Ceuta, medio año después de la crisis migratoria: "Muchos menores han dejado de confiar en el sistema"
- Más de 400 niños y adolescentes siguen en la ciudad y decenas de ellos viven en la calle por miedo a ser deportados
- En mayo, la llegada de 10.000 personas a la ciudad autónoma puso al límite su sistema de acogida
Hace seis meses, Ceuta vivía la mayor crisis migratoria de la ciudad autónoma en pleno pulso diplomático de Marruecos a España. El enclave, de apenas 85.000 habitantes, se vio desbordado. Más de la mitad de los adultos fueron devueltos al país vecino inmediatamente, mientras que para los más de 1.000 menores que llegaron a la ciudad se tuvo que improvisar un sistema de acogida diseñado para ser provisional, pero que ha resultado ser permanente.
La situación de los menores era especialmente delicada. En un primer momento, se les trasladó a las naves del Tarajal, donde se hacinaban cientos de niños y adolescentes en precarias condiciones. Muchos se escaparon por miedo a ser deportados y empezaron a esconderse por las calles de Ceuta, una situación que se ha mantenido hasta la actualidad.
"Están repartidos por la periferia, donde creen que no van a llamar la atención", explica a RTVE.es Mustafa Abdelkader, responsable de la ONG ceutí Luna Blanca. Su organización tiene un comedor social que alimenta a 350 adultos y 60 menores de los que llegaron en la crisis de mayo, todos ellos en situación de calle. No hay datos oficiales de cuántos menores viven fuera del sistema de acogida.
Los adolescentes, cuenta, prefieren dormir a la intemperie antes que acudir a los centros de acogida temporal. "Piensan que estando recluidos en el centro no van a contar con la posibilidad de cruzar el charco, que sigue siendo su objetivo", señala. La mayoría tienen entre 13 y 15 años, asegura, y quieren llegar a la Península de cualquier manera, en los bajos de camiones o subiéndose como polizones a los barcos, aunque se jueguen la vida.
Además, hay 425 niños acogidos en varios centros para menores, según datos de Save the Children. Mientras se estudia cada caso individual para decidir su futuro, los menores de 16 están escolarizados y algunos de los mayores en programas de Formación Profesional, aunque la organización denuncia "no es viable que se queden en Ceuta, un lugar de 18 kilómetros cuadrados que no tiene la capacidad de darles una respuesta e incluirles en la sociedad", según denuncia Catalina Perazzo, directora de Incidencia Social y Política de la ONG.
Agosto: las devoluciones que lo cambiaron todo
En un primer momento, "no había un plan de contingencia para este tipo de llegadas", cuenta. Los recursos "no cumplían las condiciones para una acogida digna", aunque eso fue mejorando con el tiempo. El área de menores de Ceuta empezó, junto a las organizaciones sociales, a estudiar individualmente la situación de cada niño para decidir si se optaba por la reagrupación familiar en Marruecos o en España, o se le ofrecía la posibilidad de solicitar asilo.
"Pero todo se fue al traste cuando comenzaron las devoluciones ilegalesdenuncia Perazzo. El día 13, casi tres meses después del inicio de la llegada de migrantes, el Ministerio de Interior activó la repatriación de menores en virtud de un acuerdo bilateral que tenía con Marruecos. Se devolvió a medio centenar de personas, entre las críticas de la ONU, el Defensor del Pueblo y ONG como Amnistía Internacional o la propia Save the Children.
La Justicia suspendió cautelarmente las devoluciones y más tarde las paralizó completamente, al considerar que se incumplía la Ley de Extranjería y el derecho internacional, que impide la repatriación colectiva de menores y solo lo contempla para mayores de edad.
Aunque ya era tarde, continúa Perazzo, ya que en ese momento "se generó un ambiente de incertidumbre y de preocupación en los chavales, muchos se fugaron y dejaron de confiar en el sistema". Ahí comenzó el periplo por las calles de Ceuta para muchos, que siguen con miedo de ser atrapados y ser devueltos, aunque ya no exista esa posibilidad.
Abdelkadir comenta que muchos se esconden en la zona de las playas, el cementerio o la antigua cárcel. "Cuando salen a por la comida no vienen todos para no ser descubiertos. Viene uno y pide comida para tres, y se la damos en un tupper", relata. Asegura que quienes viven en la calle no tienen más ayuda que la que les dan ellos u otros voluntarios locales.
“Cuando salen a por la comida no vienen todos para no ser descubiertos“
Cuando comenzó la crisis, se desató una oleada de solidaridad entre los vecinos ceutíes. "La colaboración en las primeras fechas era, algo increíble, era casi obligado por la condición de solidarios que tenemos en Ceuta", cuenta con orgullo el responsable de Luna Blanca. Con el tiempo, y mientras la ciudad empezó a habilitar espacios permanentes de acogida, fue debilitándose esta red.
Muchos se juegan la vida para llegar a la Península. Varios jóvenes explicaron a RTVE en agosto que las mafias les pedían hasta 4.000 euros por cruzar el Estrecho en lanchas y motos de agua. Para ellos, volver a Marruecos no era una opción. "Estaríamos peor de lo que estamos aquí. En Marruecos solo tienes tres cosas: o estás en la cárcel, en una tumba o enganchado a alguna droga", contaba uno de ellos a RNE.
