La sexta ola multiplica los casos asintomáticos: ¿otro augurio del fin de la pandemia?
- Con ómicron y las vacunas, más de la mitad de los positivos registrados en las últimas semanas no manifiestan síntomas
- Sin embargo, el descontrol del rastreo en la sexta ola o los presintomáticos impiden conocer su auténtico número
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La sexta ola de la pandemia de COVID-19 está rompiendo los registros de datos, con récords cada día de incidencia acumulada por la enorme transmisión de la variante ómicron del virus. Los casos diarios se cuentan por centenares de miles, pero, desde hace unas semanas y por primera vez, la mayoría de los contagios diagnosticados no refieren síntomas.
El Ministerio de Sanidad plasma en un gráfico diario el seguimiento que el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) hace de la proporción de casos sintomáticos y asintomáticos, un dato que hay que tomar con cautela por la posibilidad de que muchos de esos casos registrados como asintomáticos fueran, en realidad, presintomáticos. Y aún así, la tendencia en el último mes es destacable.
En el gráfico se observa cómo el porcentaje de asintomáticos sobre el total de contagios detectados en España está en máximos, aunque también lo está el porcentaje de los casos cuya sintomatología no está registrada, ya que la explosión de la variante ómicron ha hecho saltar por los aires el sistema de seguimiento. Así, en este mes de enero, hasta el día 10 se habían confirmado algo más de 220.000 contagios de COVID-19 con síntomas, y más del doble -491.000- asintomáticos. Quedaron fuera de esta distinción otros 227.000 positivos confirmados sobre los que no había información, pero aunque todos tuvieran síntomas, no inclinarían la balanza.
¿Qué significa esto? A primera vista, apunta a que la enfermedad causada por la variante ómicron del virus SARS-CoV-2 es más leve, y, al mismo tiempo, a que las vacunas funcionan para prevenir las manifestaciones más graves de la COVID-19. Aunque es difícil determinar qué variable tiene más peso y si son las verdaderas causantes de esta tendencia.
"Es la pregunta del millón", responde el epidemiólogo Manuel Franco, que asegura que la divergencia entre el número de contagios y el de hospitalizaciones y fallecimientos es señal de que las vacunas funcionan y hay que seguir vacunando. Pero subraya que, "desde el punto de vista epidemiológico, lo importante es que se han disparado los contagios y se están dando reinfecciones en personas que se han contagiado hasta tres y cuatro veces, lo que era impensable hace seis meses o un año cuando creíamos que íbamos a llegar a la inmunidad de grupo, bien por habernos infectado o por estar vacunados".
Hasta ahora, el único momento en el que los casos con síntomas estuvieron cerca de la mitad del total fue a mediados de julio, cuando la campaña de vacunación estaba en su apogeo y antes de que la incidencia de la quinta ola, protagonizada por los jóvenes sin vacunar, tocara techo. Entre el 20 de diciembre y el 9 de enero, a excepción de los fines de semana, los casos sin síntomas superaron casi a diario el 50 %, y llegaron a ser el 60 % de todos los positivos el 30 de diciembre.
Jaime Pérez Martín, miembro de la Junta Directiva de la Asociación Española de Vacunología, apunta a estudios recientes en Sudáfrica que muestran que la proporción de casos sin síntomas producidos por ómicron son entre siete y 12 veces superior a la observada con las variantes delta o alfa. Sin embargo, en España, aunque ómicron es la variante predominante en los casos secuenciados, aún convive en una proporción 62-38 % con la delta.
Los asintomáticos, la parte oculta del iceberg
La localización de los contagiados de COVID-19 sin síntomas ha sido clave durante toda la pandemia para contener la transmisión de la enfermedad. "El asintomático es la parte del iceberg que no vemos porque está sumergida, y puede ser también la más grande, como ahora, o no serlo", compara Jaime Pérez Martín, que ejerce como médico especialista en Medicina Preventiva.
