Antropólogos, "los mineros de la memoria" durante la pandemia
- Museos y archivos recogen material para preservar la memoria de la evolución de la crisis mundial
Cuando en 2020 el mundo se detuvo y la intuición de la crisis mundial se transformó en certeza, arrancó una ola paralela y silenciosa: museos, archivos y bibliotecas comenzaron a "guardar" material sobre lo que estaba ocurriendo.
En una reacción fulgurante, la UNESCO mandó una alerta a sus países miembros instándoles a archivar las voces de la pandemia, para “aprovechar el potencial científico, educativo y artístico” con el objetivo de encarar la COVID-19.
Internet explotó como una herramienta básica para cosechar testimonios de una época excepcional. El Museo Nacional de Antropología (Madrid) activó los resortes en consonancia con un "pool" de instituciones culturales europeas.
Abrieron proyectos en redes en una consulta abierta al público como las fotografías de las alumnas de EFTI (Escuela de Fotografía y Cine) que radiografiaron el sentir de los jóvenes ante el cerco del virus o la "demonización" en la movilidad [Busca en este enlace todos los trabajos COVID del MNA].
La web se ha convertido en un archivo-mural al que se enviaron, y han continuado llegando hasta hace unos meses, una avalancha de fotografías, vídeos y documentos. La antropología bucea en los comportamientos humanos, y también pidieron a los ciudadanos que se grabaran con un objeto de la vida cotidiana que ejerciera de palanca emocional durante el encierro. Un objeto que a su vez pudiera formar parte de un museo en un doble valor.
Entre ellos están el testimonio de Marisa, que habla con cariño de la olla de su abuela que había empezado a utilizar a la fuerza durante el confinamiento, o la bicicleta de Ginesa, varada en mitad del salón como símbolo de la libertad perdida.
Vídeos que conforman el experimento 'Patrimonio cercano' porque, como apuntaba el arqueólogo e investigador italiano Renato Peroni: "Detrás del universo de los objetos de la cultura material se halla el universo de los hombres y de sus relaciones sociales".
Tomar el pulso a la sociedad
El repaso a las imágenes de hace tan solo un año impacta y ha sido documentado en tiempo récord: calles desiertas con las plantas creciendo entre los adoquines, aplausos desde los balcones, sanitarios al límite, familias separadas, teatros cerrados, la irrupción de las mascarillas, la esperanza de la vacuna y un silencio inédito [Mira en este enlace los materiales de los archivos regionales de Madrid y Barcelona].
Podrían asimilarse a hechos de un pasado difuminado pero conforman la evolución de una pandemia en la que la recogida de datos continúa. Un rescate de la memoria pegado a la actualidad.
“Se trataba de ese objeto al que te aferras para no volverte del todo loco y no perder la perspectiva. El valor es que son vídeos de ese ahora, no de algo que ya haya ocurrido. Y enlazan con la contemporaneidad más absoluta”, explica Fernando Sáez Lara, director del Museo Nacional de Antropología que cree que ante los altibajos de la crisis quizás haya que abrir de nuevo la ventana online.
"Lo que queríamos es que la gente que estaba en casa nos pudiera contar cómo lo estaban viviendo. Fotografías desde su ventana para documentar esa época de enclaustramiento y tomar el pulso a la sociedad", ahonda.
En el reverso de la recogida de material bullen las ideas. Colgado en la sala de reflexión virtual se encuentra el estudio 'Antropología para momentos críticos', donde una veintena de expertos internacionales analizan la metamorfosis mundial desde un enfoque reflexivo y científico.
"Se hacen eco de cómo se agudizan las desigualdades en el mundo con el reparto de vacunas. También hay reflexiones más genéricas sobre como la humanidad se adapta y cómo estas crisis nos ponen en un reto que es la posibilidad de cambiar cosas y plantearnos el consumo masivo o la crisis climática”, describe Sáez Lara.
Y emergen las heridas invisibles: "También hay reflexiones sobre cómo nos volvemos mucho menos afectivos. Los otros se convierten en extraños porque son posibles transmisores del virus y nos retraemos de convivir. Todavía hay mucha gente que no sale de casa”.
La fragilidad de la memoria
Este combate contra lo efímero también vertebra el proyecto que desarrolla Labrit, la única empresa del país certificada para conservar el Patrimonio Inmaterial. En los municipios navarros de Leitza (2.898 habitantes) y Villava (10.150) grabaron e indexaron bajo protocolo internacional entrevistas orales del confinamiento en zonas rurales con su particular microcosmos.
Un trabajo que califican como "muy complicado a nivel emocional" y que ha tenido como resultado varios documentales que fueron visionados en los pueblos como ejemplo de educación en valores. Más la custodia en los ayuntamientos del material recopilado para ser consultado por los vecinos en un futuro.
"La memoria es muy frágil y está condicionada por cuantas veces hemos contado las cosas. Narrar en el momento que suceden tiene un valor antropológico e histórico. En 50 o 60 años tendrá un valor incalculable porque el relato que habrá llegado por la repetición de recuerdos será muy diferente a cómo se vivió", señala Itziar Luri, gerente de Labrit Patrimonio que cuenta con un equipo de antropólogos y comunicadores como "mineros de la memoria".
"Sirve para reconocernos en ese esfuerzo colectivo que ha habido durante el confinamiento, para conocerlo mejor en sí mismo, ya que probablemente en unos años sea objeto de estudio y nos permitirá tener fuentes orales de primer orden. Dentro de unos años se puede hacer otra recogida y hacer una comparativa".
Una investigación que se ha extendido a cómo afrontan ciudades como Pamplona “la no celebración de los sanfermines”. También en 2020 se esfumaron las Fallas o la Semana Santa. Es la huella reciente de una pandemia que ha transformado la historia y cuyas secuelas aún están por escribir. Como señalaba Ernesto Sábato en su obra El túnel (1948) y nos recuerdan desde la web del Museo de Antropología: "Vivir consiste en construir futuros recuerdos".