Enlaces accesibilidad
Cumbre del clima 2021

¿Para qué sirven las cumbres del clima? Éxitos y fracasos de Kioto a Madrid

  • La historia de las COP, entre las decepciones como la de Copenhague o acuerdos históricos como el de París
  • La pandemia y la dificultad de muchos países de asistir a la cumbre de Glasgow cuestionan la organización de la COP26

Por
Se espera que más de 20.000 personas acudan a la cumbre de Glasgow
Se espera que más de 20.000 personas acudan a la cumbre de Glasgow

Cada año, desde hace 26, miles de negociadores de todo el mundo viajan a algún punto del planeta para tratar de llegar acuerdos que frenen el impacto de la crisis climática. En la ciudad elegida, de Cancún a París, pasando por Madrid o Kioto, las cumbres del clima o COP se convierten en un pequeño universo climático en el que conviven mandatarios internacionales, empresarios y ecologistas, muchos con intereses contrapuestos.

Por ello, y por la dificultad de llegar a acuerdos por unanimidad entre casi 200 países, es habitual escuchar las palabras "decepción" o "fracaso" al término de cada conferencia, pero incluso los más críticos reconocen lo crucial de que funcione este instrumento de gobernanza climática global, creado hace tres décadas, cuando todavía se discutía sobre el alcance del cambio climático

En los primeros momentos, las cumbres apenas llamaban la atención de medios y opinión pública, aunque en los últimos años, conforme se hacían más evidentes los efectos de la crisis climática, se han convertido en eventos masivos de gran repercusión internacional. Se espera que la cumbre de Glasgow, que arranca este domingo, sea la más concurrida de todas, con más de 20.000 participantes, datos que contrastan con la exigua participación de las primeras conferencias. En la de Berlín, de 1995, se congregaron apenas unos 1.000 delegados nacionales y otros tantos activistas ecologistas.

Dos ciudades europeas han marcado la historia de las cumbres del clima, desde el fracaso de Copenhague en 2009 al éxito de París en 2015. Pero antes de llegar allí, hubo un largo y azaroso trayecto que comenzó en 1992. Aquel año, la ONU firmaba la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, lo que en la Cumbre de la Tierra de Rio de Janeiro daría lugar a la Conferencia de las Partes, COP por sus siglas en inglés. Las partes son los países firmantes de la Convención, y a día de hoy son 196 más la Unión Europea.

Kioto, el primer éxito

La capital alemana acogió la primera cumbre climática, presidida por la entonces ministra de Medio Ambiente, Angela Merkel. Sin apenas contenido, sirvió tan solo para abrir el camino a la cumbre de Kioto de 1997. En aquella cumbre, la COP3, se firmó el Protocolo de Kioto, que vinculaba jurídicamente a los países más desarrollados. Se comprometían a recortar las emisiones un 5,2% en el periodo de 2008-2012, todo un éxito para una conferencia internacional que apenas echaba a andar, aunque las decepciones no tardaron en llegar.

Las reticencias de los países más contaminantes hicieron que el protocolo no entrara en vigor hasta 2005, nueve cumbres después. Además, Estados Unidos, por aquel entonces el mayor emisor de gases contaminantes del mundo, no firmó el acuerdo y China, India o Brasil se quedaban fuera.

Cuando la vigencia de Kioto llegaba a su fin, todas las esperanzas estaban puestas en la cumbre de Copenhague en 2009. Se esperaba que los negociadores alcanzaran un ambicioso acuerdo global que fuera más allá de los compromisos anteriores. Pero esta COP nació muerta: antes de su comienzo el recién elegido presidente estadounidense, Barack Obama, rechazó firmar un pacto vinculante y el resultado final se limitó a un "acuerdo político" no vinculante que dejaba el problema para más adelante.

Acuerdo histórico en París

En la ciudad sudafricana de Durban (2011) sí que se consiguió extender Kioto, y se sentaron las bases de lo que sería el Acuerdo de París, aunque aquel año quedó manchado por la salida de potencias Rusia, Japón o Canadá del protocolo para no pagar la multa por el incumplimiento en sus compromisos de reducción de emisiones.

Finalmente la COP21 sería la decisiva. En 2015 los participantes de la cumbre en la capital francesa llegaron al acuerdo más importante hasta la fecha. El Acuerdo de París era jurídicamente vinculante para los 195 países firmantes -prácticamente todo el planeta-, que se comprometían a reducir sus emisiones para que el aumento de la temperatura global no superara los dos grados, 1,5 idealmente.

Las cumbres posteriores, como las de Marrakech en 2016, Bonn en 2017 o Katowice en 2018, sirvieron para terminar de perfilar algunos aspectos del acuerdo. La de 2019 correspondía a Chile, aunque la difícil situación del país por las protestas sociales llevaron a que la anfitriona fuera Madrid.

