María, Marisol, Lola y Rim, supervivientes de violencia de género, cuentan su historia para ayudar a otras mujeres
- “Perdí el habla. Me daba vergüenza hablar. No valía nada. Ahora soy feliz, me miro y digo: ¡ole tú!”
- "No tenemos que aguantar. Decimos: nos ha tocado, ¡no señor!, ¿por qué una mujer no puede hacer lo que le apetece?"
María vivió durante 13 años bajo el maltrato de su pareja: la pegaba y la amenazaba con sus hijas.
“Perdí el habla. Me daba vergüenza hablar. No valía nada”. Cuenta que dejó de arreglarse y de mirarse en el espejo. Consiguió anularla por completo y temblaba cuando escuchaba que él entraba por la puerta de casa.
Recogemos su testimonio junto al de otras supervivientes porque puede ayudar a otras víctimas.
A María le costó dar el paso de denunicar ser víctima de violencia de género, pero lo hizo y ahora es una persona nueva: “Me siento una mujer fuerte y la sonrisa no se me quita de la cara. Me miro ochocientas mil veces al espejo y me dijo, ¡ole tú!”.
Protección especial para los menores
Marisol González también es víctima de violencia de género. Y es un claro ejemplo de que la agresión a la mujer es independiente de su nivel socio económico cultural. Ella es jueza, titular del juzgado de violencia de género de Palencia. Desde julio y después de años de lucha, su agresor está en prisión. Eso le está permitiendo tanto a ella como a sus hijos recuperarse.
“Ya no podía mas, no aguantaba. Los niños estaban muy mal. Desde julio comenzó mi recuperación y me he incorporado a trabajar. Me ha ayudado mucho ver las cosas desde mi propia experiencia”.
Reconoce que la justicia aun necesita empatía, pero aclara que ella, pese a ser víctima y jueza, es capaz de filtrar e identificar las situaciones reales: “No quiere decir que yo vaya a darle órdenes de alejamiento a cualquiera. Cualquier gesto o comportamiento lo analizo, sé lo que vive. Aún debe reformarse la ley porque hay muchas lagunas sin cubrir”.
En esas reformas incluye lo que afecta a los niños y cuenta su experiencia: “A mis hijos les ha costado mucho recuperarse. Sobre todo al mayor. A mí, su padre me amenazó con un cuchillo y no me lo clavó gracias a que apareció él. Ha visto todo. Los retrasos y una dejadez ante la situación que ellos mismos tenían”.
Insiste en que los menores necesitan una protección especial: “Ahora que está en la cárcel lo han encajado bien. Se están recuperando y estamos muy contentos. Esta es nuestra nueva vida”.
Cuando las víctimas tienen problemas de salud mental
"No tenemos que aguantar eso. Decimos: nos ha tocado, ¡no señor!, ¿por qué una mujer no puede hacer lo que le apetece?. Me gustaría que esto que estoy diciendo le sirva a otras mujeres y no tengan que aguantar lo que yo pasé, que inmediatamente llamen al 112".
Lola, un nombre ficticio, ha dejado atrás una vida de violencia. Como Rim. Tampoco es su nombre real. Ambas residen en una de las dos casas de acogida que hay en nuestro país para mujeres víctimas de violencia de género con trastornos de salud mental.
Alrededor del 80% de las mujeres con trastornos de salud mental que vive en pareja sufre algún tipo de violencia de género, según los datos de la Federación de Salud Mental.
Las dificultades del diagnóstico hacen que necesiten más tiempo de cuidado, de estar arropadas, de ver qué necesidades tienen y según eso acudir a la red de salud mental o a lal que necesitemos. Después toca empoderarlas, quitarles el sentimiento de culpabilidad y el aislamiento social en el que han entrado
Lola lamenta el maltrato psicológico diario, "un día y otro y otro", que al final acaba en maltrato físico porque "la violencia no es de golpe, es poco a poco".
Cualquier mujer maltratada puede solicitar el recurso de las casas de acogida y el 016 es el teléfono de ayuda a las víctimas de violencia de género y no deja huella en la factura telefónica.