'La infamia': el secuestro de Lydia Cacho y una historia de lucha por los derechos humanos
- La obra de teatro está dirigida por José Martret y protagonizada por Marta Nieto y Marina Salas
- Una historia llena de emociones con formato cinematográfico en vivo
La infamia es la historia de un secuestro -el de la periodista mexicana Lydia Cacho- pero también una clase magistral sobre cómo el teatro puede remover profundamente las conciencias. Esta función sobre la violencia y la lucha por la justicia ha entrado en su última semana de representación y se despedirá este 16 de enero en la sala Max Aub de las Naves del Español, situadas en el Matadero de Madrid.
A raíz de la publicación del libro Los demonios del Edén en 2005, en el que Lydia Cacho destapó una red internacional de pedofilia y explotación sexual de niños y niñas, la periodista fue secuestrada por un dispositivo policial durante más de 24 horas. Un viaje de 1.500 kilómetros, lleno de terror y que está representado por las actrices Marta Nieto y Marina Salas de forma magistral.
Esta red de pedofilia estaba organizada desde Cancún por el empresario Succar Kuri y conectada con políticos mexicanos y extranjeros y más empresarios de poder, como Kamel Nacif y el exgobernador de Puebla, Mario Marín Torres. Lydia Cacho fue secuestrada por una demanda de Nacif en la que era acusada de "difamación y calumnia" por el libro.
Gracias al posterior libro Memorias de una infamia, en el que relató la tortura, las amenazas y los abusos policiales recibidos, y mediante su lucha por los derechos humanos, la periodista está consiguiendo justicia. En 2019, el Gobierno mexicano, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, reconoció que los derechos humanos de Cacho fueron vulnerados, por lo que Sucarr Kuri cumple ahora una condena de 112 años, y Kamel Nacif y Mario Marín están detenidos.
Una interpretación magistral
Desde mediados de diciembre, este relato se está dando a conocer a través del teatro. Una obra dirigida por José Martret e interpretada por las actrices Marta Nieto y Marina Salas en diferentes fechas, que está siendo un altavoz para su historia, pero sobre todo para concienciar sobre la vulneración de los derechos humanos.
Antes de hacer una representación teatral, a Cacho ya le habían ofertado varias propuestas, pero aceptó la del director José Martret, ya que para ella muestra “una mirada con perspectiva feminista muy respetuosa”.
“Tenía que ser un relato, en el que una mujer en primera persona contara cómo fue esa vivencia”. Esto fue lo que pensó Martret desde el primer momento en el que planteó la obra, por lo que está narrada como un monólogo.
El trabajo en equipo ha sido necesario. “Necesitaba una mirada externa para poder delimitar algunos fragmentos, que para mí son vitalmente importantes, pero en realidad para la historia teatral no son indispensables”, subraya la periodista.
Teatro y cine en directo
La obra se compone mediante dos líneas de acción que se van alternando, la primera es una narración cronológica del secuestro, y la segunda trata de las reflexiones de la periodista sobre su activismo y su trabajo. Para contar estas historias, una pantalla en mitad del escenario ayuda a la narración.
La cámara que emite el primer plano de la actriz supone un elemento clave para trasladar la acción del género thriller al escenario. “Con cámara en directo, podía ayudar mucho a que el espectador le llegara toda la emoción, el plano más psicológico de lo que sucede a través de un formato más cinematográfico”, explica José Martret.
Por lo que era importante que las dos actrices hubieran trabajado anteriormente en cine, para que la cámara no fuera un inconveniente, puesto que tenían que ser "absolutamente transparentes para que la emoción que transmiten llegue desde ese primer plano”, señala el director.
Es en esta parte del secuestro con el primer plano, donde sucede la mayor carga emocional a través de las actrices, ya que se vacían completamente. Además, realizan un ejercicio increíble de emociones para cambiar la energía cuando pasan a actuar en la parte más autobiográfica y reflexiva.
La pantalla también sirve para hacer un teatro de tipo documental con proyección de imágenes o testimonios, como las declaraciones de Succar Kuri y Kamel Nacif, que ayudan a contar la historia.
