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Cómic

Cuando Azucena y Florita eran tan populares como el Capitán Trueno

  • El libro Tebeos. Historietas para chicas, reivindica los cómics femeninos españoles del Siglo XX
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Detalle de la portada de 'Tebeos. Historietas para chicas', de Cristina Durán
Detalle de la portada de 'Tebeos. Historietas para chicas', de Cristina Durán

Seguro que al leer el titular muchos os habéis preguntado quiénes eran Azucena y Florita. Pues fueron dos de los grandes personajes del cómic español femenino que, en su tiempo, fueron tan populares como El Capitán Trueno. Desgraciadamente el cómic del Siglo XX también fue bastante machista, lo que acabó por alejar a las féminas de las viñetas. Hasta la actualidad, cuando grandes autoras y el fenómeno manga están volviendo a atraer a las lectoras. Pero esos cómics femeninos del Siglo XX también contribuyeron a que toda una generación de chicas aprendiese a leer y reflejaron los cambios de la sociedad española, como nos demuestra el libro Tebeos. Historietas para chicas, de la Asociacion Cultural Tebeosfera (ACyTediciones) que repasa los cómics femeninos del Siglo XX y es el tercer número de la colección Memoria de la Historieta.

Manuel Barrero, historiador del cómic español y director de Tebeosfera, que cumple 20 años, nos cuenta por qué han querido hacer este libro: “Las historietas dirigidas al público femenino han tenido la misma consideración que las integrantes de ese público: han sido apartadas de la historia. Por esta misma razón resulta necesario hoy evitar apelar a este tipo de publicaciones como “tebeo femenino”, porque se está etiquetando un producto y un público que accedía a los tebeos de manera natural y general pero en realidad el tebeo no tiene género”.

“Me explico –añade Manuel-. Las niñas se incorporaron a la educación y a la lectura masivamente en la posguerra española y leían de todo. Ellas leían Pulgarcito y posiblemente leían El Guerrero del Antifaz (podría afirmarse que no, pero nadie lo podría probar) y, además, leían tebeos hechos expresamente para ellas, pero en un principio no eran así. Los primeros “tebeos femeninos” de la posguerra, los tebeos de cuentos de hadas, no iban dirigidos a niñas en concreto, iban dirigidos a la infancia en general, pero algún editor avispado (por ejemplo, los de Toray) se percataron de que habían muchas niñas interesadas por esas publicaciones y poco a poco fueron derivando esfuerzos hacia una especialización de ese tipo de prensa”.

Lo malo es que se exigieron poco –continúa el historiador-. Las colecciones de los primeros años cuarenta eran muy cuidadas, con excelente acabado gráfico, guiones cuidados, etcétera, pero luego fueron estandarizándose los temas, aumentó la demanda, se aceleró la producción, y como estos productos eran poco exigentes (no había continuará, el planteamiento gráfico era más estático), acabó produciéndose en serie un modelo de tebeo “de usar y tirar”. La consecuencia más obvia es que se convirtieron en un mero producto de consumo, efímero, no coleccionable”.

“De hecho, existen muy pocas colecciones de este tipo de tebeos comparables a las que hay de tebeos de humor o de aventuras, porque los coleccionistas han sido tradicionalmente hombres, hombres que proverbialmente se veían obligados a “proteger su virilidad” y hombres, en fin, que olvidaron injustamente estos tebeos por factores más sociológicos que propios del gusto por los buenos tebeos. Porque hubo malos tebeos para chicas, pero también los hubo muy buenos” –concluye Manuel-.

Portada y página de 'Lily'

Portada y página de 'Lily'

15 años buscando a coleccionistas de tebeos femeninos

Estudiar más de medio siglo de tebeos femeninos ha sido un trabajo titánico, como confiesa Manuel: “En realidad, la producción de tebeos para niñas, chicas y jovencitas fue tan amplia que, a la hora de estudiarla, lo que en un principio parecía fácil se tornó muy difícil. Un planteamiento diacrónico, o sea, revisar cada sello, o cada etapa o cada corriente temática o estilística, hubiera sido imposible. Decidimos aplicar el mismo planteamiento que aplicamos en los anteriores libros de esta misma colección, Memoria de la Historieta: elegir varios títulos clave y trabajar específicamente sobre ellos. Así, hemos hecho estudios a fondo de Azucena, Florita, Blanca, Claro de Luna, Lilian azafata del aire, Mary “noticias”, Jana, Gina y otras, dejando de lado cientos y cientos de otros títulos que no fueron menos importantes, pero que era imposible abordar en un solo libro”.

