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Cumbre del clima 2021

La COP26 llega a su ecuador: ¿qué se ha avanzado hasta ahora y cuáles son las tareas pendientes?

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Un mural pide acción en la cumbre del clima de Glasgow
Un mural pide acción en la cumbre del clima de Glasgow.

A una semana del final de la cumbre del clima de Glasgow, delegados y activistas aprovechan para hacer balance de los avances hasta el momento, y de las tareas pendientes por negociar en la recta final, que se espera decisiva. Si en los primeros días la cumbre fue un desfile de personalidades, desde mandatarios mundiales a Leonardo DiCaprio o Greta Thunberg, ahora comienza el grueso de las negociaciones, que determinarán el éxito o fracaso de la COP26.

La primera semana, que comenzó con la 'Cumbre global de líderes' y la presencia de jefes de Gobierno o de Estado de más de 100 países, estuvo cargada de acuerdos rimbombantes, aunque no vinculantes. Se anunciaron pactos de decenas de países para la reducción del metano, el fin de la deforestación o la inversión de los bancos para financiar la lucha contra el cambio climático de los países más vulnerables.

Si se cumplen, todos ellos podrían contribuir significativamente a reducir el aumento de la temperatura del planeta. De hecho, la Agencia Internacional de la Energía concluyó que los nuevos anuncios y compromisos nacionales de países como India limitaría el calentamiento global a 1,8 grados, un avance considerable teniendo en cuenta que con los actuales compromisos el mundo se dirige a un calentamiento "catastrófico" de 2,7 grados.

Pero el nudo de las negociaciones es otro: cerrar el último apartado pendiente de Acuerdo de París el mercado de emisiones, y ampliar la ambición en la reducción de emisiones. En juego está mantener con vida el objetivo que se fijó en aquella histórica cumbre de 2015 de que la temperatura global no aumente más 1,5 grados, para así evitar los efectos más catastróficos del cambio climático.

¿Para qué sirve una cumbre del clima?

Metano, bosques y carbón: primeras victorias

El primer acuerdo no tardó en llegar. El martes Estados Unidos y la Unión Europea apadrinaron un ambicioso pacto para reducir las emisiones de metano, el segundo gas que más contribuye al calentamiento global, en un 30% para 2030. Se sumaron más de un centenar de países, pero no algunos de los principales contaminantes, como Rusia, China o India. Tanto el presidente estadounidense, Joe Biden, como la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, reivindicaron la importancia de un pacto "histórico", aunque al no ser vinculante se trata tan solo de una declaración de intenciones.

Al mismo tiempo se anunciaba otro acuerdo, este impulsado por Reino Unido, para frenar y revertir la deforestación en la próxima década. Lo firmaron más de un centenar de países que representan el 90% de los bosques del mundo, incluidos Brasil, República Democrática del Congo o Indonesia. Desde el movimiento climático cuestionaron el compromiso contra la deforestación del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, cuando en su mandato se ha acelerado la tala ilegal de la Amazonia.

Sobre el pacto se cierne la sombra de la duda, ya que anuncios vacíos anteriores, como la Declaración de Nueva York de 2014, no tuvieron prácticamente ningún efecto: la tala masiva no solo no se ha reducido, sino que ha aumentado.

Por detrás de los compromisos están las razones geopolíticas. Estados Unidos quiere liderar la lucha climática después de la salida del expresidente Donald Trump del Acuerdo de París, mientras que la Unión Europea busca mantener su estatus como el actor más ambicioso en la reducción de emisiones.

El jueves llegaba otro pacto: más de 40 países se comprometían a abandonar progresivamente el carbón, el combustible más contaminante, en lo que el presidente de la COP, Alok Sharma, "el fin del carbón ya está a la vista". En el pacto, firmado por España, Polonia o Chile, no están los países que más carbón consumen: China, Estados y Australia. Y de nuevo, tampoco es vinculante.

Optimismo por los objetivos de India y decepción por los de China

El Acuerdo de París establecía que cada cinco años los países tenían que presentar a la ONU sus planes de reducción de emisiones, y que estos debían aumentar progresivamente su objetivo de recorte. Como el año pasado no hubo cumbre por la pandemia, en Glasgow se revisa por primera vez si los países cumplieron con lo acordado.

