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Cumbre del clima 2021

España ante el cambio climático: un país más cálido, más seco y más vulnerable

  • El aumento de temperaturas provocará aridez, afectará a la biodiversidad y agravará fenómenos naturales como los temporales

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El calentamiento global agravará las sequías, los temporales y los incendios forestales en España
El calentamiento global agravará las sequías, los temporales y los incendios forestales en España

Temperaturas más altas, con olas de calor cada vez más prolongadas y un mayor número de noches tropicales. Menos precipitaciones, que derivarán en sequías cada vez más severas y que amenazarán la supervivencia de los humedales, como el de Doñana. Gotas frías más repentinas, temporales más frecuentes batiendo las costas del Mediterráneo y un aumento nítido del nivel del mar en el Cantábrico. Un clima más seco y, en última instancia, un país más árido.

Éste es el escenario que dibujan las proyecciones científicas para la región mediterránea como consecuencia del calentamiento global, cuyos efectos ya se dejan sentir en los últimos años y que persistirán durante varias décadas. Sin embargo, la intensidad de ese cambio climático aún depende de las decisiones y políticas que se adopten en los próximos años, comenzando por la cumbre del clima que comienza en una semana en Glasgow.

Allí, los países firmantes del Acuerdo de París en 2015 se vuelven a reunir, tras el paréntesis obligado por la pandemia de COVID-19, con el objetivo de acordar mayores recortes en las emisiones de gases de efecto invernadero y otras medidas que permitan, al menos, limitar las consecuencias del calentamiento del planeta.

Esas consecuencias se volvían a explicitar este verano en el sexto informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), que dejaba clara la responsabilidad de la acción humana en el proceso y dibujaba los distintos escenarios que afronta el planeta en función de la cantidad de gases contaminantes que se sigan vertiendo a la atmósfera.

En un escenario de emisiones intermedias que ahora mismo no está ni mucho menos garantizado, la temperatura subiría dos grados en las próximas dos décadas, el límite que el Acuerdo de París se marca para todo el siglo, mientras que en 2100 la subida rebasaría los 2,7 grados. Un calentamiento que modificaría drásticamente el clima y las condiciones de vida en todo el planeta.

Un aumento inequívoco e irreversible de la temperatura

No todas las regiones del planeta sufrirán de igual manera las consecuencias. Por primera vez, el informe del IPCC ha segmentado sus conclusiones por áreas geográficas, una información que se ha presentado en un novedoso atlas interactivo desarrollado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y que revela que la zona del Mediterráneo, en la que se encuadra España, afrontará una aumento de la temperatura superior a la media global: en un escenario de emisiones moderadas, la subida estimada rebasaría los tres grados.

"El cóctel para la región mediterránea y para España incluye sobre todo más calor y sequías, a causa del incremento de la temperatura y la evaporación de la humedad, además de un probable descenso de las precipitaciones, aunque en este caso ya tienen mucha variabilidad", resume José Manuel Gutiérrez, director del Instituto de Física de Cantabria y uno de los coordinadores del atlas del IPCC.

La subida de la temperatura media en la península ibérica ya es superior a la media del planeta, 1,7 grados frente al 1,14 global. En el informe del IPCC, los modelos climáticos tratan de anticipar, en función de diferentes escenarios en las emisiones, cómo evolucionará el clima y, aunque la cifras concretas de temperatura, precipitaciones o subida del nivel del mar estén sujetas a un elevado nivel de incertidumbre, las tendencias parecen claras.

"En la región mediterránea, las temperaturas se van a exacerbar, en eso hay poca incertidumbre", explica Sergio Vicente, geógrafo del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC) y uno de los investigadores del informe del IPCC. "Además, los modelos predicen un descenso de las precipitaciones, aunque por el momento no se ha identificado y es incierto. Pero, aunque las precipitaciones no cambiaran en el futuro, estaríamos en unas condiciones de mayor estrés hídrico, porque la atmósfera demanda más agua y la humedad relativa está descendiendo”.

