Los nudos de la negociación en la cumbre del clima: así llegan los países más contaminantes a Glasgow
- La pandemia y la ausencia de propuestas ambiciosas de los países elevan la dificultad de alcanzar acuerdos en Glasgow
- Pese a las iniciativas de la UE o China y el retorno de EE.UU., las medidas son insuficientes para frenar el calentamiento global
Viejos desacuerdos y rivalidades, nuevas dificultades surgidas a la estela de la COVID-19 y la misma sensación de urgencia, de que el tiempo se acaba para luchar contra el cambio climático. La cumbre del clima que comienza este domingo en Glasgow tratará de desanudar unas complejísimas negociaciones para intentar articular un abanico de medidas conjuntas que sean verdaderamente eficaces para frenar el calentamiento global, una meta que en estos momentos parece difícil de alcanzar, mientras el mundo todavía se tambalea por el impacto de la peor pandemia en más de un siglo.
El paréntesis obligado que ha supuesto la COVID-19 en todo el mundo ha tenido la virtud de dar un levísimo respiro a la atmósfera -Naciones Unidas estima que las emisiones de gases de efecto invernadero se redujeron, por primera vez en décadas, un 5,6 % en 2020 , pero también el defecto de demorar la toma de decisiones. No solo porque aplazó un año esta COP26, sino porque postergó el cambio climático, el mayor desafío de la humanidad en este siglo, en la lista de prioridades de los gobiernos mundiales. "El cambio climático ha bajado posiciones en la agenda y los compromisos se han retrasado", señala Alejandro Caparrós, catedrático de Economía de la Energía en la Universidad de Durham.
Sin embargo, los problemas siguen engordando. La Organización Meteorológica Mundial advertía esta misma semana de que la concentración en la atmósfera de dióxido de carbono (CO2), el principal gas de efecto invernadero, registró un nuevo récord el año pasado y se situó en 413 partes por millón. Y a medida que la economía se recupera, las emisiones retoman la senda creciente que tenían hasta 2019, el último año con datos desagregados.
Este verano, el sexto informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) dibujaba distintos escenarios en función de distintos factores, especialmente la evolución de las emisiones de gases contaminantes. Incluso en un escenario de emisiones intermedias, que ahora mismo está lejos de alcanzarse, la temperatura media del planeta subiría dos grados ya en 2040, cuando el Acuerdo de París marca ese límite para todo el siglo, mientras que en 2100 la subida rebasaría los 2,7 grados.
"La trayectoria que tenemos en estos momentos es claramente insuficiente para cumplir los objetivos del Acuerdo de París. De hecho, estamos más bien rondando los tres grados", corrobora Xavier Labandeira, catedrático de Economía en la Universidad de Vigo y uno de los economistas ambientales que participan en la elaboración de ese sexto informe, del que solo se ha publicado una primera parte relativa a los efectos físicos del cambio climático.
Las emisiones siguen aumentando
El grueso de las emisiones sigue concentrado en un puñado de países: los diez principales emisores vertían en 2018 más del 63 % de los gases nocivos causantes del calentamiento global que se acumulan en la atmósfera. Por encima de todos ellos destaca China, que representa cerca del 24 % de las emisiones de todos los gases de efectos invernadero (dióxido de carbono, metano, óxido nitroso y ozono, sobre todo) y casi un 29 % de las emisiones de dióxido de carbono.
Le sigue Estados Unidos, con más de un 11 %, e India, con el 6,6 %, casi la misma cantidad que el conjunto de la Unión Europea. Rusia se sitúa en el quinto lugar, con poco menos de 4 %, seguido de Indonesia, Brasil, Japón, Irán y Canadá. Según los datos de Climate Watch, una plataforma del World Resources Institute que evalúa las políticas ambientales, cinco de los diez primeros emisores han incrementado sus emisiones desde 2005, algunos como China e India incluso un 70 %.
