Los cinco argumentos de la ciencia frente al escepticismo climático
- Analizamos cada jornada los bulos que circulan en redes sociales
- Escríbenos por Whatsapp al 659 800 555 y verificamos por ti los mensajes que recibas
El mundo contemporáneo tiende a polarizar a las sociedades con opiniones encontradas, y el cambio climático no es una excepción. Para sacar el debate de las trincheras del enfrentamiento y devolverlo al territorio abierto de la ciencia, el primer paso es perderle el miedo a dialogar con los que piensan de otra manera, porque existen preguntas directas que se pueden responder basándose en hechos y en datos procedentes de fuentes fiables.
John Cook, uno de los divulgadores más citados en contenidos sobre el clima, escribió en 2019 un estudio titulado “Entendiendo y confrontando la desinformación sobre el cambio climático”. Consideraba cinco puntos de conflicto entre los defensores de medidas contra el calentamiento global y los que niegan el fenómeno. Conocer esas líneas básicas del desencuentro es importante para conversar con conocimiento de causa.
- Tendencia: ¿Se está calentando la Tierra?
- Atribución: ¿Es el ser humano la causa?
- Impacto: ¿Son o serán serias las consecuencias?
- De respuesta: ¿Una regulación de los gases resolverá el problema?
- De integridad: ¿Son de fiar los autores de los estudios?
¿Se está calentando el planeta?
Sí, se está calentando. Concretamente 1,02 grados centígrados de media respecto a la media del periodo 1951-1980 según la NASA. Existen mediciones científicas de la temperatura en la Tierra desde 1880. Durante el s. XIX y la mitad del XX hubo estabilidad térmica, pero en la década de 1950 se produjo un primer salto y a partir de 1980 otro todavía mayor. El Panel Intergubernamental sobre el cambio climático de Naciones Unidas concluye que el incremento de la temperatura es de entre 0,8 °C y 1,2 °C respecto a la era preindustrial (1750) y que la tendencia actual es el incremento de la temperatura de la Tierra entre 0,1 ºC y 0,3 ºC cada década.
En este tuit, el meteorólogo estadounidense Ed Hawkins nos muestra el aumento de las temperaturas en un gráfico circular explicativo.
¿Es el ser humano responsable del calentamiento del planeta?
Sí lo es. Existe una relación directa entre los gases de efecto invernadero incorporados al aire por la acción humana y el incremento de la temperatura de la Tierra. Como explica la página “Causas del cambio climático” de la Comisión Europea, algunos gases actúan como un cristal en un invernadero, atrapando el calor del sol e impidiendo que se filtre al espacio exterior causando el calentamiento global. Estos gases son liberados de muy distintas formas tanto naturales como artificiales. Sin embargo, existe una coincidencia clara entre el aumento exponencial del nivel de estos gases (especialmente el CO₂) y el momento en que empezó la industrialización humana.
Según indica la Organización Meteorológica Mundial (OMM) en su informe “Otro año, otro récord” de octubre de 2021, la concentración de CO₂ alcanzó las 413.2 partes por millón en 2020, lo que equivale a multiplicar por 2,5 los niveles previos a 1750. Otros gases implicados en el efecto invernadero como el metano han multiplicado su presencia en un 262%.
¿Habrá consecuencias serias si el aumento es de unos pocos grados?
Sí. Serán muy serias y condicionarán el futuro de millones de personas. El hecho de que la temperatura esté subiendo sin que haya consecuencias catastróficas visibles hoy no es más que la constatación de que la respuesta del clima a los gases de efecto invernadero arrastra una enorme inercia tanto para lo bueno como para lo malo. Según Petteri Taalas, Secretario General de la OMM, “la última vez que la Tierra experimentó un nivel de CO₂ similar al de ahora fue hace entre 3 y 5 millones de años cuando la temperatura era entre 2º C y 3º C más alta que ahora y el mar estaba entre 10 y 20 metros por encima de los niveles actuales”. Talaas añade: “pero entonces no había 7.800 millones de personas”.
Esta inercia entre la acción (incremento de los gases) y la reacción (subida de la temperatura) nos va bien ahora porque retrasa las peores consecuencias unos años. Sin embargo, también juega en nuestra contra pues incluso si dejáramos de interferir en la composición del aire de golpe, se tardaría décadas en revertir el calentamiento global que se está generando desde el inicio de la actividad industrial.
¿Cuáles serán estas consecuencias exactamente?
Anticipar con exactitud qué sucederá dentro de 50 años no es sencillo pero existen elementos suficientemente sólidos para explicar dónde se producirán los principales cambios como consecuencia del aumento global de las temperaturas. Según la Unión Europea, una primera repercusión será el deshielo y el aumento del nivel del mar.
El cambio de estado del hielo en el polo norte no afectará al nivel del mar pero sí el del polo sur y en las áreas polares sobre tierra firme. La combinación de ambos factores erosionará las áreas costeras respecto a su situación actual. Otra consecuencia será la mayor frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos como inundaciones o sequías.