Pero ahora son también una cifra incierta, en una sexta ola descontrolada donde muchos positivos se han quedado fuera del radar, tanto por el colapso de los sistemas de detección y rastreo como por las personas que no quieren que se conozca su contagio, por las complicaciones que les pueda acarrear, como menciona Amós García Rojas, presidente de la Sociedad Española de Vacunología, en declaraciones a la agencia Efe. De esta manera, es más difícil caracterizar la trayectoria de la COVID-19 y pronosticar cuándo terminará.
Por eso, para tener un retrato fidedigno, Pérez Martín apunta que lo "ideal" sería hacer después de esta ola un estudio de seroprevalencia para ver qué porcentaje de población ha pasado realmente la enfermedad y despejar así las incógnitas.
De todas formas, que los casos con síntomas se desinflen en comparación no acerca necesariamente el final de la pandemia. Para eso, sostienen los expertos, habrá que esperar al menos a que termine esta ola que aún no conoce el pico, por más que gobiernos como el español quieran impulsar desde ya una nueva estrategia de vigilancia para la pospandemia.
Manuel Franco, profesor en las universidades de Alcalá de Henares y Johns Hopkins, no ve en la buena noticia de los asintomáticos un augurio del fin. "Tenemos una ola que es tan monstruosa como para que siga habiendo enfermedad grave y estemos al borde del nivel de riesgo muy alto de saturación de los hospitales".
Transición hacia un escenario donde el recuento no es la clave
Por el momento, la mayor levedad de los casos -comparada con su volumen- junto a los efectos protectores de las vacunas alimentan el actual discurso del Gobierno sobre la llamada 'gripalización' del virus, o dicho de otro modo, empezar a tratar el coronavirus como se hace con virus respiratorios endémicos y estacionales como la gripe. Una nueva vigilancia que prescinde del recuento exhaustivo de contagios para centrarse en los ingresos hospitalarios que resultan solo de los casos más graves.
Es un punto al que hay que llegar, entiende el médico Jaime Pérez. La estrategia de la COVID-19 hasta ahora ha sido como la del sarampión o la varicela, una enfermedad de declaración obligatoria donde se ha registrado y seguido cada caso de forma individualizada, porque el objetivo primero era atajar la transmisión.
"Pero ya no estamos en ese escenario -considera-, sino en uno de convivir con el virus y tratar de reducir lo máximo posible los casos graves, las hospitalizaciones y las muertes. En esta nueva estrategia no tiene sentido, con más de 100.000 casos al día, tener datos individualizados de todas las personas contagiadas. El objetivo ahora de las políticas europeas es que no se desborde el sistema sanitario, especialmente el hospitalario", y, por lo tanto, hay que concebir un nuevo enfoque.
Para la Organización Mundial de la Salud, este sistema "centinela" es un nuevo rumbo para el que hay que esperar a estar mucho mejor que ahora. Es un punto de destino, pero no en el momento actual, coincide también el epidemiólogo Manuel Franco, quien cree que "se ha confundido el debate" sobre la endemia y la comparación con la gripe. A su juicio, el sistema de vigilancia de la gripe en España que se está poniendo como ejemplo "no se corresponde con lo que estamos viendo ahora mismo; el colapso de la atención primaria y hospitalaria que estamos viendo no es ni parecido", afirma.
Con la transmisión descontrolada, los protocolos actuales aún son relevantes, por cuanto todos los contagios, manifiesten síntomas o no, están teniendo un enorme impacto en la gestión sanitaria y administrativa.
Y, por más que los gobiernos en España y otros países estén relajando las medidas en el caso de los positivos y contactos estrechos sin síntomas que están vacunados (a los que se les aplican aislamientos más cortos o ninguna cuarentena en absoluto, como ocurre con los profesionales esenciales), no se puede sacar a los asintomáticos de los protocolos actuales, porque tienen la capacidad de ser tan contagiosos como quienes están afectados por los síntomas.
"Hay que mantener el sistema de vigilancia epidemiológica, porque hay un compromiso con Europa de comunicar los contagios, pero es una carga de trabajo inmensa con un aprovechamiento no muy grande" una vez superada esta sexta ola, añade Pérez Martín. Con la posible perspectiva de seguir teniendo cada vez más positivos sin síntomas, la estrategia actual sería una transición aún necesaria hasta llegar al deseado escenario del final de la pandemia.