La Palma, dos meses bajo el fuego del volcán
- Muchos palmeros se han ido a otras islas de Canarias o a la Península, y algunos ya no volverán
- "Está afectando a la vida normal de toda la isla, no solo a la zona cero", afirman sus habitantes
- Del tremor volcánico a la calidad del aire: siete claves de 60 días de erupción en La Palma
- Erupción en La Palma, en directo | Especial La Palma
La erupción de La Palma cumple este viernes dos meses sin que se vislumbre aún su final, aunque las señales parecen indicar que se encuentra ya en fase decreciente, a pesar del aumento de la sismicidad y del tremor de los últimos días. Los niveles de dióxido de azufre, que es uno de los indicadores más importantes para predecir el fin de la erupción, se han desplomado, pero los especialistas advierten de que aún deben descender más y mantenerse en el tiempo. Eso sí, todos coinciden en que, al menos a corto plazo, la actividad del volcán continuará.
El volcán ya ha superado la duración media de las erupciones históricas ocurridas en La Palma, que se sitúa en torno a 55 días. La más larga, hasta ahora, ha sido la del Tehuya, en el siglo XVI, que se prolongó durante 84 días. La más corta, la del Teneguía, en 1971, con 24. Precisamente esta fue la última erupción subaérea que se produjo en las Canarias antes de la actual, pero surgió en una zona deshabitada, que tampoco afectó a cultivos, por lo que se convirtió en un espectáculo que reconcilió a la población palmera con la naturaleza volcánica de su isla. "Nosotros habíamos perdido la percepción de lo que es vivir en un territorio volcánico activo, y no éramos conscientes de que pudiera producirse algo como lo que estamos sufriendo. La erupción del Teneguía fue hace 50 años, y teníamos el recuerdo de un volcán 'amable', como se le llamó. Pero ahora no nos hemos encontrado con eso, sino con un volcán que ha tenido, tiene y tendrá un impacto muy importante en la sociedad palmera; que no esperábamos, y que ha afectado a muchísimas viviendas, medios de vida, trabajos, infraestructuras…", expone a RTVE.es Claudia Rodríguez, investigadora del Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan).
Ahora, para referirse a este volcán que aún no tiene nombre, la población palmera emplea términos como "Bestia" o "Bicho". Su resuello furioso puede escucharse hasta en el último rincón del Valle de Aridane, un territorio malherido por los ríos de fuego que avanzan ladera abajo y desembocan en el océano Atlántico, donde también se han llevado por delante Los Guirres, esa idílica playa escondida entre plataneras que permanecerá ya para siempre bajo miles de toneladas de lava.
Pero el aliento sombrío del volcán se ha extendido al resto de La Palma. La ceniza expulsada, que no deja de caer del cielo como una lluvia de arena, ha cubierto toda su superficie, oscureciendo esta isla antes verde y luminosa. Son los "Indianos de negro", como algunos habitantes de la capital, Santa Cruz, la han bautizado, en referencia a su fiesta más popular, en la que lanzan polvos de talco. El humor siempre ha sido uno de las mejores armas para hacer frente a la desgracia, aunque hay quien no ha podido soportarlo más y ha optado por huir.
"Muchos palmeros se han ido a otras islas e incluso a la Península, a casas de familiares. Algunos lo han hecho temporalmente, pero otros ya no volverán. Incluso dentro de La Palma hay gente que simplemente no quiere cruzar la Cumbre. Que está en el lado este de la isla y no quiere cruzar al lado oeste, donde se encuentra el volcán, porque le da miedo el Bicho”, cuenta a RTVE.es Lourdes Labrador, presidenta de Cruz Roja comarca este de La Palma, quien desde que comenzó la erupción ha acompañado a las personas evacuadas y les ha prestado apoyo psicológico.
"Llevamos dos meses viviendo debajo de un volcán, con restricciones para salir a la calle por gases, por la ceniza… La isla está negra ahora mismo... El agua está afectada en todas las zonas", prosigue esta trabajadora humanitaria, quien cree que "hasta que la erupción no acabe, no se va a ver realmente la magnitud de destrucción que hay, ya no solo en las casas, sino en las personas, porque muchísimas personas están afectadas indirectamente". "Vivir bajo un volcán crea estrés, y aunque tu casa esté bien, no puedes salir a la calle, o los niños no pueden ir al colegio por la calidad del aire... El problema es para toda la isla, porque está afectando a la vida normal de todo el mundo, ya no solo a la zona cero", recalca.
Un volcán "muy traidor"
Los científicos confían en que los indicios de disminución del dióxido de azufre, así como la tendencia general de la sismicidad a decrecer, sean la antesala del final de la erupción, aunque tampoco pasan por alto el carácter inestable de este volcán, lo que hace difícil cualquier pronóstico. "No podemos cantar victoria todavía, porque este volcán es muy traidor. De repente lo ves tranquilo, y a los cinco minutos empiezas a ver una columna de gases enorme, y explosiones…", describe Rosa Mateos, geóloga del Instituto Geológico y Minero de España, quien aprovecha un descanso en su trabajo de campo dentro de la zona de exclusión para atender telefónicamente a RTVE.es. "Yo lo que he aprendido es que no te puedes fiar un pelo de este volcán, y que siempre vamos un paso por detrás. Nos va dando señales, y nosotros las vamos midiendo, pero siempre por detrás. Es imposible que nos adelantemos a él", continúa.
"Recientemente, he hablado con un señor de aquí de La Palma y me ha dicho que ya tenían el nombre para este volcán, el Azorrado, refiriéndose a que un zorro es una persona de la que no te puedes fiar, muy traicionera; y pensé que lo había definido perfectamente", cuenta Mateos.
La ambiéntologa experta en riesgos Claudia Rodríguez destaca que "con este volcán todo ha sido muy rápido, muy cambiante", y recuerda la velocidad a la que se produjo la fase preeruptiva, cuando en el plazo de apenas una semana comenzó la sismicidad y se produjo la erupción. "Es un volcán que nos sorprende constantemente y cada día estamos viendo un volcán diferente", explica.
Con gofio y cebolla
Un volcán traicionero y caprichoso que ya se ha llevado una parte de la vida de esta isla, mientras sus habitantes capean como buenamente pueden esta erupción que ya pesa demasiado en el ánimo de los palmeros, aunque no a todos por igual. "Quienes lo están llevando mejor tal vez son los mayores, porque están más acostumbrados a las penurias, a trabajar la tierra, a salir adelante. A ese 'con gofio y cebolla vamos a todos los sitios', que decimos aquí. Pero la juventud, e incluso las generaciones adultas más jóvenes, lo estamos llevando peor", manifiesta Lourdes Labrador, de Cruz Roja.
"Todo el mundo recordaba el volcán Teneguía como algo bonito, y al principio lo comparaban y pensaban que iba a ser igual. Pero no es igual, para nada. Ahora ha arrasado", añade esta psicóloga, quien augura que "cuando pare el volcán y seamos conscientes de lo que nos queda por delante, vamos a necesitar muchísima ayuda, porque esto va a ser una labor de muchos años".