Rodrigo Cortés enciende el arte y el amor en el gueto de Varsovia
- El cineasta firma un melodrama clásico sobre un grupo de actores en mitad del horror nazi
Entre 1940 y 1943, el gueto de Varsovia se convirtió en la mayor cárcel urbana de la historia. Las murallas levantadas por los nazis recluyeron a 400.000 judíos que fueron progresivamente deportados a campos de exterminio o asesinados allí mismos. Solo 50.000 sobrevivieron. El escritor alemán David Safier (Maldito karma) compartió un día con el cineasta Rodrigo Cortés (Buried) una de las intrahistorias del gueto: la representación de la obra teatral Miłość szuka mieszkania (El amor busca apartamento) en enero de 1942. Escrita por Jerzy Jurandot durante la reclusión, era una comedia musical, escapismo en tiempos de horror, de la que se conservaba el texto pero no la música.
A partir de ahí, Cortés ha levantado, casi en secreto, una película que imagina aquellas representaciones (y hasta inventa la música de la función) con una trama de romántica y dilemas éticos incluidos. Titulada El amor en su lugar, hablada en inglés, y protagonizada por la danesa Clara Rugaard, el irlandés Ferdia Walsh-Peelo, y el británico Mark Ryder, se estrena el 3 de diciembre en los cines.
“Me di cuenta de que nunca se habla de esos artistas que seguían tratando de expresarse e imaginé a un grupo de actores que tienen que tomar una decisión de vida o muerte mientras representan esta obra”, explica en una entrevista con RTVE.es.
Una intrahistoria del gueto
Para sumergirse en la época, Cortés comenzó a devorar la documentación histórica del gueto, excluyendo deliberadamente todo lo referente a lo que, históricamente, sucedía extramuros. “La razón es que la Segunda Guerra Mundial se ha literalizado mucho con el tiempo y, narrativamente, ha quedado muy limpia. En el gueto descubrí una confusión enorme, pero una sociedad muy jerarquizada y compleja. Había ricos que tenían acceso a compras de material acabado y gente muy pobre que moría de frío y que no le importaba a nadie: retiraban sus cadáveres en carros de madera”, detalle.
Pero El amor en su lugar huye de la Historia y pone el foco en un melodrama de aroma clásico. Formalmente, la película está sostenida por el nervio de Cortés: desde su arabesco inicial (once minutos de atmosférico plano secuencia recorriendo el gueto antes de introducir la acción en el teatro), planos holandeses, y ritmo de montaje. Pero el corazón de la película, en su unidad, conflicto, construcción de personajes y estilización de los diálogos pertenece al cine clásico de la época en la que, precisamente se desarrolla la acción.
“Es así, quería que fuese una película que podría haber interpretado Ingrid Bergman, que tuviera ese sabor de Lubitsch o Wilder. Les pedí a mis actores que vieran Ser o no ser y Un, dos, tres para que entendieran el ritmo, pero también Cisne negro, de Aronofsky porque, aunque el espíritu iba a ser muy clásico, nuestra formulación era muy física, muy sensorial y radicalmente contemporánea”.
¿Qué se ama cuando se ama?
Amor o ser amado es el dilema de un triángulo amoroso que bien podría equiparse al de Casablanca, otro clásico de esos años. “Es un dilema que cobra especial relevancia en un contexto en que el que la gente quiere vivir media hora más: ser amado puede ser la diferencia de todo”, dice Cortés. “El amor profundo, no el apasionado de mecha corta, es desinteresado. Significa pensar en el otro antes que en uno, es decir, es un camino de renuncia y sacrificio”.
Y, como casi como divisa de la película, queda la idea de la inevitabilidad del arte. No importan las condiciones, la necesidad de expresarse prevalecerá siempre. “Por densas que sean las tinieblas. Hay una luz temblorosa que pugna por no extinguirse, porque es un impulso humano. Siempre hay una grieta por la que colarse en el muro”, concluye.