningún tipo de financiación. La biblioteca se mantiene en el tiempo por el amor de los usuarios. La economía que tiene es el agradecimiento y la sonrisa de los niños” aclara Luis quien confiesa que los años ya le pesan para hacer estos largos recorridos en burro y teme que cuando él no pueda más no haya nadie que lo releve.
“En el momento de dejar los burros ya sería un proyecto diferente, no sería un biblioburro. Además, es económico, ecológico y el burro forma parte de nuestra cultura“
Aunque a día de hoy las carreteras han mejorado en todo el país, todavía no es fácil buscar una alternativa para llevar la cultura a todas las poblaciones. “Se viaja en burro porque la población está dispersa en el área y los caminos no son pavimentos ni empedrados. Son arcillosos y hay arroyos. En tiempos de invierno en esta zona anda todo el mundo en burro. Y en el momento de dejar los burros ya sería un proyecto diferente, no sería un biblioburro. Además, es económico, ecológico y el burro forma parte de nuestra cultura” afirma Luis.
Alfa y Beto llevan muchos años acompañándole, aunque la burra no es la misma con la que empezó a escribir esta historia que también tiene sus peligros. “La primera Alfa murió por la picadura de una serpiente, la mató una culebra. Beto ha sido el mismo siempre, tiene 22 años y la nueva Alfa ya tiene también 28 años. Solo he cambiado esa vez de burra” asegura orgulloso el bibliotecario itinerante.
Solo el 10% de los colegios tienen actividad presencial
“Aquí podemos leer, compartir las historias y pasar una mañana genial“
Durante unas horas las niñas y niños disfrutan de los libros del maestro rural. “Me gusta porque así me puedo reencontrar también con mis amigos que hace tiempo que no les veo. Aquí podemos leer, compartir las historias y pasar una mañana genial” nos cuenta Ingrid a sus diez años.
En el departamento del Magdalena son pocos los colegios que han reabierto sus puertas tras la epidemia. Solo el 10% de los centros tienen actividad presencial. Esto supone un retraso educativo para estas niñas y niños, pero no solo eso. Muchos van a la escuela porque reciben una parte de su alimentación diaria. La suspensión del Programa de Alimentación Escolar ha afectado a miles de estudiantes.
En Colombia más de 240.000 niños han dejado los estudios por la pandemia de la COVID-19. Organizaciones internacionales, que trabajan por la protección de la infancia, advierten de que la educación es fundamental para combatir la pobreza generacional.