Israel paraliza la polémica subasta de sellos con los que se tatuaba a prisioneros en Auschwitz
- Un tribunal de Tel Aviv ha suspendido la puja, y adoptará una decisión final el próximo 16 de noviembre
- Organizaciones de supervivientes del Holocausto recurrieron a la justicia al considerar una “inmoralidad” la subasta
¿Es moral e incluso legal vender los troqueles con los que los nazis marcaron a cientos de miles de prisioneros en el campo de exterminio de Auschwitz? Es lo que debe determinar la justicia israelí ante la subasta pública de ocho placas con agujas tan pequeñas como una uña, pero que fueron utilizadas para causar un daño atroz.
“El dueño del artículo tiene derecho a hacerlo. Tiene los documentos en regla, pero la justicia tiene que decidir”, asegura a RTVE Meir Tzolman, el encargado de la casa de subastas Tzolman en Jerusalén. Hace unas semanas abrieron la puja en su web e inmediatamente llegó la polémica. Mientras algunos pujaban por el kit, el Centro de Organizaciones de Supervivientes del Holocausto en Israel recurría a la justicia al considerar una “inmoralidad” la subasta. Un tribunal de Tel Aviv la ha suspendido y tomará una decisión final el próximo día 16.
“Para mí es un crimen”, asegura categórico Avraham Harshalom, que a sus 96 años, muestra el antebrazo donde los nazis le marcaron su número de recluso. Hace años que decidió retirarse ese trozo de piel en el que ahora hay una gran cicatriz, que le recuerda cada día el horror. El trozo de piel no lo tiró. Lo tiene enmarcado en su casa. No quiere olvidar.
Beneficio económico y dolor
La subasta del artefacto con el que los nazis marcaron como ganado a cientos de miles de judíos, comunistas, homosexuales y a todo el que se oponía al régimen, tiene un componente histórico indudable, pero comerciar con ello genera una gran polémica. “Nadie debería sacar beneficio de algo que causó tanto dolor”, afirma Danny Dayan, director de Yad Vashem, el museo dedicado al Holocausto en Jerusalén. “Esos artículos deberían estar aquí, donde podemos restaurarlos y exponerlos en su contexto para que los visitantes comprendan lo que supusieron”.
“Estoy de acuerdo en que estos troqueles estén en el museo”, añade Meir Tzolman, nieto, por cierto, de supervivientes del Holocausto. “Algunos de los interesados en ellos, y que han empezado a pujar, dicen que lo hacen para después donarlos al museo. Y nosotros hemos renunciado a la comisión”, nos explica al preguntarle por su papel en toda esta polémica.
Hasta 40.000 euros podrían pagar por el kit, que incluye un pequeño libro de instrucciones. Hasta el momento en el que la subasta fue paralizada, la puja superaba los 3.000 euros. En una semana, un juez decidirá si es legal seguir con la subasta o no. El componente moral de la misma es algo que escapa a la propia justicia.