Johnson se escuda en su errática gestión de la pandemia para sobrevivir al escándalo de las fiestas
- Los vaivenes en las medidas sanitarias han sido constantes desde que comenzó la pandemia
- El Gobierno prevé adelantar el levantamiento de las restricciones impuestas por Navidad
El primer ministro británico, Boris Johnson, intenta defender su gestión de la pandemia como un logro para sobrevivir políticamente al escándalo por las fiestas celebradas en Downing Street en pleno confinamiento.
El pasado 12 de enero, cuando pidió perdón en el Parlamento por haber participado en una de estas fiestas (que calificó de "evento de trabajo"), Johnson alardeó de que su Gobierno había hecho posible "el proceso de vacunación más rápida de Europa" y que la economía británica era una de las del G7 que mejor se estaba recuperando.
Sin embargo, su gestión de la pandemia ha estado marcada por los vaivenes y cambios de estrategia: comenzó apostando por dejar circular el virus para lograr la inmunidad de grupo y acabó, como en la mayoría de países, con confinamientos (hasta tres) cuando la enfermedad demostró ser más grave de lo esperado y los contagios y muertes se dispararon.
De la estrategia de inmunidad de grupo al confinamiento
El Gobierno británico trazó el 3 de marzo un plan de acción [EN] contra la COVID-19 que comparaba la enfermedad con la gripe y confiaba en la preparación del país para "minimizar el impacto social". El plan preveía proteger a los más vulnerables, como los ancianos, pero consideraba que la exposición de la mayoría de la población al virus era "inevitable" y la colaboración ciudadana solo podía retrasa el pico hasta el verano, a la espera de que las condiciones climáticas y la investigación médica mitigaran el impacto.
El plan recomendaba higiene personal y que los enfermos sintomáticos se quedaran en casa. La medidas más drásticas que preveía eran el cierre de escuelas y la limitación de grandes concentraciones de personas. Por entonces la OMS ya recomendaba la "aplicación a gran escala de medidas de salud pública no farmacológicas", como el rastreo de casos y las cuarentenas.
Un informe parlamentario de octubre de 2021 concluyó que este protocolo inicial había sido un "fracaso" que causó miles de muertes.
No pasó mucho tiempo antes de que Johnson tuviera que rectificar. Comenzó por pedir "distancia social", continuó con el cierre de colegios, pubs y restaurantes, y finalmente el 23 de marzo de 2020, ante el aumento exponencial de casos, tuvo que decretar el primer confinamiento domiciliario (España lo había hecho 10 días antes).
Durante tres semanas, los ciudadanos solo pudieron salir a comprar bienes de primera necesidad, para cuidar de personas vulnerables, por razones médicas o para ir y volver del trabajo. El deporte individual al aire libre estaba permitido (no se clausuraron los parques). Los comercios no esenciales debían cerrar y se suspendieron todos los eventos sociales y reuniones de más de dos personas.
"Sin un enorme esfuerzo nacional para detener el avance de este virus - advirtió el primer ministro en un mensaje al país - llegaría una situación a la que ningún sistema sanitario del mundo podría hacer frente".
El propio Johnson se contagió y pasó una semana en el hospital, donde llegó a estar en la UCI. Al salir aseguró que había estado a punto de morir y dio las gracias a los sanitarios que le habían atendido y al Sistema Nacional de Salud.
A partir de mayo, las restricciones se levantaron gradualmente y el confinamiento general se sustituyó por confinamientos locales (el primero, en Leicester).
La flexibilización, sin embargo, no fue acompañada por la prudencia y los casos volvieron a aumentar. El 31 de octubre, Johnson anunció un segundo confinamiento, que entró en vigor el 5 de noviembre y duró cuatro semanas.
La sucesión de cierres y confinamientos tuvieron consecuencias económicas, como en el resto del mundo: la economía británica se contrajo un 10% en 2020, una reducción histórica.
Éxito de la vacunación, tercer confinamiento y récord de muertes
En diciembre de 2020, Reino Unido se convirtió en el primer país del mundo en aprobar la vacuna de Pfizer, y poco el mismo mes lo hizo con la de Astrazeneca, creada por la Universidad de Oxford.
La campaña de vacunación se desarrolló rápidamente (dos meses después ya se habían superado los 10 millones de vacunados) con algunas diferencias notables respecto a cómo se ha hecho España. Por ejemplo, la segunda dosis se retrasó hasta doce semanas para maximizar el número de personas inmunizadas con una dosis.