Según el estudio académico “Incremento en las tendencias de olas de calor regionales”, publicado en la revista Nature, la gravedad y la frecuencia de las olas de calor se han intensificado en muchas de las áreas climáticas del planeta desde 1950. Los periodos de calor extremo más perjudiciales se están dando en el este del Mediterráneo, partes de África y de Sudamérica donde estos episodios son cada vez más largos y más asfixiantes (más de 10 ºC de incremento por década). La Agencia de Protección Ambiental del gobierno de EE.UU. (EPA) realiza un seguimiento puntual de 58 indicadores que van desde el tamaño de los glaciares a la temporada de polen pasando por la actividad de los huracanes o la temperatura de los lagos. En todos ellos aparecen signos preocupantes que nos dicen que los cambios no son algo del futuro sino del presente.
¿Es la regulación de los gases la solución al problema?
Esta pregunta despierta cierta controversia pues no todo el mundo lanza el mismo mensaje. En el extremo más combativo estarían organizaciones globales como "Extintion Rebellion" que, junto a otros grupos de activistas, denuncian que los gobiernos "se mienten a sí mismos y nos mienten a nosotros". Para ellos las medidas de regulación de gases son completamente insuficientes y reclaman "emisiones cero lo antes posible" (en algunos manifiestos hablan de 2025).
Los gobiernos se han pronunciado a través de la llamada Conferencia de las Partes (COP) organizada por la ONU. En 2015, 192 países alcanzaron un acuerdo de consenso sobre cambio climático en la capital de Francia. El texto del “Acuerdo de París” dice que la reducción de emisiones “antropógenas” (generadas por el ser humano) es el camino para frenar el cambio climático y que los países firmantes (125 hasta hoy) se comprometen a “mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 °C con respecto a los niveles preindustriales durante la segunda mitad del siglo, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5 °C”. Amparados por este acuerdo,gran número de países han hecho esfuerzos por reducir su aportación de CO₂ a la atmósfera. Alemania, por ejemplo, afirma haber reducido ya sus emisiones en un 35%. Según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, en España las emisiones de gases de efecto invernadero no pararon de crecer hasta 2007. Desde entonces han ido bajando hasta alcanzar en 2020 (año de menor actividad por la pandemia) el mismo nivel que tuvieron en 1990. Periódicamente este Ministerio publica una “Nota informativa sobre el Avance de Emisiones de Gases de Efecto Invernadero” donde se ofrece información detallada de los indicadores españoles.
Existe un tercer conjunto minoritario que coincide en identificar el calentamiento global como una consecuencia muy grave de la acción humana pero se pronuncia contra las medidas adoptadas en foros como la COP por ser caras e ineficaces. Varias de estas propuestas se agrupan alrededor del "Centro de Consenso de Copenhague" y de su cara más reconocida, el cientifico danés Bjørn Lomborg. Esta institución se especializa en analizar las políticas públicas desde una perspectiva del coste/beneficio. En su último libro, Lomborg defiende que los gobiernos se equivocan cuando reclaman la reducción de gases pues esta política es carísima y no conseguirá los objetivos anunciados. En su lugar propone un gran aumento de la inversión en tecnologías limpias de investigación y desarrollo y en ingeniería del clima.
¿Son de fiar los autores de los estudios?
Los artículos científicos publicados son prácticamente unánimes y llegan, en esencia, a una misma conclusión sobre el calentamiento global. Sin embargo, siguen apareciendo textos que sostienen que “la comunidad científica está dividida” ante el cambio climático. Una encuesta del centro de análisis Pew Research Center de EE.UU. afirmaba que para el 43% de los estadounidenses no hay consenso entre los científicos sobre el tema. Al igual que sucede en el ámbito de la Covid-19, la ideología política se relaciona con la respuesta pues esa visión de falta de consenso es mayoritaria entre los votantes republicanos. Es una percepción que no se corresponde con la realidad.
En contra de lo que es habitual en la mayoría de campos, el grado de consenso entre los científicos cuando identifican el cambio climático, sus causas y sus remedios es abrumador. Este artículo de la revista Investigación Ambiental ha analizado una muestra de 6.000 artículos extraídos de un total 88.125 publicaciones sobre el tema y concluye que “el consenso científico sobre que el cambio climático contemporáneo está causado por el ser humano” es superior al 99%.
En resumen: independientemente de la ideología que defienda cada uno y de las distintas aproximaciones que pueda haber ante el cambio climático, hay hechos contrastados que no son moldeables a partir de nuestras opiniones. La Tierra se está calentando, la causa es humana, las consecuencias serán muy serias y tanto la mayoría de los gobiernos del mundo como la práctica totalidad de los científicos coinciden en que rebajar nuestras emisiones de gases de efecto invernadero puede frenar el proceso.