- Apartados en las ciudades, recluidos en los campamentos y muchos de ellos encarcelados
- Viven estigmatizados y, legalmente, no existen; son auténticas bombas de relojería
Los hijos nacidos de padres del Dáesh y Dáeshlos niños soldado que fueron fanatizados, secuestrados y reclutados por la organización terrorista malviven hoy en Irak. Los menores no tienen documentos que les den acceso a la sanidad y a la educación, ni siquiera existen legalmente.
Son estigmatizados y rechazados por la sociedad y en algunos casos hasta por sus propios parientes. Pocos en Irak están dispuestos a perdonar la crueldad y la violencia.
Se les conoce como los cachorros del Dáesh
Entre 2014 y 2017 el Dáesh ocupó un territorio del tamaño del Reino Unido entre Irak y Siria. Mosul fue una de las dos capitales del autodenominado Estado Islámico. Años después de la guerra contra el ISIS y de la liberación de la ciudad, los niños soldado y los hijos de los yihadistas son parte de la sociedad más vulnerable.
Yasser tiene 6 años y nació con el califato. Ahora sobrevive con su madre en Mosul, creciendo con la estigmatización de ser hijo de un importante dirigente del autodenominado Estado Islámico. "Veo a otros niños que van al colegio. Yo también quiero ir", afirma Yasser con tristeza. Desde hace tres años, Yasser vive aislado junto a su madre y primos.
“No vamos a criar a los hijos del Dáesh. No son nuestros“
Las mujeres se agrupan por miedo a las represalias y muchas intentan limpiar sus nombres renegando de sus maridos. Es una de las opciones que tienen para que sus hijos puedan disponer del documento de identidad que les permita acceder a la sanidad y a la educación. Sin estos papeles estos niños no existen, salvo para ser rechazados por todos sus vecinos. "No vamos a criar a los hijos del Dáesh. No son nuestros", es el grito de la sociedad, según cuenta Zhara, que se encarga de ayudar a las mujeres violadas que han tenido hijos de yihadistas.
Pocos en Irak están dispuestos a perdonar la violencia y los abusos que sus padres, "los chacales" -como llama la población a los hombres del Dáesh- cometieron en Mosul o en otras ciudades del autodenominado Estado Islámico.
Fanatizados, secuestrados y reclutados
Al igual que los hijos de los combatientes, decenas de miles de menores que un día se unieron forzosa o voluntariamente al Dáesh para luchar junto a ellos, quedaron abandonados a su suerte cuando el autodenominado Estado Islámico perdió su territorio y huyó.
Desde la liberación de Mosul, los cuerpos de seguridad persiguen sin descanso a los ayudantes de la yihad: guardias, miembros de los servicios de inteligencia y, por supuesto, a los jóvenes candidatos a inmolarse por la causa o a los que perpetraron atentados. "En Mosul me apunté para ser un terrorista suicida, porque decían que iría al paraíso", confiesa Mahar, un ex niño soldado que luchó en las filas del Dáesh.
“Le disparé una bala al cuello y otra a la cabeza. Así son las cosas, no tuve elección“
Mahar es yazidí. Sus campamentos fueron atacados por el ISIS. A las mujeres y las niñas se las llevaron comoesclavas sexuales y los niños fueron reclutados a la fuerza para combatir.
Apenas contaba con 10 años cuando el ISIS le puso un fusil en la mano y le mandó al campo de batalla en el aeropuerto de Deir-ez-Zor, donde se vio envuelto en su primer tiroteo. "Le disparé una bala al cuello y otra a la cabeza. Así son las cosas, no tuve elección", le cuenta Mahar con frialdad al periodista que ha realizado esta investigación sobre las vidas de los cachorros del Dáesh en el Irak post-ISIS. "Las heridas tardarán en cicatrizar. Está marcado de por vida”, asegura el padre de Mahar, que como tantos otros ve difícil la acogida y la integración en la sociedad iraquí.
Entre la resiliencia y la venganza
Estigmatizados, encarcelados, retenidos en campamentos de desplazados, así sobrevive toda una generación de niños que convivió con el horror de los yihadistas.
Algunos han conseguido ocultar su identidad para evitar el odio de la sociedad o han logrado ser recuperados por sus familias. Otros, sin embargo, siguen jurando lealtad al califato.
“Son bombas de relojería“
"Son víctimas del autodenominado Estado Islámico", explica el juez Raed Al Maslah. "Estos niños sentirán el impulso de unirse a otras organizaciones. Y a la más mínima ocasión, querrán vengar la muerte de su padre o de un hermano", asegura Walid, un joven arrepentido que se unió al Dáesh cuando era adolescente. Para él, todos "son bombas de relojería".