Nicaragüita en el exilio: la diáspora que huye de la dictadura de Ortega y Murillo
- ACNUR calcula que más de 100.000 nicaragüenses han abandonado el país desde el año 2018
- Cualquiera que ose criticar al gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo puede ser considerado traidor a la patria
El mojón es la piedra que separa la frontera sur de Nicaragua con el estado de Costa Rica. Los cuatro miembros del equipo de En Portada nos dirigimos hacía ese lugar desde la ciudad tica de Upala, seguimos las indicaciones del navegador por un camino de lodo y piedras que en más de una ocasión hace crujir nuestras vértebras.
Creemos que vamos a toparnos con una frontera cerrada a cal y canto pero, para nuestra sorpresa, no encontramos a ninguna autoridad y llegamos a una aldea nicaragüense que goza del estatus de “zona de libre comercio”. En el Nica Mall, como se conoce popularmente esta pequeña localidad, uno puede comprar a buen precio desde cualquier tipo de fruta a souvenirs de dudosa certificación artesana.
El ambiente es aparentemente festivo, aunque algunos "detalles” indican que no estamos precisamente en un lugar de paz. Junto a la entrada del bar “La Amistad” llama la atención un cartel que prohíbe entrar al local con armas de fuego. Sentimos los cuchicheos y las miradas de la gente. Recordamos que algún que otro vecino nos había advertido con antelación: “Mejor no grabéis dentro de territorio nicaragüense porque está prohibido tomar imágenes de Nicaragua”, - "Pero si no están", respondimos, - “Da igual, lo van a saber”.
Y así es. Lo saben. A los pocos minutos, un par de soldados del ejército nicaragüense nos interceptan. Para entonces la cámara ya está en tierras de Costa Rica pero aún con todo y con esto pretenden que les entreguemos el material porque “está totalmente prohibido grabar en dirección a Nicaragua, aunque la cámara se encuentre en otro país”.
Ante una orden tan absurda como la de prohibir enfocar hacia una parte del paisaje quemamos nuestro último cartucho para realizar el reportaje en Nicaragua. Antes de viajar habíamos solicitado oficialmente un permiso de grabación que jamás fue atendido por las autoridades diplomáticas nicaragüenses. Por eso nos alejamos de Nicaragua y ponemos rumbo a Nicaragüita.
La pequeña y frágil Nicaragüita
A tan sólo 30 kilómetros de la frontera, en territorio de Costa Rica, crece la pequeña y frágil Nicaragüita. Es una comunidad formada por campesinos exiliados. Cuando en 2018 la dictadura Ortega/Murillo muestra su cara más feroz contra los opositores ellos también fueron perseguidos. Los que pudieron salvarse de la cárcel o de las balas tomaron el camino del exilio y alquilaron tierras –con ayuda de ACNUR- para sobrevivir en el país vecino.
En los últimos años, y según datos del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), cerca de 100.000 personas han abandonado Nicaragua. Hay quien estima que la cifra podría haberse duplicado en estos últimos meses porque, lejos de amilanarse ante la presión de la comunidad internacional, el régimen de Daniel Ortega no disimula. Cualquier persona es sospechosa por el simple hecho de opinar diferente.
“Eran estudiantes no eran delincuentes”
En abril de 2018 la policía y el ejército tenían orden de disparar a matar. Todo empezó con una manifestación contra la reforma del seguro social que fue brutalmente reprimida. Como contrarréplica los estudiantes se alzaron por todo el país y el dolor no hizo más que empezar. Se contabilizaron casi 400 asesinatos por las fuerzas del orden y comenzó una escalada de detenciones que a día de hoy sigue.
El colectivo “Madres de abril” representa a las familias de las víctimas de la represión, la mayoría de ellos son jóvenes. Muchas de esas madres han pasado de velar en Nicaragua los cadáveres de sus hijos, a huir al exilio de Costa Rica por el simple hecho de exigir justicia para los asesinados.
Es el caso de Yadira Córdoba a cuyo hijo, de 15 años, le voló la cabeza un paramilitar. Ha estado amenazada durante un año por hablar en público. Al final no ha tenido más remedio que exiliarse al país vecino donde malvive en un cuarto realquilado de menos de ocho metros cuadrados en el que la memoria de su hijo Orlando ocupa todos los rincones.
Al grito de “eran estudiantes no eran delincuentes” Yadira y otras madres aprovechan cualquier ocasión para denunciar la represión y lo que ellas denominan “la farsa electoral” de Daniel Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo.
150 presos políticos y unas elecciones con trampa
Nicaragua celebra elecciones presidenciales el próximo 7 de noviembre. Daniel Ortega opta a su quinta reelección con las cartas marcadas. Las principales formaciones opositoras han sido ilegalizadas y más de una treintena de políticos han sido encarcelados, entre ellos siete aspirantes a la presidencia. Lo permite la ley 1055 de defensa de los derechos del pueblo - aprobada en 2020 por un parlamento controlado por los fieles de Ortega- y que se resume en estas pocas palabras: cualquier crítica que pueda ser negativa para el régimen es constitutiva de delito de traición a la patria.
Así las cosas, las detenciones están a la orden del día y las cárceles, atestadas de gente de toda índole y condición: políticos, empresarios, estudiantes, profesionales, intelectuales, periodistas, etc. Las organizaciones humanitarias reportan diariamente informes que acreditan todo tipo de vulneración de los más elementales derechos humanos.
Encarcelar la palabra
En Nicaragua no hay libertad de prensa. Las redacciones se cierran por orden gubernamental y la lista de informadores exiliados no deja de crecer.
Pero “la palabra no se puede encarcelar” opina el cantautor Luis Enrique Mejía Godoy. Tanto a él, como a su hermano Carlos, les ha costado caro renegar de la dictadura. El gobierno ha ilegalizado este verano la fundación educativa que lleva sus apellidos. También ha prohibido la actividad a otras 80 ONG que operaban en el país.
Los hermanos Mejía Godoy se suman a la larga lista de intelectuales que una vez fueron orgullosos embajadores culturales de la revolución sandinista que liberó a Nicaragua del yugo del dictador Somoza. Como los escritores Sergio Ramírez o Gioconda Belli que, en este nuevo tiempo, forman parte de esa Nicaragüita frágil y pequeña que vaga en el exilio.