Cien años del PCE: de la revolución y el 'No pasarán' al Gobierno de España
- El Partido Comunista de España nació en 1921 como una escisión del socialismo y al albor de la Revolución rusa
- Su protagonismo durante la oposición franquista no se tradujo en éxito electoral con la llegada de la democracia
El Partido Comunista de España (PCE), uno de los actores esenciales en la historia española contemporánea, cumple este mes de noviembre 100 años desde su fundación. Un período lleno de vaivenes, con logros brillantes y etapas oscuras de las que la formación ha sabido sobreponerse de distinta manera; tanto que en la actualidad dos militantes comunistas, Yolanda Díaz y Alberto Garzón, se sientan en el Consejo de Ministros del Gobierno de España, una circunstancia que solo se había producido durante la Guerra Civil.
Sin embargo, el partido ha tenido también que adaptar su ideología para convivir detro del sistema capitalista y ha visto disminuir su militancia desde la transición, pasando de los cerca de 200.000 afiliados que tenía en 1977 a los 10.000 actuales.
Los orígenes del PCE hay que buscarlos en los movimientos revolucionarios de finales del siglo XIX y, sobre todo, en los inicios del siglo XX, cuando el sistema de 'turno pacífico' -por el cual liberales y conservadores se alternaban en el poder- entró en crisis, agravada por la Primera Guerra Mundial.
En plena contienda se produjo la Revolución rusa, lo que también dividió a los militantes del PSOE entre los partidarios de seguir fieles a la Segunda Internacional o sumarse a la Tercera Internacional, alentada por la URSS y de vocación comunista.
"En general, las facciones revolucionarias de la socialdemocracia rechazaron el apoyo a la guerra y fueron encontrando un camino de aproximación común", asegura a RTVE.es José Luis Martín Ramos, catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona y autor de diversos libros sobre el socialismo y el comunismo, el último de los cuales, Historia del PCE (Editorial Catarata), acaba de ver la luz.
De esas escisiones en el bloque socialista español surgieron dos nuevas formaciones, el Partido Comunista Español -en el que ya figuraba como militante Dolores Ibárruri, 'Pasionaria', - en 1919 y el Partido Comunista Obrero Español, en 1920. Un año después, y a instancias de Moscú, ambas formaciones se fusionaron durante una conferencia celebrada en Madrid entre el 7 y el 14 de noviembre de 1921 adoptando el nombre de Partido Comunista de España, de inspiración marxista y vocación obrera. Su primer secretario general fue Antonio García Quejido, tipógrafo de profesión.
Inicios complicados
Los primeros pasos del PCE son complicados. Con la Revolución rusa como espejo, sus dirigentes y militantes pronto tuvieron que pasar a la clandestinidad con el golpe de Estado y la posterior implantación de la dictadura de Primo de Rivera, lo que hizo que quedara reducido a la mínima expresión. Ni siquiera la proclamación de la II República (1931) supuso un impulso para un partido que rechazó apoyar al nuevo régimen por su carácter "burgués".
"Pero ese partido, que tenía una posición simplista y sectaria, que consideraba que no podía apoyar la República porque es burguesa, da un giro, como todo el movimiento comunista, cuando adopta la política del Frente Popular. Y a partir de ese momento crece políticamente y desde el punto de vista de la militancia y del impacto en la sociedad", afirma Martín Ramos.
De ese modo, el PCE -que en diciembre de 1933 había conseguido el primer diputado comunista de la historia de España, Cayetano Bolívar Escribano- se integra en el Frente Popular, que reúne a todas las fuerzas de la izquierda y que logra la victoria en las elecciones de febrero de 1936, aunque los comunistas rechazan formar parte del Gobierno.
Será durante la Guerra Civil que arranca el 18 de julio de 1936 cuando el PCE tome una mayor responsabilidad en el Frente Popular y se produce un notable incremento de la afiliación, hasta superar los 300.000 militantes. Surge en este momento la figura de Dolores Ibárruri 'Pasionaria', diputada por Oviedo que, con el lema 'No pasarán', se convierte en uno de los símbolos de la España republicana.
"La figura de Pasionaria reforzaba la idea que defendía al Frente Popular de que la lucha contra los sublevados era la lucha por la independencia de la nación frente a unos militares y unos grupos fascistas que se habían sublevado con el apoyo de potencias exteriores. Pasionaria es efectivamente una figura simbólica, a la que se hacía analogía con Agustina de Aragón", cuenta el historiador José Luis Martin Ramos.