“Nosotros partíamos de la idea de que este tipo de tebeos había sido poco estudiado y de que, cuando se había hecho, se hizo muy superficialmente -continúa-. Existen un buen puñado de artículos sobre historieta dirigidas a muchachas y mujercitas, pero pocos de ellos tratan el asunto con rigor o conocimiento, y como referente académico solo teníamos el libro de Juan Antonio Ramírez, El comic femenino en España, que data de 1975. Fíjate que el libro de Ruth Bernárdez sobre las autoras de cómic de los setenta y ochenta (Las chicas son guerreras), data de 2018... Hay todo un paréntesis ahí”.

Para hacer este libro, Manuel nos confiesa que han pasado 15 años buscando a coleccionistas de estas revistas femeninas: ”Hay dos razones para entender la dificultad de hacer este libro. La principal, como decía antes, es que el corpus de referencia está disperso, no lo encuentras en las hemerotecas y es muy difícil de conseguir. De hecho, hemos estado unos quince años trabajando sobre el Gran Catálogo de Tebeosfera para intentar arrojar algo de luz sobre las colecciones para muchachas porque no nos atrevíamos a abordar este estudio, por no estar bien descritas esas colecciones. No lo han estado hasta hace un par de años. Y aún quedan lagunas. Por ejemplo, no sabíamos que Azucena se publicaba en paralelo a la difusión de tres reediciones, de modo que podía haber cuatro tebeos de la colección cada semana en los quioscos simultáneamente. No sabíamos que la colección Ave fue el doble de larga de lo que se pensaba hace veinte años, ni sabíamos que la última parte de la misma consistían en los tebeos del principio, reeditados con las portadas cambiadas para engañar al incauto público comprador”.

“En fin, no sabíamos de la existencia de algunos títulos y de algunos seguimos sin saber –añade Manuel-. Mira, a modo de anécdota (y primicia) te comento la “gracia” que nos hizo descubrir que una de las primeras “novelas gráficas” españolas, la titulada Maruja Sol, se había publicado en 1950 en un tebeo monográfico a modo de lanzamiento único, con forma vertical, que sacó Toray después de haber servido por entregas, dentro de un cuaderno de hadas, el relato dramático que se cuenta en aquel tebeo. Descubrimos Maruja Sol al día siguiente de entregar el libro a imprenta. ¡Brrrrrr!”

La segunda y gran dificultad para hacer este libro radicaba en encontrar a los que se ocuparían de escribir los artículos –confiesa el historiador-. ¿Quién sabe de tebeos para niñas? Pregunta a la mayoría de críticos de cómic actuales y la mayoría te dirán que nada saben. Hay estudiosas, como Marika Vila, que los leyó de cría y que los conoce bien, pero varias personas que colaboraron en este libro no los habían leído nunca antes de solicitarles yo su aportación. Otras sí que los conocían pero tenían sobre ideas preconcebidas sobre estos cómics. Ha sido difícil, pero ha sido muy enriquecedor, sin duda alguna”.

Portada y página de 'Esther y su mundo'

Portada y página de 'Esther y su mundo'

Grandes autores y estudiosos del cómic

Entre los autores que comenta Manuel encontramos a gente tan interesante como José María Conget, María Eugenia Gutiérrez, José Joaquín Rodríguez, Paula Sepúlveda, Isabelle Touton, Eva Sanjuán y Marika Vila. “Tebeos. Historietas para chicas, se estructura en capítulos –comenta Manuel-, versando cada uno de ellos sobre una publicación, lo cual funciona a modo de eje para trabajar sobre los cómics de diferentes décadas: yo trabajo sobre los años cuarenta, aunque me extiendo hasta los sesenta para comentar aspectos de la industria; José María Conget se explaya sobre los años cincuenta, sobre todo; María Eugenia Gutiérrez se ocupa de la década de los sesenta; Isabelle Touton, igualmente, al igual que José Joaquín Rodríguez y Paula Sepúlveda, que comienzan en los sesenta y entran en los setenta; Eva San Juan estudia revistas de los años setenta y ochenta, y Marika Vila analiza qué pasó en el final del siglo XX”.