Antes de la cumbre, de las principales potencias emisoras solo habían presentado planes que mejoraban los compromisos anteriores EE.UU. y la Unión Europea, y aun así eran insuficientes para lograr el objetivo de París. Pero a lo largo de estos días, sobre la bocina, han actualizado también sus planes otros países como China, el principal contaminador del mundo, o India, el tercero.

Pekín, que en los últimos dos años había dado un giro de timón a su discurso sobre el clima y había hecho anuncios esperanzadores como el fin de la inversión a centrales de carbón en el extranjero, presentó un plan decepcionante para científicos y activistas. Prácticamente no modificaba sus objetivos de 2015 y se comprometía a llegar a las cero emisiones netas –cuando el dióxido de carbono capturado compensa el emitido- en 2060, aunque sin medidas para reducirlas a corto plazo.

El de India fue mucho mejor recibido por los científicos. Fijaba por primera vez un objetivo de cero emisiones netas en 2070, y prometía producir la mitad de su energía con energías renovables en 2030. Su anuncio, el primer día de la cumbre, llegó por sorpresa, ya que el subcontinente había sido muy reticente a poner fechas a la reducción de emisiones.

Otras potencias contaminantes, como Rusia, Australia o Arabia Saudí han presentado planes que ni siquiera suponen un avance respecto a sus compromisos de hace un lustro.

¿Qué queda por negociar?

No es fácil saber cómo van las negociaciones. Muchas de ellas se celebran a puerta cerrada y en algunas se ha vetado el acceso a observadores de ONG aduciendo motivos sanitarios, lo que los ecologistas han criticado duramente hasta el punto de considerar la cumbre de Glasgow la más "excluyente", según declaró Greta Thunberg.

Las negociaciones, según los borradores que da a conocer periódicamente la ONU, se centran principalmente en el Artículo 6 del Acuerdo de París, que quedó sin desarrollar en la capital francesa, y que no se ha podido cerrar en las diferentes cumbres que se han celebrado desde entonces, como la de Madrid en 2019.

En él se trata la creación de un mercado global de emisiones de dióxido de carbono como el que ya existe en la Unión Europea, y que ha permitido en gran parte la reducción de emisiones de sus miembros. Queda pendiente firmar la letra pequeña de este mercado, que se llamará 'Mecanismo de Desarrollo Sostenible' y crear otras formas de cooperación fuera de él, como ayudas al desarrollo verde.

El otro punto caliente de las negociaciones es el de la inversión de 10.000 millones de dólares al año de los países más ricos a los más pobres. El punto clave de la justicia climática, una de las principales reclamaciones de los ecologistas, es uno de los aspectos que menos ha avanzado desde París.

Crecen las polémicas

El Gobierno de Boris Johnson decidió en 2020 retrasar un año la celebración de la cumbre, con la esperanza de que la pandemia hubiera remitido. Sin embargo, Reino Unido vive un aumento constante de casos de coronavirus y hospitalizaciones, y en la COP26 ya se han registrado los primeros contagios, como el del alcalde de Los Ángeles, Eric Garcetti.

Además, las estrictas medidas de seguridad, como las largas cuarentenas para países en lista roja, o la exigencia de vacunación, han hecho imposible el acceso a los delegados de países menos desarrollados y con menor acceso a los sueros.

Por si fuera poco, muchos de los que sí pudieron llegar a Glasgow a pesar de todas las medidas y las múltiples pruebas de coronavirus exigidas denunciaron haberse quedado fuera del Scottish Event Campus, el lugar de las negociaciones, en los primeros días. La organización había acreditado a más personas de las que permitía el aforo.

Los activistas van aumentando la presión sobre los negociadores. El sábado se concentraron en Glasgow 100.000 personas, según los organizadores, que reclamaban el fin del "bla, bla, bla" y las palabras vacías en las negociaciones, para pasar de una vez a la acción. Se trata de una protesta con pocos precedentes históricos, confirmó la Policía escocesa.

Mientras, desde este domingo hasta el próximo día 10 se desarrolla la contracumbre o 'Cumbre de los pueblos', con un intenso programa de charlas, taller y movilizaciones por la ciudad. La ciudad más poblada de Escocia será, durante la segunda semana de cumbre, la capital mundial del activismo climático.