Además, el PCE rompió su postura inicial y accedió a la petición del socialista Francisco Largo Caballero para que dos de sus miembros formaran parte del Consejo de Ministros republicano: Vicente Uribe (Agricultura) y Jesús Hernández Tomás (Instrucción Pública y Bellas Artes).
Del exilio a la 'reconciliación nacional'
Pero tras tres años de resistencia, los sublevados lograron la victoria y Franco impuso una larga dictadura en la que los militantes y simpatizantes de izquierdas, entre ellos evidentemente los del PCE, fueron duramente represaliados o tuvieron que tomar camino del exilio.
Los dirigentes comunistas españoles se reparten entre México, Francia y la URSS y sus satélites, con una dirección dividida geográficamente en la que primero Pasionaria y luego Santiago Carrillo se irán haciendo con el poder, a la vez que se esfuman las esperanzas iniciales de que el desenlace de la Segunda Guerra Mundial llevara consigo la caída del régimen franquista.
Son años en los que el partido es incapaz de articular una dirección dentro de la península y que intentará desgastar al régimen a través de la lucha armada que llevaban a cabo los guerrilleros del maquis, aunque su trascendencia fue limitada. El PCE está muy condicionado por la URSS en un momento en el que comienza la Guerra Fría y el comunismo se convierte en el principal enemigo para Estados Unidos y también para las democracias europeas, lo que de algún modo da aire a Franco.
Sin embargo, a mediados de los años 50 el panorama comienza a cambiar. En el ámbito estudiantil y en el laboral despiertan los primeros movimientos reivindicativos y en 1956 el PCE, en el que Santiago Carrillo y Fernando Claudín se hacen con la dirección política, aprueba una declaración de 'reconciliación nacional', que apuesta por considerar el futuro político "sin venganzas ni segundas vueltas".
"Es un hecho fundamental, pues considera que el proceso ha de hacerse por vías pacíficas y democráticas; la violencia, en todo caso, la pondrá el régimen pero no quienes luchan por la libertad", afirma Martín Ramos.
Para el historiador, Santiago Carrillo es "el dirigente de la aplicación de esa línea política que, con aciertos y errores, es una línea política de éxito y que sitúa al PCE en el primer plano en el momento de la muerte de Franco".
En esos años finales de la dictadura el Partido Comunista se sitúa como el actor principal de la oposición al régimen, incluso por delante de un PSOE que, hasta el Congreso de Suresnes de 1974, no va a realizar una transición entre la vieja guardia y los jóvenes socialistas liderados por Felipe González y Nicolás Redondo.
En ello juega un papel destacado Comisiones Obreras, sindicato independiente pero vinculado en sus orígenes al PCE, que surge en los años sesenta y logra un importante auge del movimiento obrero en una España que pasa de ser rural a industrial, al menos en los grandes núcleos de población. Detrás de las protestas de carácter económico y laboral hay, por supuesto, una serie de reivindicaciones políticas que van a calar en una generación de españoles que ya no vivió la Guerra Civil.
Fin de la dictadura y legalización
Con la muerte de Franco, la postura del PCE, sin dejar de ser crítica, permite bajar la intensidad de las protestas, lo que a la postre resultará esencial para los primeros movimientos del Gobierno de Adolfo Suárez, que inicialmente se resiste a la legalización del partido, a pesar de que Carrillo lleva ya meses en España.
En enero de 1977, la matanza de los abogados de Atocha, varios de los cuales eran militantes comunistas, precipita los acontecimientos y el 9 de abril de 1977, en plena Semana Santa, el PCE es legalizado, pese a la oposición de los sectores más reaccionarios de la política española.
"Esa legalización, a la que se ve forzado Suárez, expresa la potencia del poder político que ha tomado el Partido Comunista; Suárez vio claro que sin legalizar al PCE no podía consumar la transición", comenta el historiador Martín Ramos.
Sin embargo, las elecciones constituyentes de junio de 1977 suponen una decepción para el comunismo español, que suma 1,7 millones de votos y 20 diputados, ocho de ellos del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC). En el PCE existía la sensación de que, tras años de lucha y oposición al franquismo, los réditos los recogía el PSOE, que desde ese momento comenzó a postularse como clara alternativa de poder.
La imagen de la constitución de aquellas Cortes fue ver a históricos dirigentes comunistas que tuvieron que exiliarse o fueron represaliados durante el Franquismo ocupar con orgullo su escaño en el Congreso, entre ellos Pasionaria, Rafael Alberti, Gregorio López Raimundo, Marcelino Camacho o el propio Santiago Carrillo.