“Cada participante ha elegido el enfoque que quería darle a su análisis, ahí no hemos querido establecer premisas –concluye Manuel-. Hay trabajos que están hechos con perspectiva de género, sobre todo el último, el de Vila, en el que se reflexiona sobre la desaparición de este tipo de tebeos; hay otros que usan la teoría de la recepción o el análisis sociológico, combinándolo con la perspectiva de género, y hay otros que no la utilizan en absoluto, como el mío, en el que me obstino por hacer un estudio sobre cómo funcionó aquella industria, un trabajo más empírico”.

La conocimos en los 70: una adolescente pecosa con problemas sentimentales que durante años hizo las delicias de las adolescentes. De su última aventura se han vendido más de doscientos mil ejemplares.

“Existe el mito de que las niñas leían cuentos de hadas”

Ahora, que el cómic lleva décadas sumergido en una permanente crisis, cuesta pensar que millones de niños y niñas leían tebeos en los años 50, 60 o 70. “La industria de los tebeos fue potente a partir del primer impulso económico de España en el final de los años cincuenta, potenciándose enormemente durante una década -afirma Manuel-. Esto benefició a la industria de los tebeos, que se amplió en tiradas y en oferta, pero lo hizo cuantitativamente, no cualitativamente. Una oportunidad perdida, porque los editores, en vez de invertir en hacer mejores tebeos, hicieron los mismos, multiplicándolos”.

En cuanto a los tebeos femeninos: “La industria de los cómics para muchachas experimentó un auge similar –confiesa el historiador-, y los editores descubrieron que había una demanda altísima de ese tipo de producto. Hasta tal punto que hemos podido demostrar que hubo ciertos sellos (Toray, Ricart, Ferma, Marco) que invirtieron mucho esfuerzo por editar este tipo de cómics y que durante cierto periodo proliferaron en los quioscos en mayor número y variedad que los dirigidos a un público masculino (me refiero a los de aventura)”.

“No podemos saber cuántas lectoras había entonces porque los estudios demoscópicos no existían –afirma Manuel-, solo podemos intuir que, si un editor lanzaba veinte títulos semanales y más de la mitad eran para chicas, entonces existían un público lector femenino tan abundante como el masculino para los productos de ese editor”.

“Existe el mito de que los cómics eran cosa de chicos y que ellas leían pocos o se circunscribían a “sus” tebeos de hadas y de historias ñoñas –confiesa el autor-. Yo creo que eso es falso. Desde que arrancó esta industria, en gran parte de los tebeos para la infancia que se publicaban siempre hubo oferta de contenidos para ellas, porque los editores tenían la experiencia de que las niñas también se asomaban a las revistas de historietas. Todos los grandes títulos (TBO, Pulgarcito, Chicos, DDT, Tío Vivo…), contenían historietas hechas para muchachas, porque había un público lector potencial integrado solo por niñas. Incluso en los tebeos de género aventurero con formato de revista podíamos encontrar secciones para ellas”.

Distinto era el caso de los tebeos monográficos, o sea, los que solo ofrecían una cosa (un cuento de hadas, un relato romántico, una aventura de acción, una historia de terror), porque en estos casos el lector se presuponía –añade Manuel-. Había niños que leían tebeos de cuentos de hadas. Pocos, o muchos y ocultos, porque se exponían a ser acusados de afeminados. Y había niñas que leían tebeos de aventuras. Acaso no demasiadas, ante la posibilidad de ser consideradas “marimachos”.

“No lo sabemos –concluye Manuel-. Pero los tebeos de contenido variado los leían tanto las niñas como los niños, y yo creo que no había diferencia entre unos lectores y otros. El cerebro infantil es tan esponjoso en las niñas como en lo niños, y se alimenta de ficción con la misma gratificación. La única diferencia estimable quizá fuese que ellas no los coleccionaban, pero esto no se debía, seguramente, a su condición femenina, sino a una serie de ritos sociales y a una educación rígida que estaba constantemente reconduciendo los hábitos y comportamientos de las chicas, mientras que solía dejarse más libertad de actuación a los chicos”.

Portada de una reedición de 'Mary Noticias'

Portada de una reedición de 'Mary Noticias'

¿Los tebeos contribuían a asentar una sociedad machista?

