Un Da Vinci llamado Botto
- Botto es una inteligencia artificial que combina algoritmos, arte y blockchain
- Cada semana, una comunidad de usuarios decide la evolución artística de Botto
- El programa Zoom Net entrevista este sábado a los creadores del artista artificial
Podría dedicarse a escribir. O a componer música. Pero por ahora lo suyo es la pintura. Sus imágenes hipnóticas nos recuerdan a algo, pero al mismo tiempo son únicas. Todas son del mismo autor, capaz de crear cientos de obras digitales a la semana. Están firmadas por Botto, un artista nacido de una inteligencia artificial.
El padre de esta idea es Mario Klingemann, que lleva años creando obras de arte donde los algoritmos y el aprendizaje automático son los protagonistas. Nadie mejor que él para contarnos quién es Botto. ”Preguntarme quién es Botto aún es demasiado prematuro. A día de hoy es un sistema en evolución. El objetivo final de Botto es llegar a ser un artista. Ahora necesita la repuesta de una comunidad que le dice qué estilo gusta más y cuál prefieren que no siga”, afirma el padre de este artista artificial.
Botto es un experimento artístico-tecnológico que aún necesita de la ayuda humana para definir su obra. “Se le muestran dos imágenes. Una a la derecha y otra a la izquierda. Y la comunidad opina “me gusta más la de la derecha, me gusta más la de la izquierda”. Entonces el algoritmo toma todos los votos y los tiene en cuenta”, así es como Raúl Marcos, cocreador del proyecto, nos explica cómo Botto evoluciona.
"Una comunidad puede ser dueña de un artista"
Según Marcos, “para el mundo del arte significa que una comunidad -una serie de personas- puede ser dueña de un artista”. Cada semana, una comunidad de cinco mil personas decide qué “fragmentos” (así definen sus creadores las obras creadas por Botto) son sus favoritos. A partir de esos gustos, la máquina genera nuevas pinturas.
Un proyecto artístico vanguardista ligado a la tecnología blockchain, el mundo de las criptomonedas y los contratos inteligentes. Botto está ligado a un token que lleva su nombre, una moneda digital que, al comprarla, nos da acceso a decidir el futuro de este artista. La obra más votada cada semana se subasta como un NFT, un activo digital único.
Lo recaudado ayuda a la evolución de la máquina como un ente autónomo, uno de los objetivos que persigue Mario Klingemann, “un elemento importante de la autonomía es ser capaz de ganarte la vida por ti mismo. Una máquina lo que necesita para vivir es energía. Esa energía paga el consumo del ordenador que la mantiene. Mediante la subasta de estas obras -en superrare.com- y los contratos inteligentes, la intervención humana deja de ser necesaria. Para mí eso es crucial a la hora de alcanzar la independencia de esta inteligencia artificial”.
La primera obra se ha subastado por 300.000 euros
El artista alemán nos cuenta que en poco más de un mes Botto ya ha acumulado energía suficiente para ser autónomo durante varias décadas. La primera obra se subastó por unos 300.000 euros. Ya ha superado el millón. En Instagram, @bottoproject, se exponen algunos de estos “fragmentos”.
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Pero esta inteligencia artificial no se limita solo a pintar. Cada obra subastada tiene un título y una descripción escrita por la propia máquina. “Según la imagen generada, Botto es capaz de entenderla y ponerle un título relacionado. Y luego además el texto que acompaña a la descripción también ha sido generada artificialmente. Botto coge la imagen que ha generado y crea una descripción muy relacionada con la imagen”, nos explica Raúl Marcos, experto en tecnología blockchain.
Si fuese humano, Botto habría cumplido en semanas el equivalente a cinco meses de vida. Klingemann nos dice que esta criatura artificial aún necesita de una persona adulta para ir de un lado a otro, que no podría cruzar la calle sin ayuda. Es un pequeño genio muy talentoso que con el tiempo irá encontrando un estilo más definido y aprenderá a ver el mundo con ojos diferentes.
La inteligencia artificial, similar a la llegada del microscopio o el telescopio
Es el mismo impacto que la inteligencia artificial ha tenido en el padre de Botto, “lo primero que aprendí de la inteligencia artificial fue mirar el mundo de forma diferente a como lo hacía antes. Cada concepto, idea, imagen ocupa su lugar en un espacio multidimensional. Si tienes múltiples conceptos, puedes relacionarlos unos con otros y encontrar respuestas inesperadas. Con la inteligencia artificial he aprendido que no hay nada en este mundo cierto al 100%”. Para Klingemann, este auge de la inteligencia artificial es similar a la llegada del microscopio o el telescopio siglos atrás, instrumentos que ayudaron a ver el mundo desde nuevas perspectivas.
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“El arte es muy complejo. Al usar inteligencia artificial espero encontrar nuevas respuestas. Ahora por fin, gracias a la tecnología, hay cosas que realmente podemos hacer posible y que no son simplemente ideas salidas de libros de ficción” concluye Klingemann. Durante siglos la literatura ha soñado con entidades autónomas.
Para llegar hasta aquí, este artista artificial, Botto, ha analizado millones de obras de arte, imágenes, rostros y un largo etcétera. Harían falta varias vidas humanas para asimilar tanta información. Un sistema que no para de nutrirse del contenido almacenado en internet y que pretende seguir generando obras hasta el fin de los tiempos.