Esto se traduce, en primer lugar, en que los episodios de bajas lluvias que son habituales en el área mediterránea van a provocar sequías más severas de lo normal. Además, se van a incrementar los fenómenos extremos cálidos.

Olas de calor más largas y más noches tropicales

"El calentamiento ya está produciendo que las temperaturas extremas están incrementándose de forma muy notable en el Mediterráneo y particularmente en la península ibérica: las olas de calor son más duraderas y más intensas, los récords de temperaturas se sobrepasan cada pocos años y las noches tropicales [con mínimas medias que no bajan de los 20 grados] son más frecuentes", enumera Vicente.

Jorge Olcina, catedrático de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Alicante, subraya que el aumento de las temperaturas está muy influido, además, por el calentamiento del propio mar Mediterráneo, que ha subido 1,4 grados desde 1980. "·En la zona mediterránea, hay mayores extremos atmosféricos, con situaciones de calor más frecuentes, olas de calor más prolongadas o lluvias más energéticas", destaca.

Porque el cambio climático está agravando en España fenómenos que ya se daban de forma natural, como los episodios de gota fría o DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos), que ahora están mucho más concentrados en el tiempo y son así mucho más dañinos.

"Si antes caían entre 300 y 400 litros por metro cuadrado en doce horas, ahora vemos la misma cantidad en dos horas y media”, recalca Olcina, quien también señala que el Mediterráneo sufre más temporales, con oleajes muy intensos que baten la costa. "Ha habido tres muy intensos desde 2017, con muchos más daños económicos que los que se registraban hace dos décadas", recuerda, en referencia a la borrasca que sacudió el Levante en enero de 2017, a Gloria, en 2020, y a Filomena, este mismo año.

También resultan más peligrosos los incendios forestales, como se ha podido comprobar este verano en el fuego que devastó Sierra Bermeja, en Málaga. Una mayor temperatura, una menor humedad y una vegetación estresada por la falta de agua son los ingredientes perfectos para alimentar los incendios de sexta generación, capaces de modificar el clima mientras se producen e inmunes a los medios convencionales de extinción. "Los incendios van a ser más severos e intensos", corrobora José Manuel Gutiérrez.

Desertificación, subida del nivel del mar y fin de los glaciares

Son solo algunas de las consecuencias del calentamiento global que ya son apreciables en España, aunque a medio y largo plazo surgen otras sombras en el horizonte. La principal de todas ellas, la desertificación: el informe del IPCC decía claro que hay una alta probabilidad de que la región mediterránea se vuelva más árida a medida que aumenten las temperaturas, a un nivel que solo comparten en el resto del mundo el centro de Norteamérica y el sur de África.

"El aumento de las temperaturas, las lluvias más energéticas y los fenómenos extremos generan una erosión más intensa" del terreno, explica Jorge Olcina. El Instituto Geográfico Nacional estima que más de dos terceras partes de la superficie española están expuestas a la desertificación y que hasta un 11 % del territorio sufre un riesgo alto.

En cuanto a la subida del nivel del mar, el Mediterráneo es una cuenca cerrada y, en principio, menos expuesta que otras costas por el deshielo de los casquetes polares. Pese a todo, el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático estima que el agua podría tragarse el 50 % del delta del Ebro y otras zonas en el mar Menor, el cabo de Gata o el golfo de Cádiz. En el mar Cantábrico y la fachada atlántica, la situación sería aún más grave: si el mar sube hasta medio metro, un escenario plausible, supondría la desaparición del 40 % de las playas.

Además, los pocos glaciares de montaña que perviven en España, como el de Monte Perdido en los Pirineos, están condenados a la desaparición en pocas décadas, ante la continua pérdida de masa de hielo. Y todos los ecosistemas y su biodiversidad se verán afectados por el calentamiento de la superficie terrestre.

"Nos esperan tres décadas en las que el calentamiento climático se hará evidente", asegura Olcina. "Aunque ahora paremos las emisiones, los efectos de la concentración de carbono en la atmósfera van a ser permanentes varias décadas", abunda Sergio Vicente. El objetivo ahora debe ser adaptarse y evitar que el deterioro sea aún más profundo y prolongado.