Sobre las historias de los tebeos femeninos de la época, Manuel nos comenta que: “Las temáticas de estos cómics eran repetitivas, es incontestable que así fue. Pero también debemos reconocer que las temáticas del resto de los tebeos eran muy rutinarias. Los de humor solían contar una anécdota, los de aventura una gesta y los que nos ocupan una fábula. Y siempre la contaban del mismo modo. Por alguna razón parecemos interpretar que un relato aventurero, que siempre se rige por las mismas claves, es “diferente” a un relato romántico, que contiene también claves fijas pero distintas. Pero desde el punto de vista del consumo de la ficción no se hallan tan distantes. En todos, el objetivo final es la imposición de un orden, el de la justicia social en el primer caso, el de la armonía doméstica en el otro. En esencia, son parecidos a los relatos de hoy en día (los que se dirigen a un público mayoritario, familiar, los de la pelis taquilleras, por ejemplo), aunque las conductas de los personajes y su estatus de partida sean muy diferentes”.

En cuanto a si los cómics contribuían a asentar esa sociedad machista, Manuel asegura que: “Por entonces la sociedad era androcéntrica y los cómics transmiten esa idea, a la que asociamos automáticamente que los cómics para ellos perseguían un fin concreto y los cómics hechos para ellas otro distinto. Yo no creo eso y te lo comento a título personal, claro, que otras personas que participan en este libro podrían hacer otro razonamiento. Yo opino que los cómics nunca han sido herramientas al servicio de un poder informe que mueve los hilos desde lugares ignotos, salvo cuando ha sido obviamente creados con ese fin. Es decir, hay historieta propagandística, como la que se editaba durante la Guerra Civil, pero ya en la primera posguerra los poderes ligados al Estado dejaron de producir esas viñetas políticas y muy pocos fueron los editores que inocularon alguna soflama ideológica en sus tebeos, simple y llanamente porque eso no vendía”.

“Los tebeos que se vendían bien –añade Manuel-, los hacían editores no vinculados al régimen franquista, cuyas historietas fueron realizadas por gentes del pueblo llano, la mayoría de ellos situados ideológicamente en las antípodas del franquismo. Eso sí, todos aquellos productos eran machistas, si se quiere. Lo eran porque la sociedad en la que vivíamos era así, mantenía unas coyunturas heredadas del antiguo régimen (no solo de España, del mundo occidental) que tardarían mucho en ser modificadas, al menos hasta el final de los sesenta. Eran machistas los cómics españoles como lo eran los cómics japoneses por entonces (y ahora), al igual que lo eran los cómics británicos por entonces (y aún), o como lo fueron los estadounidenses a lo largo de casi todo el siglo XX (y lo son)”.

“Si formulamos tu pregunta de otro modo –concluye- se responde por sí sola: ¿Los editores americanos querían “imponer la cultura de una sociedad machista” en los años cincuenta? ¿Los cómics británicos trasmitían los valores conservadores de Thatcher imponiendo la cultura neoliberal en los ochenta? La respuesta no puede ser sí. En España, incluso en la España de Franco, tampoco puede ser sí. Los cómics buscan entretener y lo hacen con la baraja temática y con los usos y costumbres de cada momento. Y lo que en aquel momento era perfectamente normal para resultar risible, emocionante o estimulante, hoy puede interpretarse (desde una perspectiva presentista) como racista, machista o incluso como un discurso de odio. Pero no podemos afirmar que hubo una intención de hacerlo de ese modo para perpetuar un status quo. No la hubo”.

Portada de 'Florita'

“Florita tenía electrodomésticos que en España casi nadie poseía”

Pura Campos y otras grandes dibujantes de la época trabajaron para el mercado británico y alemán en cómics que luego llegaban a España y que, en ocasiones, reflejaban sociedades más avanzadas que la española. “Los cómics que dibujaba Purificación “Purita” Campos eran tebeos escritos por señores muchas veces, como Philip Douglas, que trabajaban de igual modo que los guionistas españoles –afirma Manuel-. Es decir, intentaba construir personajes para seducir a un público y vender tebeos. Fue el caso de Patty (aquí, Esther) o de Tina (aquí con varios nombres), las series que hicieron conocida a Campos”.

“En realidad, aquellos personajes eran hijos de su tiempo y no desafiaban al orden impuesto –continúa-, salvo por lo relativo a la rebeldía juvenil que exhibieron en algún momento. Obviamente, la sociedad británica estaba más avanzada que la española en muchos aspectos, pero no era especialmente permisiva, y mucho menos con las muchachas adolescentes”.