El 99% de menores no quiere volver
Los datos recogidos por Save the Children tras entrevistar a más de 600 menores dan la razón a los testimonios recogidos en verano. Un 98,6% asegura que no quiere regresar a su país, y uno de cada tres denunció haber sufrido abusos y violencia física en su lugar de origen.
"Hay casos de chicos que estaban ya viviendo en la calle en Marruecos. Por ejemplo, llama mucha atención los casos de hijos nacidos fuera del matrimonio, algo que allí te condena a la exclusión", detalla Perazzo. Otros casos extremos son los de niños de seis o siete años que han tenido que dejar de estudiar para ponerse a trabajar, u otros perseguidos por ser LGTB.
Este último es el caso de Osama, que con solo 17 años huyó a la desesperada por la persecución que sufría por parte de las instituciones y de su familia en Marruecos. "Me gustaría estudiar peluquería e ir a Madrid para estar tranquilo", asegura a La hora de la 1.
El 23% de los menores entrevistados es susceptible de solicitar asilo. El problema, según la portavoz de la ONG, es que "la protección internacional para los menores de edad no se conoce bien, ni entre los chavales, ni entre los propios profesionales", que ya consideran que al ser menores están protegidos.
Pero ser considerado refugiado proporciona una protección específica, explica. Por ejemplo, "atención psicológica, centros especializados para víctimas de explotación sexual, o servicios para personas con enfermedades mentales". También entra otra particularidad: si el solicitante de asilo no quiere, no está permitido pedir información al país de origen, como sí que está ocurriendo con la mayoría de menores.
El día a día de los menores en las escuelas de Ceuta
En esta espera por su futuro, 200 niños y adolescentes han entrado en el sistema escolar español, dentro de aulas de acogida, aunque la integración no es fácil. Abdel-Shelam Hamed Amar es profesor técnico de servicios a la comunidad y trabaja en uno de los centros a los que acuden estos menores para formarse. Explica que "la principal barrera es la idiomática", ya que muchos no habían ido antes a la escuela y apenas hablan español.
"Nuestro trabajo en el aula es crear un ambiente de inmersión lingüística para que manejen el castellano cuanto antes", subraya. "El 100% de los chicos dicen que no quieren volver a Marruecos. Cada uno tenía su caso concreto, pero lo que tienen en común es que estaban pasando una situación económica muy precaria. Quieren llegar a la Península para trabajar o seguir estudiando y poder ayudar a sus familias", ha contado a RNE.
Hasta el momento, en los institutos han tenido "resultados muy satisfactorios" y constatan que los niños están aprendiendo el idioma. La mayoría de ellos tienen relación con España: el 75% proviene de localidades fronterizas, zonas empobrecidas como Castillejos, Rincón y Tetuán, y muchos son hijos de porteadoras y trabajadores fronterizos, según los datos de Save the Children.
Ayú es uno de los adolescentes que acude al instituto Luis de Camoens. Está contento de estudiar allí por las tardes. "Me sirve para estudiar, para trabajar. En el futuro quiero ser médico para poder ayudar a la gente", asegura.
Batalla política por los menores migrantes
La llegada masiva de migrantes hizo crecer la tensión en la ciudad durante los meses posteriores. En el plano político, Vox se enfrentó en repetidas ocasiones al presidente de la ciudad, el ‘popular’ Jesús Vivas, al acusarle de "pasividad" y culparle de la crisis, y a los diputados del Movimiento Dignidad y Ciudadanía, mayoritariamente musulmán.
El líder de Vox, Santiago Abascal, acudió pocos días después de la llegada de migrantes a la ciudad a dar un mitin, que terminó derivando en disturbios. En ellos resultaron heridos siete agentes y hubo dos detenidos.
En redes, se duplicó el discurso de odio contra los migrantes magrebíes tras la crisis. Según datos del Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia, dependiente del Gobierno, los mensajes discriminatorios en plataformas como Twitter, Facebook o Instagram pasaron del 7,9% de los contenidos analizados en los meses anteriores al 15,9%.
Pese a ello, los menores "viven ajenos a todo eso", afirma Abdelkader. "Su preocupación es salir a la península y el 100% no quiere volver a Marruecos. Quieren poder ayudar a sus familias, y para eso se tienen que ir fuera", indica.
Perazzo reclama que se vuelvan a poner en marcha los repartos por comunidades. En mayo, todos los territorios salvo La Rioja aceptaron la petición del Gobierno para acoger a 200 menores. Los traslados "han funcionado muy bien porque se han tenido en cuenta las especificidades de los menores", y algunas autonomías han ofrecido más plazas y han acogido a más personas de las que se comprometieron a hacerlo.
En algunos casos, cuando los jóvenes cumplieron la mayoría de edad, siguieron acogiéndolos. Un buen ejemplo, asegura la portavoz de la ONG, que se debería ampliar para dar una solución a cientos de vidas en espera.