De la decepción de Madrid a la esperanza en Glasgow

En la capital española se esperaba que se cerraran los últimos flecos del Acuerdo de París, como la regulación de los mercados de emisiones de carbono. En Madrid el movimiento climático estaba en su máximo esplendor, con la huelga por el clima protagonizada por la joven activista sueca Greta Thunberg, las movilizaciones de los Viernes por el Futuro organizadas por los estudiantes y múltiples marchas que culminaron en la gran manifestación por el clima de Madrid, con decenas de miles de participantes y el discurso de Thunberg.

Sin embargo, las expectativas quedaron frustradas a pesar de que las negociaciones se retrasaron más de 40 horas y convirtieron la cumbre en la más larga de la historia. Se llegó tan solo a un acuerdo de mínimos por el que los países se comprometían a aumentar la ambición climática y a presentar sus objetivos nacionales de reducción de emisiones antes de la siguiente cumbre.

Inicialmente, esa cumbre se celebraría en Glasgow al año siguiente, aunque por la pandemia se retrasó hasta noviembre de 2021. Ahora la sede del evento, el Scottish Campus Event, conocido popularmente como el Armadillo, acoge a los miles de delegados que negociarán durante dos semanas todo lo que quedó pendiente en Madrid para que el Acuerdo de París esté plenamente operativo.

Entre una cumbre y otra ha cambiado mucho. La mayoría de países han presentado sus planes de reducción de emisiones (Contribuciones Determinadas a nivel Nacional o NDC por sus siglas en inglés) a los que se habían comprometido, unos planes que sin embargo, según la ONU son "insuficientes" para cumplir con el límite de aumento de temperatura acordado en París.

Estados Unidos, la UE y Reino Unido han elevado sus objetivos de recorte de emisiones para 2030 y todos ellos se han comprometido a llegar a la neutralidad de carbono en 2050, es decir, que todos los gases de efecto invernadero emitidos se vean compensados por su captura.

China también buscará esta neutralidad en 2060, aunque su plan no prevé una reducción de las emisiones en los próximos 10 años, sino "llegar al pico de emisiones antes de 2030". Otros países, como Australia, Rusia o Brasil han presentado planes que no suponen ninguna reducción y la India ni siquiera ha trasladado formalmente su NDC a la ONU.

Ello hace temer a muchos que no el consenso suficiente para considerar a Glasgow un éxito. "Muchas personas que participan en las negociaciones creen que en la COP26 no se alcanzará el objetivo de lograr compromisos lo bastante sólidos de reducción de las emisiones de efecto invernadero para que en 2030 estas se hayan reducido un 45 % con respecto a los niveles actuales", según escribe en The Conversation Shelley Ingliss, profesora de la Universidad de Dayton.

"Soy bastante optimista sobre el resultado de la cumbre. Hay datos esperanzadores: en 2020, el 70 % de todas las inversiones en nuevas energías en China eran renovables y el 85 % en el caso de India", cita Álvaro Rodríguez, experto en Medio Ambiente de la escuela de negocios IMF Smart Education y coordinador general para España de la organización The Climate Reality, fundada por el exvicepresidente Al Gore.

Una cumbre en pandemia

Además del contenido de las negociaciones, muchos participantes se muestran críticos sobre la organización de esta cumbre. Que se celebre todavía en pandemia, y en un país que vive un grave repunte de casos como Reino Unido, dificulta el acceso de delegados internacionales, especialmente aquellos de países donde la vacunación no está extendida. Para ello, los organizadores crearon un programa de reparto gratuito de vacunas, aunque siguen vigentes otras muchas restricciones, como cuarentenas, test diarios, el uso obligatorio de mascarilla y distancia social, etc.

Además, los altos precios de los viajes y el alojamiento complican la participación para cientos de delegados. El hecho de que el Gobierno británico decidiera que la cumbre se celebrara en Glasgow y no en Londres -con muchas más conexiones internacionales y diez veces más camas hoteleras- ha elevado el precio de asistir a esta cumbre. Un tercio de los países de las islas del Pacífico no enviará delegados ante este panorama.

Otro punto polémico en cada cumbre es su impacto económico y climático. Países como Fiji, el anfitrión de la COP23 no pudo organizarla en su territorio al carecer de la infraestructura necesaria. La cumbre de Copenhague costó 182 millones de euros, algo más que la de París, mientras que el coste de la de Glasgow sigue sin hacerse público.

La asistencia de miles de delegados de todo el mundo tiene también su huella ecológica. Según los datos del Gobierno polaco, el anfitrión de la cumbre de 2018, una cumbre con 20.000 asistentes emite unas 60.000 toneladas de CO₂, el equivalente a las emisiones de 7.000 casas al año, sobre todo, por viajar en avión.

Glasgow se ha comprometido a ser climáticamente neutral y para ello se potenciará el transporte eléctrico, se contratará a trabajadores locales y en el catering del evento habrá comida de proximidad y de temporada.