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El mapa del dolor de la Sala Bataclán: "Es como el cáncer, puede remitir, pero no estoy seguro de que se cure"

 Reportaje   Cinco Continentes  
  • Unas 350 víctimas de Bataclán declaran en el tribunal donde se juzgan los atentados islamistas del 13 de noviembre de 2015
  • Los psicólogos dudan de que consigan superarlo: “Nuestros hijos han sido asesinados y eso nos va a acompañar hasta el final"

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Reportajes 5 continentes - El mapa del dolor de la sala Bataclan

Durante cinco semanas, el tribunal donde se juzgan los atentados islamistas del 13 de noviembre de 2015 en París ha escuchado a las víctimas. Cerca de 350 testimonios de supervivientes heridos o traumatizados; de quienes perdieron a su pareja o a su hijo; o de personas aparentemente ilesas pero que no acaban de salir de aquella noche de viernes.

“Vivimos en un tiempo mucho más largo que el de los demás”, resumió una de ellas. "Ha sido una apisonadora de testimonios·, apunta Carolo Damiani, directora de Paris Aide aux Victimes, asociación de psicólogos a disposición de los testigos en el mismo Palacio de Justicia.

Carolo Damiani, directora de Paris Aide aux Victimes: “Ha sido una apisonadora de testimonios”

Las sesiones del juicio no se pueden grabar, pero los testimonios sí se pueden citar. Entre todos se teje un relato colectivo de la masacre y de sus efectos duraderos.

El tribunal ha oído lo estupendo que era el ambiente en el concierto de los Eagles of Death Metal, en la sala Bataclan hasta que irrumpieron los terroristas. Y cómo muchos pensaron que los primeros disparos eran petardos, parte del espectáculo.

“Sentí una quemadura por dentro y me desvanecí. En el suelo había ya una cantidad de sangre enorme. ¿Cómo era posible tanta sangre tan rápido?”, se preguntaba Hans. “Empecé a sentir frío y comprendí que me estaba muriendo. Una muerte mediocre: no vi una luz, ni un túnel, ni a nadie. Solo frío, mucho frío”.

"Un sonido de móvil, un disparo"

Primero fueron ráfagas rápidas de kalashnikov. Luego disparos espaciados. “Un grito, un disparo; un sonido de móvil, un disparo”, recuerda Bruno. En el suelo decenas de heridos, de muertos y de personas que se hacían las muertas.

“Lo que sentí no es miedo, va más allá del miedo”, trató de explicar Dominique. “Ahora me siento mortificada. Muy, muy muy triste”, les dijo esta treintañera a unos jueces siempre pacientes, que han dejado a las víctimas explayarse, relatar cosas que en rigor no aportan gran cosa para esclarecer los hechos desde el punto de vista penal”. “Durante años he sentido miedo y angustia, ahora es más bien una tristeza inmensa”, les expuso Hans.

Hans: “Durante años he sentido miedo y angustia, ahora es más bien una tristeza inmensa”

“Las heridas invisibles, el estrés postraumático, duran. Ni siquiera tenemos muy claro que lleguen a curarse. Como el cáncer: pueden remitir, pero no estoy seguro de que se curen”, explica a RNE Arthur Denouveaux, presidente de la asociación de víctimas Paris for Life.

Guillaume, la víctima 131

“Nuestros hijos han sido asesinados y ese dolor nos va a acompañar hasta el final de nuestras vidas”, se resigna Patricia Correia. Su hija, Precilia, murió en Bataclan. Como Juan Alberto, cuya madre, Cristina, llamó cobardes a los acusados; como Nathalie, cuyo padre, Patrick, sigue pagando el abono telefónico de su hija para escuchar su voz en el contestador.

Patrick sigue pagando el abono telefónico de su hija para escuchar su voz en el contestador

Guillaume salió ileso de Bataclan. Pero se suicidó dos años después. Herido por “disparos invisibles”, dice su padre. Su familia agradece a quienes dicen que los terroristas mataron a 131 y no a 130 personas. Porque así se acuerdan de él.