Ecuador vive bajo el estado de excepción para blindarse ante la violencia
- En Guayaquil la tasa de homicidios es de 16 asesinatos por cada 100 000 personas, el triple que la media mundial
Jony conoce Guayaquil como la palma de su mano tras 35 años circulando por la ciudad en su taxi. Durante este tiempo ha sido testigo de la comisión de muchos delitos y también ha sido víctima. Confiesa que ha sufrido unos 40 robos y que, a lo largo de su vida, le han disparado en tres ocasiones. Afortunadamente puede contarlo: en la última al delincuente se le encasquilló el revólver. Estas "anécdotas" las cuenta como si fueran gajes del oficio. "Soy conductor y en mi profesión es habitual. Pero yo creo que la policía hace todo lo que puede para frenar la delincuencia" afirma el taxista.
Anochece en la capital de la provincia del Guayas y aumentan las restricciones de tráfico. A partir de las 20 horas está prohibido que dos hombres circulen juntos en una misma moto. Es una de las medidas adoptadas para evitar el crimen. "Esta es la modalidad que suelen usar los sicarios para cometer las muertes violentas. Es la forma en la que ellos operan", explica a RTVE el coronel de la policía nacional a quien acompañamos durante un patrullaje.
En el litoral de Ecuador, a las puertas del Pacífico, Guayaquil se ha convertido en la ciudad más peligrosa del país. Los homicidios aquí se han duplicado con respecto al año anterior. La tasa es de 16 asesinatos por cada 100.000 habitantes y a finales de año podría superar los 20, según los cálculos de los expertos; la cifra triplica la media mundial.
El germen del narcotráfico
Hace casi dos semanas que el Presidente Guillermo Lasso decretó en Ecuador el estado de excepción por el incremento de la violencia, que el propio mandatario ecuatoriano atribuye al tráfico de drogas. Desde la activación de la alerta un fuerte despliegue militar y policial controla las calles permanentemente.
Aunque el peligro no es solo nocturno. Durante el día también se pueden ver escenas violentas. Tiroteos, robos a punta de pistola, persecuciones..., son algunas de las escenas que se repiten.
Pero lo que precipitó la declaración del estado de excepción fue la muerte, hace quince días, de un niño de once años en medio del fuego cruzado entre un ladrón y un policía en una heladería de la ciudad. "Aquí es el momento en el que entra el ladrón. Yo me encuentro con mis dos hijos en la barra. El hombre dispara y yo me tiro al suelo y quedo en medio de la balacera", explica Tomás Obando, el padre del menor fallecido, quien nos muestra la secuencia de los hechos en las imágenes de la cámara de seguridad. Lamenta que su hijo tenía cuatro impactos de bala en el cuerpo y que los médicos no pudieron hacer nada por salvarle. Mientras, el ladrón consiguió escapar.
Violencia descontrolada en la cárcel
La tensión no solo se respira en la ciudad, también en la principal cárcel de la provincia. El gobierno reconoce que todavía no ha recuperado el control de la penitenciaría del Litoral, una de las más grandes de Ecuador donde conviven unos 9.000 reclusos. El pasado mes de septiembre se produjo una masacre sin precedentes en el centro que dejó 119 muertos; sus cuerpos fueron desmembrados, degollados o quemados. Desde entonces sigue la espiral de violencia dentro de prisión donde varias pandillas luchan por el control de los módulos.
“Dentro sigue habiendo tiroteos, más muertos y heridos“
"Tengo miedo por mi hijo, ya ha cumplido su condena y tenía que haber salido hace unos días pero no me dan la boleta y dentro sigue habiendo tiroteos, más muertos y heridos" afirma sin poder contener el llanto María, es la madre de un recluso de 27 años.
Organizaciones de Derechos Humanos aseguran que la matanza se podría haber evitado y culpan al gobierno de ceder el control de las cárceles a los líderes de bandas. "El que manda dentro no es el celador es el mafioso. Aquí se le llama comandante y dentro de prisión tiene muchos privilegios" asegura Billy Navarrete del Comité Permanente por la Defensa de Derechos Humanos (CDH).
Pero, ¿qué relación tiene la violencia dentro y fuera de la cárcel? En Guayaquil no es ningún secreto el hecho de que hay crímenes que se ordenan directamente desde las prisión donde las organizaciones criminales mantienen vínculos con las redes de la calle. También favorece el aumento de los asesinatos la impunidad y el hecho de que en los barrios más marginados, donde operan estas bandas, hay jóvenes que se han dejado deslumbrar por el dinero fácil que mueve el crimen.
"La policía no tiene recursos adicionales"
"En el año 2014 se resolvía cerca del 40% de los homicidios y más o menos se investigaban unos 500 al año. Este 2021 tenemos la misma investigación, básicamente la policía no ha decrecido su productividad, sin embargo las muertes violentas han crecido. Quiero decir que la policía no tiene recursos adicionales para enfrentar esta ola de criminalidad", explica Daniel Pontón, decano de la Escuela de Seguridad y Defensa IAEN (Instituto de Altos Estudios Nacionales).
Pero, para la gobernación de la provincia del Guayas y los altos mandos militares y policiales, las redes sociales le están dando una dimensión exagerada a la situación. Aunque las autoridades reconocen que las muertes violentas han crecido y lo achacan a la droga. "Tienes una cadena logística, donde están los capos, narcos del exterior de las transnacionales de la droga que su negocio es la exportación y que le pagan con especie, con droga, a las bandas mafiosas delincuenciales locales por darle acompañamiento logístico. Pero ahora ven el negocio también en el micro tráfico local porque es rentable para ellos, producto de leyes permisivas del pasado", nos cuenta Pablo Arosemena, Gobernador del Guayas.
Mientras Guayaquil y otras ciudades ecuatorianas tratan de blindarse frente al crimen organizado, encima de la mesa se ha surgido de nuevo un polémico debate. La alcaldesa Cynthia Viteri es partidaria de que los inocentes porten armas para defenderse. Algunos apoyan su propuesta pero la mayoría lo desaconseja. Precisamente uno de los problemas que tiene el país es el tráfico ilegal, que favorece que haya delincuentes que vayan con revólveres por las calles.