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Paolo Sorrentino: "En el cine cada vez hay menos espacio para experimentar"

  • El cineasta napolitano retrata muerte de sus padres y su paso a la madurez en Fue la mano de Dios
  • RTVE.es entrevista al director, ganador del Gran Premio del Jurado en Venecia

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Paolo Sorrentino, en la presentación de 'Fue la mano de Dios'.
Paolo Sorrentino, en la presentación de 'Fue la mano de Dios'.

Paolo Sorrentino -lo ha repetido mil veces- no es un creyente, pero su teoría es que todos los ateos creen. Su cine está lleno de epifanías profanas y, si su vida fuese un evangelio, el milagro de su existencia es también su mayor drama: con 16 años, por ver jugar a Maradona, renunció a ir de fin de semana con sus padres, que fallecieron al inhalar monóxido de carbono en su casa de campo.

De ese abrupto paso a la madurez, y de sus memorias de joven napolitano, tratan Fue la mano de Dios, título maradoniano que le sirve para firmar su película más narrativa y menos barroca. Pero tampoco exageremos: sigue siendo una película de Sorrentino en la que lo mágico se filtra en cualquier secuencia. La película, una de las apuestas de Netflix del año y ganadora del Gran Premio del Jurado en Venecia, tendrá un estreno previo en salas el 3 de diciembre.

Sorrentino explica a RTVE.es su película sentado en una terraza de su hotel en San Sebastián. Rehúye los interiores: no por el COVID, sino por poder fumar sin parar un puro tras otro mientras charla con los periodistas. Le acompaña su trasunto en pantalla, el joven actor Filippo Scotti. Para poder acercarse a su tragedia, Sorrentino ha tenido que encontrar el punto exacto de distancia. “Filipo interpreta un personaje: es el mecanismo de defensa para no prestar atención a la propia vida, que es algo que puede ser interesante para ti mismo, y no necesariamente para los demás. Llega un momento en el que hay que separar".

Para interpretar a sus padres, el cineasta recurrió a su amigo íntimo Toni Servillo y a Teresa Saponangelo. ¿Ha sido la película sanadora en algún sentido? “Si vives con mucho amor, pero de repente llega mucho dolor, el acercamiento a la vida es muy doloroso”, resume sobre el impacto. “Si es muy frecuente, el dolor cansa. Es como si el ser humano tuviera un límite a la hora de absorber dolor y a partir de ahí llega un momento que lo rechaza”.

El estreno en España coincide con el primer aniversario del fallecimiento de Diego Armando Maradona. Un periodista italiano definió la llegada del astro argentino así: el mejor jugador del fútbol ha fichado por la ciudad más pobre de Europa. “Para mí, y muchos napolitanos de mi generación, Maradona es una figura de características semidivinas, ahora ya no lo es tanto. No hay fotos de Maradona llegando a Nápoles: apareció un día en el estadio, como un recién nacido, surgiendo de una gruta como si fuera la gruta de Belén. Aparecía por la ciudad en los lugares más insospechados, en pequeños utilitarios, nunca en coches lujosos. Yo le vi una vez en un Fiat Panda. Siempre ha estado rodeado de circunstancias extrañas: desaparece y resucita. Su vida es la de un mártir, se asemeja a la de los santos”.

Salir de Nápoles

En la película, el joven protagonista debe afrontar el debate de todo joven de su generación: Irse o quedarse en Nápoles. El cineasta dice que su acercamiento a Roma en La gran belleza fue el del asombro del turista, pero el retrato de su ciudad natal, trufado de apariciones fellinianas y hasta personajes de la camorra, no es menos poético y casi podría definirse como realismo mágico. “En realidad, no me preocupa mucho de dar una imagen de la ciudad. He contado la que yo conozco, la parte más normal de la ciudad, porque Nápoles es muchas cosas a la vez y formo parte de la enorme pequeña burguesía".

Fascinación o misterio suele ser la plantilla en la que Sorrentino encaja sus personajes femeninos, demasiadas veces reducidos a objetos de deseo. Para complicar las cosas, y añadir más ingredientes al tópico latino, quizá el gran personaje femenino de su filmografía es la mamma.

“La madre para un hijo lo es todo. Mi madre era así y así lo he contado”, resume el cineasta que, sin embargo, deja en off a su propia hermana y la utiliza como un running gag. “Mi hermana era y es una mujer misteriosa que no he comprendido nunca y por eso la he escondido detrás de una puerta en la película. Por mucho que nos esforcemos en entenderlas, las mujeres son misteriosas para los hombres y quizá para las mujeres los hombres son misteriosos.

Maradona aparte, la película homenajea también a su olimpo cinematográfico: su admirado Fellini organiza un casting en Nápoles al que su hermano, que aspira a ser actor, se presenta. Y el protagonista siempre tiene pendiente ver un VHS de Érase una vez en América, de Sergio Leone. “Es una deuda con Leone, que es un cineasta que me ha condicionado mucho”, reconoce.

Como su otro gran ídolo, Martin Scorsese, Sorrentino ha encontrado acomodo en las nuevas plataformas. ¿Piensa como el neoyorquino que el cine se está volviendo menos poético? “Sí, cada vez hay menos espacio para experimentar, pero eso es la historia del cine. Tanto dinero de por medio impide la experimentación. Habrá que seguir haciéndolas a escondidas de los productores”.