Al tener ese estilo cinematográfico, la escenografía está montada al detalle junto con la iluminación. Las escenas suceden como en pequeños sets de rodaje, con varios elementos de atrezzo, entre los que se encuentran un coche todoterreno, una mesa con unas sillas junto a un árbol, una celda y una mesa de despacho.
Un baile de sororidad
El monólogo está basado en un duro testimonio, pero en el que la soledad y las emociones de la actriz son seguidos por su compañera, la operadora de cámara.
““Los movimientos que hace la actriz están coreografiados al milímetro con la operadora de cámara”“
"Es como si estuvieras bailando con alguien, que está siempre en su lugar correcto y que está presente todo el rato pero sin estarlo”, expresa la actriz Marina Salas. Este trabajo conjunto supone una danza de sororidad, con la que Martret pretendía que la actriz se agarrara a su compañera "para contar la historia juntas”.
De manera que todo parece que sucede de forma muy natural y orgánica, sin embargo “los movimientos que hace la actriz están coreografiados al milímetro con la operadora de cámara”, explica el director. No obstante, también hay lugar para la improvisación, puesto que Salas señala que “aunque haces siempre los mismos movimientos, cada día Alicia, la operadora de cámara, está encontrando planos nuevos”.
Cuestión de detalles para conseguir justicia
Una de las características de este monólogo son todos los detalles que narra la actriz. Durante la preparación de la obra y en los ensayos, Cacho les contaba todas las sensaciones que recordaba de esos momentos para así conseguir una atmósfera auténtica en el escenario.
Desde pequeña Cacho escribía diarios y contaba cada detalle. Más tarde, su experiencia como periodista de invstigación y activista por los derechos humanos, y especialmente su trabajo con las mujeres le hizo aprender más sobre ellos.
Junto con más compañeras llegó a fundar el Centro Integral de Atención a las Mujeres de Cancún. “Les enseñaba estas habilidades que se aprenden como periodista, a fijarse y a observar, pero ellas también me ayudaban a mí a entender el mundo”, explica.
““Para que un juicio suceda necesitas todos los detalles”“
En una experiencia de tanta tensión y angustia, Cacho sabía que tenía que fijarse en todos los detalles para salir de ahí. “Para que un juicio suceda necesitas todos los detalles”, destaca la periodista.
Contar la historia para seguir la lucha
Cacho ha contado esta historia en dos momentos vitales diferentes. El libro Memorias de una infamia lo escribió con una sensación de absoluto peligro por su vida. Pero se preguntaba: “Si tantas mujeres y niñas son capaces de contarme sus historias de violencia sexual. ¿Por qué yo no la voy a contar?”.
““Sobrevivir a una tortura, me parece que es un trabajo psicoemocional para toda la vida, hay cicatrices que no se borran”“
Por lo que decidió publicar el libro, ya que necesitaba mostrar lo ocurrido. No obstante, la capacidad para poder contarlo desde un lugar en el que ya no duele significa un gran avance de este constante proceso. “Sobrevivir a una tortura me parece que es un trabajo psicoemocional para toda la vida, hay cicatrices que no se borran”, asegura.
Ahora volver a contar la historia ha sido distinto por la situación de "mayor seguridad" en la se encuentra. Puesto que tuvo que exiliarse de México, después de que unos sicarios entraran a su casa y mataran a sus perritas y robaran parte de su material periodístico, por lo que ahora vive en España.
También ha sido diferente por narrar lo ocurrido a través de esta arte escénica. “Siento que el teatro tiene la capacidad de hacerte sentir la vivencia desde un lugar más auténtico que el cine o las series”, destaca.
De esta forma, la periodista mexicana ha hecho un sueño realidad: volver a contarlo de forma totalmente reivindicativa. Y también llevarse la satisfacción de la gran acogida de la obra por parte del público, algo que a todos los implicados en este trabajo les ha llenado. “Me parece que lo más mágico de esta obra es que ha incitado a que mucha gente se haga preguntas que no se planteaba sobre los derechos humanos y la justicia”, señala la periodista.
El equipo pretende exhibir la obra en más ciudades de España e incluso fuera del país para seguir concienciando sobre la vulneración de los derechos humanos que existe a día de hoy y, sobre todo, de la necesidad de luchar contra esta injusticia para que no vuelva a repetirse.