Yo no creo que los cómics contribuyeran a modernizar nuestra sociedad porque para eso hacen falta muchos elementos, no solo tebeos –comenta Manuel-. Además, nuestra sociedad ya debería haber estado modernizada mucho antes porque desde los años cincuenta, a poco que se permitió a los editores importar material extranjero, los españoles ya oteábamos cómo eran las sociedades extranjeras, sobre todo la estadounidense. Lo comenta José María Conget en su artículo, cuando nos recuerda que en la revista Florita los personajes poseían electrodomésticos que en España casi nadie tenía, o autos aquí imposibles de conducir. La lectura de esas historietas sin duda proporcionaba una sensación evasiva magnífica, pero dudo yo que contribuyese a cambiar la realidad. Raramente la ficción lo consigue”.

Muere Purita Campos, la dibujante de la legendaria 'Esther y su mundo'

Reivindicando a grandes autoras olvidadas

Preguntamos a Manuel si este libro también sirve para rescatar a grandes autoras injustamente olvidadas: “Sirve para intentar convencer a todos los interesados en los tebeos y en la cultura popular de masas que este tipo de tebeos, por más que puedan ser calificados de infracultura, fueron importantes. Fueron muy abundantes y muy leídos. Generaron mucho dinero para varios editores y dieron trabajo a muchos autores, y lo que es más importante: supusieron la entrada masiva de autoras en el sector del cómic. Hasta entonces, la participación de mujeres en los tebeos había sido testimonial, y de hecho gran parte de las primeras colecciones de tebeos para muchachas las hacían siempre hombres, tanto los guiones como los dibujos, pero luego todo cambió, acaso por el ejemplo de Consuelo Gil, acaso por el buen olfato de los editores de Toray u otros, que comprendieron que la participación de mujeres beneficiaba la recepción del producto”.

Portada de 'Mary noticias'

“Sabemos que varias firmas de autoras eran seudónimos de autores varones -nos comenta Manuel-, pero muchas de estas historietas las hicieron mujeres, de lo cual damos fe en el Catálogo de tebeos para chicas en el siglo XX, que se publica como anexo de este libro. Y ha servido para que seamos más conscientes de la importante presencia de otras, como Rosa Galcerán, cuya firma exhibía el editor como una forma de vender sus tebeos; o Carmén Barbará, que era un motor de ventas gracias a sus patrones de moda; o Juli (Julia Sánchez Pereda), que todos recuerdan como “una dibujante de cuentos de hadas”, pero que fue la autora más reclamada por todos los editores y posiblemente la única que participó, transversalmente, en todas las editoriales desde los años cuarenta a setenta, generando una obra compacta y solvente”.

“Y hemos localizado muchas firmas de las que sabemos poco o nada, autoras que luego jamás se han recordado pero que contribuyeron con historias o con dibujos a una industria nunca bien ponderada –añade el autor-. Te citaré algunas: Nieves Catalá, Nieves Francesch, Marisa G. Bone, Silvia Gema, Coral Lía, Mª Ángeles Arazo, Carmencita Soler, Angelita Tormo, Carmen Guerra, Merche Borrell, Marina Corrons, Marisa Fraga, Josefina Julbe, Carmen Levi, Blanca Sanza, Mª Rosa Solá, Carmen Fraxanet, Marisa G. Bone, Carmen Levi, Josefina Sosa, Felisa Sánchez, Josefa Such… Y son solo un puñado de las cientos de firmas que pasaron por aquellos tebeos.

Para Todos La 2 - Entrevista Marika Vila, ilustradora

Los tebeos femeninos españoles más importantes del Siglo XX

Preguntamos a Manuel Barrero cuáles cree que son los tebeos femeninos españoles más importantes del Siglo XX: “Esto es fácil: Mis Chicas, Azucena, Florita, Claro de Luna y Lily.

1) Mis Chicas, revista de Consuelo Gil, porque fue el primer título que demostró que se podía hacer un tebeo para muchachas de éxito. Ya hubo uno, el titulado BB, que editó Buigas en los años veinte, pero no tuvo continuidad y no se diferenciaba mucho de cualquier otro periódico para la infancia!.