Dado su peso, el impulso de estos grandes contaminantes es esencial para que la cumbre de Glasgow consiga acuerdos significativos. En este sentido, la Unión Europea vuelve a enarbolar la bandera con las medidas más ambiciosas: su compromiso conjunto es reducir sus emisiones un 55 % en 2030 respecto a 1990 y alcanzar la neutralidad climática en 2050, si bien cada uno de los Estados miembros determinará cómo alcanzar el objetivo.
Estados Unidos, por su parte, regresa a la primera línea del ambientalismo multilateral después de que Donald Trump sacara al país del Acuerdo de París. Joe Biden ha vuelto a suscribirlo y estará presente en Glasgow con su compromiso de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero entre un 50 % y un 52 % respecto a los niveles de 2005, así como de alcanzar las cero emisiones netas también en 2050.
"Es una buena noticia, sin duda", concede Lara Lázaro, economista ambiental e investigadora principal del Real Instituto Elcano, aunque señala que la credibilidad de Washington puede estar dañada: "La retirada del Acuerdo de París es el segundo default [incumplimiento] climático de Estados Unidos, tras la no ratificación del protocolo de Kioto. La desconfianza de que algo así no vuelva a ocurrir en unos años está presente".
Avanzar hacia la neutralidad climática
En cuanto a China, uno de los principales impulsores del Acuerdo de París, ha presentado compromisos como el de adelantar su pico de emisiones de CO2 a antes de 2030 o el de no financiar plantas de carbón fuera de sus fronteras, un paso que Lázaro califica de "fundamental". Pero su principal novedad es que por primera vez se ha impuesto un horizonte de neutralidad en las emisiones de dióxido de carbono, fijado en 2060.
La neutralidad climática, esto es, la compensación de emisiones contaminantes hasta alcanzar un nivel de cero emisiones netas, es uno de los grandes objetivos que se pretende que adopten las 197 partes (196 países y la Unión Europea) que suscribieron el Acuerdo de París y que estarán presentes en la COP26. Hasta el momento, según el recuento de Climate Watch, 13 países lo han establecido por ley -entre ellos, España-, 45 como objetivo político y tres lo han incluido en proyecto de ley, aunque otros 79 están debatiendo cuándo y cómo fijarlo.
"Es significativa la cantidad de países que se han adherido al compromiso de cero emisiones netas, aunque en la mayoría de los casos no esté en los Compromisos Nacionales Adquiridos (NDC), incluyendo Estados Unidos y China", resalta Alejandro Caparrós. Además, hay dos que ya han alcanzado ese objetivo de emisiones netas cero, Surinam y Bután.
Y tan relevantes son los compromisos de los grandes emisores como los de los países más pequeños. De hecho, los mayores contaminantes en relación con el tamaño de su población son países como Catar, Baréin y Emiratos Árabes Unidos. Pero la lucha contra el cambio climático es un juego colaborativo puesto que el aire no entiende de fronteras, de forma que los esfuerzos de unos son inútiles sin los del resto.
En este sentido, serán también determinantes en las negociaciones las posturas de los países en desarrollo, bien porque no acaben de estar convencidos de la necesidad de adoptar medidas, como ocurre con el Brasil de Jair Bolsonaro, o porque la economía pese más en sus prioridades que el clima, especialmente tras el embate de la pandemia, como le puede suceder a India.
Involucrar a todas las partes
"Los países en desarrollo no han recibido todo el apoyo necesario para vacunarse, para reponerse de los impactos de la crisis, y sus prioridades son distintas", señala Lara Lázaro, que avisa de que eso complica una agenda de negociaciones que, además, está sobrecargada: "Con las conversaciones virtuales, ha habido menos avances previos que con las conversaciones cara a cara, y hay muchos elementos que siguen pendientes".
Uno de esos asuntos pendientes, de los más espinosos, es completar los 100.000 millones de dólares anuales prometidos para el Fondo Verde para el Clima. Los países desarrollados se comprometieron a aportar ese dinero para respaldar las políticas climáticas de los países en desarrollo a partir de 2020, pero aún existe una brecha sin cubrir de 20.000 millones, lo que mina la confianza en el Acuerdo de París.