El éxito de la vacunación no evitó que en enero de 2021 Inglaterra tuviera que entrar en un tercer confinamiento que incluía el cierre de colegios, salvo para alumnos vulnerables; el cierre de pubs, restaurantes y tiendas no esenciales, así como restricciones para viajar. Escocia siguió sus pasos días después.
El 26 de enero, Reino Unido se convirtió en el primer país europeo en superar los 100.000 muertos por la pandemia. Las autoridades achacaron el aumento de casos a la extensión de una nueva variante del virus más contagiosa, y detectada por primera vez en el condado de Kent (sueste de Inglaterra). Esta variante, posteriormente bautizada como alfa, fue la primera mutación detectada del virus originalmente identificado en Wuhan (China). Alfa fue durante varios meses la dominante en el mundo, hasta que delta ocupó su espacio.
La UE y otros países cancelaron vuelos con el territorio británico, y el propio Reino Unido reforzó el control de los pasajeros que llegaban. Hay que tener en cuenta que Londres es uno de los mayores nodos aéreos internacionales.
El 26 de junio, la estrategia del Gobierno británico frente a la pandemia sufrió un duro golpe con la dimisión del ministro de Sanidad, Matt Hancock, tras revelarse que incumplió las normas de distancia social. Hancock, al que Johnson, según algunas filtraciones periodísticas, había tachado de "inútil", reconoció que el Ejecutivo no había acertado "en todas las decisiones".
'Freedom Day': se levantan todas las restricciones
El 19 de julio de 2021, el Gobierno británico puso fin a casi todas las restricciones en vigor en Inglaterra. Ese lunes fue batizado como el 'Freedom Day', el Día de la Libertad.
Todos los sectores y negocios volvieron a su actividad sin límites de aforo, incluidos el ocio nocturno y los eventos multitudinarios. Otras medidas, como el uso de las mascarillas o la distancia social, pasaron a ser recomendadas pero no sancionables. Sin embargo, el principal epidemiólogo que asesora al Gobierno, Chris Witty, recomendó continuar usando la protección respiratoria siempre en interiores y cuando existieran aglomeraciones.
Sí se mantenía la necesidad de aislarse después de haber estado en contacto estrecho con un positivo por coronavirus, aunque quedaron exentos los vacunados con la pauta completa. Además, el intervalo entre las dos dosis se redujo de 12 a 8 semanas para los menores de 40 años.
"Nos alejaremos de las restricciones legales y permitiremos que la gente tome sus propias decisiones informadas sobre cómo manejar el virus", había explicado Johnson.
Los ingleses, en especial los más jóvenes, se lanzaron a los locales de ocio para celebrar la "libertad".
El Gobierno británico ha apostado todo a la vacunación, y ha ofrecido la tercera dosis a todos los mayores de 18 años. Actualmente, un 70,2 % de los británicos tiene la pauta completa, y un 76,4 % al menos una dosis (por detrás de España: 81,6 % y 86,3 %, respectivamente).
"Plan B" navideño y partygate
Johnson prometió que no habría medidas restrictivas durante las pasadas Navidades, pero el 8 de diciembre, ante el aumento de casos por la difusión de la variante ómicron, tuvo que retractarse de nuevo.
El Gobierno puso en marcha un "Plan B" en Inglaterra, por el que se ordenaba a los ciudadanos a teletrabajar, llevar la mascarilla en sitios públicos (como el transporte, las tiendas, teatros y cines) y a mostrar el certificado COVID para entrar al ocio nocturno y eventos con alta afluencia. Está previsto que estas medidas estén en vigor hasta el 26 de enero.
Las medidas provocaron las quejas de la hostelería y el comercio, lamentaron el "fuerte golpe" que supondría de cara a la campaña navideña, y críticas entre los propios diputados tories. En ese momento Johnson ya tenía que hacer frente a las revelaciones sobre las fiestas en Downing Street durante el confinamiento, el conocido como partygate.
Las revelaciones sobre las fiestas en la residencia del primer ministro y en otros departamentos del Gobierno han causado un profundo malestar entre los británicos, muchos de los cuales no pudieron despedirse de sus seres queridos fallecidos en plena pandemia.
En plena tormenta política y con su cargo en el aire (la oposición ha pedido su dimisión, pero su puesto depende del apoyo de los conservadores), Johnson se propone acortar la duración del "Plan B". Esta misma semana o la próxima el Gobierno podría levantar las restricciones, congraciándose con una gran parte de la población que no las apoya y quiere volver a la vida "normal". Sin embargo, la pandemia no deja de causar estragos y, este martes, las autoridades han notificado 438 nuevas muertes por COVID-19, una cifra que no se alcanzaba desde febrero de 2021.