2) Azucena, de Ediciones Toray, porque sentó un modelo de éxito que se apresuraron a imitar los demás editores, apoyado en historias bien escritas y dibujos muy atractivos, como los de Rosa Galcerán, estrella e imagen de este cuaderno, que fue con el que comenzó y con el que terminó Toray su trayectoria editorial.

Portada de 'Azucena'

3) Florita, revista de Clíper, ejemplo de revista bien hecha, densa y sofisticada, con excelentes autores, con traducción de historietas de diversos países y la primera que fue exportada al extranjero en bloque, publicándose en Francia tal cual se hacía en España (Mireille, que transmitía a las lectoras de Francia los mismos esquemas androcéntricos que aquí se consumían, je).

4 Claro de Luna, de IMDE, por tratarse de una publicación que demostraba que las lectoras de tebeos se incorporaban al mundo moderno, el del pop, el de la moda, el de la sociedad contemporánea, mientras que los jóvenes lectores masculinos seguían evadiéndose a contextos medievales o a parodias en ciudades inexistentes.

5) Y Lily, de Bruguera, por ser una revista muy variada, que introdujo a la muchacha española en la España del desarrollismo, y que le brindó las aventuras de Esther y su mundo, una adolescente británica con la que se podían comparar cualquier jovencita española, lo cual explica su gran éxito, que continua hoy en día en las ediciones de Dolmen” –concluye Manuel-.

Por cierto, destacamos la estupenda portada del libro, de la Premio Nacional de Cómic Cristina Durán.

Portada de 'Tebeos. Historietas para chicas', de Cristina Durán

Tebeosfera: 20 años de divulgación científica del cómic

Tebeos. Historietas para chicas es solo el último de los imprescindibles trabajos teóricos de Tebeosfera, una asociación que cumple 20 años de divulgación científica de los cómics. “Lo celebramos trabajando –asegura Manuel Barrero-. Yo me había prometido hace tiempo bajar el ritmo y que, cuando llegara el vigésimo aniversario, esto ya sería coser y cantar. Pero, no. Al contrario, estamos trabajando más que nunca, porque como sabrás hemos querido celebrar un encuentro de teóricos que hemos organizado a modo de seminario sobre un tema específico: la teoría sobre historieta. Ya se celebró, con gran éxito, en Sevilla, el I Simposio de estudios sobre cómic, en el cual hemos repasado todos los esfuerzos teóricos sobre historieta desarrollado en España, reflexionando sobre ello nuestros mejores teóricos (Martín, Guiral, Altarriba, Pons, Trabado, Capdevila, Vila, Baile y varios más)”.

“También consideramos –añade- que nuestro libro Tebeos. Historietas para chicas, es un modo de celebrar el vigésimo aniversario del proyecto Tebeosfera, porque (y no te miento) el libro fue uno de nuestros propósitos iniciales, imposible de cumplir hasta que no pasaron dos décadas, dado que no teníamos tebeos ni conocimiento suficiente sobre ellos”.

En cuanto al balance que hace de estos 20 años, Manuel asegura que: “El balance es por fuerza positivo. Solo hay que mirar las cifras en https://www.tebeosfera.com/catalogos/. Somos el colectivo español de teóricos sobre cómic que más literatura científica ha generado, y en todas las parcelas de conocimiento, porque tocamos todos los palos. Hemos construido un catálogo de tebeos inmenso, aunque incompleto, pero muy enriquecido, al que terminan acudiendo todos los que quieren saber algo sobre cómic”.

“Y, lo más importante, hemos descrito las estructuras de nuestra industria y también las presencias de los autores que hicieron el tebeo español. Nuestra obsesión en estos últimos cinco años ha sido ir mejorando las fichas biográficas porque ellos son la savia que nutre este árbol tan inmenso. Creo que, a la postre, todo este trabajo ha dado lugar a una sensación de sociedad bien avenida que es muy beneficiosa. Es decir, hemos logrado convencer a muchos de que participen en esta aventura y el número de colaboradores es superior al de cualquier otro proyecto sobre cómic que se haya desarrollado anteriormente en España”.

“Y en ello seguimos, porque queda mucho por hacer –concluye Manuel-. Entre nuestros objetivos está descubrir los tebeos escurridizos, que los hay en todas las épocas, y conocer al mayor número de autores posible. Es una labor que no acaba nunca y sigue siendo fascinante. Hay entretenimiento para otros veinte años, o más”.