Un estudio revela que haber sufrido un ictus triplica la mortalidad tras pasar la COVID-19
- Así lo expone un grupo de investigación del Hospital del Mar tras analizar a más de 90.000 pacientes
- Las personas menores de 60 años que han sufrido un ictus hemorrágico tienen cinco veces más riesgo de morir
Las personas menores de 60 años y que han sufrido algún tipo de ictus tienen tres veces más probabilidades de morir después de padecer la COVID-19, según afirma un estudio del grupo de investigación neurovascular del Hospital del Mar (Barcelona).
El estudio, publicado por la revista médica Stroke, recoge los datos de 91.629 pacientes diagnosticados en Cataluña desde el 1 de febrero al 31 de julio de 2020 y asegura que sufrir un ictus previo a padecer la COVID-19 aumenta el riesgo de mortalidad, independientemente de padecer otras enfermedades cardiovasculares o demencia.
Los datos muestran que 5.752 pacientes, un 6,27% del total, habían sufrido un ictus antes de la infección. El grupo de investigación afirma que el 30% de los pacientes murieron tras pasar la COVID-19, mientras que solo murió el 9% de los pacientes que habían superado el coronavirus y no habían sufrido ningún tipo de ictus antes de ello.
El resto de pacientes fueron analizados hasta final de año y se les hizo un seguimiento. "Todo indica que el hecho de que se incremente la mortalidad después de la COVID-19 en este colectivo es porque sufren un mayor grado de discapacidad derivado del ictus, es decir, tienen, entre otros, problemas de movilidad con lo cual, en caso de una infección, es más probable que esta sea más grave a nivel respiratorio, ya que tienen más problemas para ventilar o tragar", ha explicado Elisa Cuadrado, médica adjunta de Neurología y autora principal del estudio.
Tiempo y edad: dos factores claves
Los investigadores han determinado que el tiempo es un factor clave a la hora de medir el riesgo de mortalidad. Se ha detectado que "es más elevado en los casos más recientes", es decir, incrementa la mortalidad cuando se ha padecido un ictus poco tiempo antes de contagiarse por SARS-CoV-2.
En el estudio se establecieron tres grupos de edades (menores de 60, 60-80, mayores de 80). Se concluye que el riesgo de morir es más alto en las personas menores de 60 años que habían padecido la patología. A este grupo le siguen en riesgo las personas que se encuentran entre los 60 y los 70 años.
Sin embargo, los investigadores no encontraron diferencias significativas entre las personas mayores de 80 años y las personas en la misma franja de edad que no habían sufrido algún tipo de ictus. Asimismo, tampoco encontraron diferencias entre hombres y mujeres.
Un grupo que debe priorizarse en las políticas de vacunación
El estudio incide en que, en base a los resultados extraídos, las autoridades sanitarias prioricen en las políticas de vacunación a las personas menores de 60 años que hayan padecido algún tipo de ictus.
"Una persona de menos de 70 años que ha sufrido un ictus previo al contagio de la COVID-19, que tiene una discapacidad provocada por esta patología previa, tiene que ser considerada población de riesgo y priorizada en la planificación de la vacunación contra esta enfermedad", incide Àngel Ois, médico adjunto de Neurología y también investigador del Hospital del Mar.
El riesgo se quintuplica cuando se trata de un ictus hemorrágico
Según los datos de la investigación, el tipo de ictus también es un factor clave a la hora de predecir el riesgo de mortalidad. En el caso de haber sufrido un ictus hemorrágico (se produce cuando una arteria cerebral se rompe y la sangre se expande hacia el cerebro provocando secuelas graves), el riesgo es cinco veces más alto en las personas menores de 60 años y dos veces más alto en las de 70-80 años.
Si se trata de un ictus isquémico (se produce cuando un coágulo obstruye una arteria y causa la muerte de una zona del tejido cerebral), el riesgo es tres veces más alto para los menores de 60 años y 1,3 veces más alto para las personas entre 70 y 80 años.
El riesgo es también cinco veces más alto en los pacientes menores de 60 años que han sufrido una hemorragia subaracnoidea (esto es el sangrado en el espacio entre el cerebro y los tejidos que lo cubren). El estudio especifica que este tipo de accidente cerebrovascular se da generalmente en las personas que se encuentran en ese rango de edad.
Por último, no se ha detectado un incremento en el riesgo de mortalidad en las personas que han padecido ictus transitorios. Este tipo de ictus se da cuando se detiene el flujo de sangre de una parte del cerebro durante un periodo breve de tiempo. Suele ser un accidente cerebrovascular más leve y que generalmente provoca menos secuelas.
Primer estudio que relaciona la mortalidad con haber sufrido un ictus
De los más de 90.600 pacientes estudiados, 19.266 pacientes fueron hospitalizados, 1.656 fueron ingresaron en la UCI y cuatro casos se excluyeron por información incompleta. Por otro lado, de los 5.752 accidentes cerebrovasculares analizados, el 67,6% de los casos se trataba de ictus isquémicos, frente al 21,5% de transitorios y un 4,43% de hemorrágicos.
Durante el periodo de observación 9.512 pacientes murieron, lo que corresponde con el 10,3% de los casos analizados. El tiempo medio en el que se produjo la muerte fue de unos 25 días y 8.627 pacientes murieron dentro de los primeros tres meses.
Esta investigación se ha convertido en la primera en relacionar la mortalidad después de pasar la COVID-19 con el hecho de haber sufrido un ictus anteriormente. Asimismo, es uno de los primeros estudios que analizan estos factores en el mundo.
Si bien se han hecho estudios poblacionales, ninguno ha abarcado la totalidad de la población de una región sanitaria ni se ha centrado en evaluar la influencia de cada subtipo de accidente cerebrovascular.
En este trabajo han tomado parte médicos e investigadores del Servicio de Neurología del Hospital del Mar y del grupo de investigación neurovascular del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM-Hospital del Mar). Los datos se han podido examinar gracias al programa de analítica de datos para la investigación y la innovación en salud (PADRIS). Este está gestionado por el Departamento de Salut de la Generalitat.