Arrancó entonces un debate interno, liderado por Carrillo, para distanciar al partido de la URSS, a través de la vía que se conoció como 'eurocomunismo'. Una estrategia que pareció dar resultados en las municipales y las generales de 1979, en las que el PCE alcanzó los 23 escaños.
División interna y salida de Carrillo
Sin embargo, la división interna hizo mella en la formación a partir de la década de los ochenta, cuando comenzó a discutirse el liderazgo de Carrillo. Los hechos se precipitaron tras las elecciones de 1982, que consumaron el ascenso del PSOE al poder y dejó al PCE con apenas 846.000 votos y cuatro diputados, lo que motivó la dimisión de Santiago Carrillo.
"Ese resultado del 82 es el que hace que la crisis del PCE entre en barrena. Yo creo que antes de ese resultado las crisis eran más o menos manejables, pero efectivamente, el resultado del 82 es demasiado duro", señala el autor de Historia del PCE.
El elegido para liderar la nueva etapa es el asturiano Gerardo Iglesias, en lo que parecía una solución continuista. Sin embargo, el nuevo secretario general inicia una línea propia de la que surgirá la coalición Izquierda Unida, en la que el PCE es un actor principal pero no el único, ya que integra a otros partidos a la izquierda de la socialdemocracia. Las movilizaciones para exigir la salida de España de la OTAN fueron el caldo de cultivo de este plataforma, que reunía a sectores descontentos con la política del PSOE de Felipe González.
Pero las expectativas tampoco se cumplieron en las urnas e Izquierda Unida no fue capaz de traducir en escaños la decepción que supuso para algunos sectores de la izquierda la socialdemocracia de González. Solo la llegada a la secretaría general del exalcalde de Córdoba Julio Anguita dio un impulso al proyecto, aunque debido a la ley electoral fue incapaz de sacar a los más de 2,6 millones de votos que llegó a alcanzar en 1996, que se tradujeron en solo 12 diputados.
Anguita, lastrado también por su problemas de salud, abandonaría el liderazgo en IU y la secretaría general del PCE en 1998, que quedó en manos de Francisco Frutos, iniciando un período de acercamiento entre PCE y PSOE que fue desastroso para la coalición, cayendo hasta los siete diputados en los comicios de 2000, los de la mayoría absoluta de Aznar.
La situación se agravó con Gaspar Llamazares, coordinador general de Izquierda Unida desde 2000, quien practicó una política de acercamiento con el PSOE y enfrentamiento con el PCE que resultó un fracaso en las urnas, hasta el punto de que en las generales de 2008 IU solo logró un escaño, el del propio Llamazares.
Nueva etapa y confluencia con Podemos
De manera interna, y de la mano de Frutos, comenzó un proceso de reconstrucción del PCE, aunque sin abandonar IU. Un camino que han seguido sus sucesores al frente del partido, José Luis Centella (2009-2017) y el actual, Enrique Santiago.
A ellos les tocó afrontar el debate interno sobre la conveniencia o no de integrarse en Podemos, una nueva fuerza política, liderada por Pablo Iglesias, que surgió al albor de las protestas del 15M de 2011 y que amenazaba con apoderarse del espacio a la izquierda del PSOE, hundido electoralmente debido a la crisis.
Finalmente los comunistas, como el resto de IU, formaron parte en las elecciones generales de noviembre de 2019 de la candidatura Unidas Podemos que, aunque no logró elevar el resultado obtenido por las dos candidaturas por separado, les permitió formar parte del Gobierno de coalición de Pedro Sánchez, en el que figuran dos militantes del PCE, Yolanda Díaz y Alberto Garzón.
No es el final, sino un paso más en un largo camino para un partido que, según los historiadores, ha tenido un peso decisivo dentro de los acontecimientos políticos y sociales de la historia contemporánea de España, y que en la actualidad cuenta con presencia institucional: además de los dos ministros citados, dos europarlamentarios, diez diputados autonómicos, más de 600 concejales y 27 alcaldes, incluyendo el de una capital de provincia, Zamora.
"Uno puede estar de acuerdo o no, pero no puede negar la aportación importante que tuvo el PCE, sobre todo en la época de la Segunda República, que incluye la Guerra Civil, y durante la dictadura. Y aún sigue teniendo su papel, que evidentemente es mucho más complejo y tiene que responder a retos nuevos", concluye José Luis Martín Ramos.