"Hay que intentar que estos países confíen en las instituciones internacionales, no solo cuando se les piden esfuerzos, sino en la medida en que reciben apoyo, y no solo en asuntos climáticos", recalca también Xabier Labandeira, que apunta también al reparto de vacunas. "Si tú tienes una vacunación muy incompleta y no hay expectativas de completarla, no ayuda a ser proactivo contra el cambio climático, porque hay que recuperar la actividad económica en un contexto muy difícil. Hay que evitar que la recuperación sea 'marrón' y no 'verde'".
Todas estas dificultades superpuestas se resumen en que las medidas son, en términos generales, aún insuficientes para frenar el calentamiento global. "Llegamos a la COP26 con los compromisos sin cumplir", advierte Lara Lázaro, que se remite al último informe de la secretaría de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, de junio de este año. Ese informe estimaba que las medidas prometidas por los 113 países que en ese momento habían presentado nuevos NDC reducirían las emisiones un 13 % en 2030 respecto a 2010, pero si se tienen en cuenta las políticas de las 197 partes, "las emisiones subirían un 16,3 %, cuando el IPCC dice que deberían estar entre un 25 % y un 45 % por debajo de las de 2010".
"Queda bastante para que estemos en los términos del Acuerdo de París", coincide Alejandro Caparrós, quien, pese a todo, abre una puerta a la esperanza: "Hace diez años se hablaba de una subida de tres grados [en la temperatura del planeta]; hace un par de años, de 2,6 grados; y ahora, con las últimas estimaciones que incorporan a Eestados Unidos y a otros países, podemos estar entre 2,4 y 2,5 grados. Hay un pequeño optimismo, vamos hacia allá, pero ni mucho menos estamos ahí todavía". De la cumbre de Glasgow depende que se acelere o se frene la esa lucha contra el cambio climático.
Los aspectos clave de la negociación en la COP26 de Glasgow
Las 197 delegaciones que se reunirán en Glasgow tienen por delante casi dos semanas para desatascar una abultada agenda de asuntos pendientes, de los que los más apremiantes son los siguientes:
Compromisos Nacionales Determinados (NDC)
Son la expresión formal de las medidas y políticas que cada país está dispuesto a llevar a cabo para alcanzar el objetivo conjunto de limitar la temperatura por debajo de dos grados al final de siglo. Aunque cada país elige en qué términos expresa sus compromisos, se centran fundamentalmente en dos aspectos: reducción de emisiones y horizonte temporal para alcanzar las cero emisiones netas.
Desarrollo del Acuerdo de París: el artículo 6
Uno de los asuntos más complejos y durante más tiempo postergado es cómo permitir que los países colaboren para cumplir los objetivos de reducción de emisiones, es decir, cómo desarrollar un mercado de emisiones global. Eso requiere traducir a términos comparables las medidas dispares incluidas en los NDC, además de otros problemas, por ejemplo, decidir si los créditos generados por el protocolo de Kioto seguirían siendo válidos en el nuevo mercado.
Fondo Verde del Clima
Es el dinero que los países desarrollados prometieron transferir a los países en desarrollo para apoyar sus políticas contra el cambio climático, 100.000 millones de dólares anuales que no están llegando en su totalidad. Los países en desarrollo suelen incluir en sus NDC un objetivo de reducción de emisiones sin condiciones y otro, más elevado, condicionado a la recepción de esas ayudas, que son claves para sostener la confianza en el Acuerdo de París.
Período de cumplimiento y renovación de los NDC
Ahora mismo no existe un plazo determinado para los objetivos de los NDC, lo que abre la puerta a los incumplimientos. Algunas partes, como la Unión Europea, plantean que se establezca un plazo -por ejemplo, de cinco años- para revisar las promesas hechas, obligando a aumentar los compromisos en cada revisión.
El marco reforzado de transparencia
Relacionado con lo anterior, es necesario fijar cómo y en qué términos informan los países de sus progresos, para permitirles acceder a las ayudas o al intercambio de derechos de emisión en un futuro mercado global. Hay consenso en dar flexibilidad a los países en desarrollo, pero es esencial dimensionar correctamente el problema del cambio climático para combatirlo adecuadamente.