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Repobladores en la España vaciada: "Estamos felices, tenemos ilusión y ganas de hacer mil cosas"

  • Visitamos Belorado, un pueblo de Burgos que está atrayendo gente de fuera para frenar la despoblación
  • En los últimos dos años se han instalado en el pueblo 18 familias y la mayoría se ha quedado: "La clave es integrar"

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Sandra y su familia llegaron a Alarcia (Burgos) gracias a un programa de repoblación y ahora regentan el bar del pueblo
Sandra y su familia llegaron a Alarcia (Burgos) gracias a un programa de repoblación y ahora regentan el bar del pueblo.

Es mañana de mercadillo en la Plaza Mayor de Belorado (Burgos), como ocurre todos los lunes desde, ni más ni menos, que el siglo X. La escena no dista de eventos similares en otros lugares: puestos que venden ropa, alimentación, complementos para móviles… y el sol permite que, pese a ser pleno enero, los múltiples viandantes que hay se detengan a curiosear, preguntar precios y comprar. En medio de tanta actividad, charlamos con José Mari García Cancelo, el concejal de repoblación e integración del pueblo que se ha propuesto a conciencia que Belorado no pierda un ápice de su esplendor, su vitalidad y sus servicios, fundamentales para otros pueblos más pequeños de la comarca de Montes de Oca.

Los lunes hay mercadillo en Belorado, una tradición que se remonta al siglo X

 ROCÍO GIL GRANDE

Es una batalla difícil, puesto que la pandemia de la despoblación está asolando la llamada España vaciada. En Castilla y León, donde estamos, casi 2.000 localidades (1928) han perdido un total de 284.927 habitantes en 20 años- 146 de éstas han perdido más de la mitad de la población.

Belorado, cabeza de la comarca, no ha escapado de esta desgracia. Su industria peletera, por la que hace unas décadas “venían las actrices y la flor y nata de Madrid a hacerse las pieles y fotos y grabaciones en el famoso Puente del Diablo”, está en decadencia y funciona “a ritmo bajo”.

El trabajo está actualmente en el sector servicios, en las minas de manganeso o en la agricultura. También el turismo, por ser uno de los enclaves en el Camino de Santiago, es un sector crucial para el pueblo. Con todo, la mayoría de jóvenes va a estudiar fuera, se forma en materias “para las que aquí no hay empleo” y no retornan más, aunque ahora algunos están intentando quedarse. “Muchos ciudadanos se quieren ir, incluso piensan marcharse a Burgos para su jubilación”, lamenta este concejal. Mientras, algunos comercios van echando el cierre poco a poco y sin relevo generacional.

Belorado está en las rutas principales del Camino de Santiago

 ROCÍO GIL GRANDE

“Hay muchísimas casas que están cayéndose, pero sus dueños no quieren hacer nada con ellas y barrios que están prácticamente deshabitados”, lamenta José Mari. Belorado contaba en 2021, según el INE, con 327 personas menos que en 2001. Aún así, en enero de 2022 tienen censadas en el Ayuntamiento 1.805 habitantes, lo que le convierte en el pueblo principal de toda la comarca.

La despoblación pone en riesgo los servicios para el pueblo y la zona

Que Belorado pierda población supone un riesgo no solo para esta localidad, sino para los pueblos de alrededor. La mayoría de éstos ronda tan solo los 100 habitantes (el segundo pueblo más grande de la comarca es Pradoluengo con 1.120 y el siguiente ya es Cerezo de Río Tirón, con 532). Belorado ofrece servicios a todos ellos, desde los más básicos (como el centro de salud, la farmacia, el colegio o el instituto), hasta una amplia oferta cultural de la que sus habitantes se sienten orgullosos. Y la pérdida de ciudadanos podría suponer también que se perdieran algunos servicios.

Todos los fines de semana hay cine y teatro. Aquí vienen películas de estreno y las ofrecemos por tres euros y medio”, presume este concejal, que nos ofrece una hoja con todos los servicios del pueblo: “Hemos perdido algunos comercios, pero servicios, ninguno y esperamos que siga siendo así”.

En Belorado hay cine y teatro todos los fines de semana

En Belorado hay cine y teatro todos los fines de semana ROCÍO GIL GRANDE

Esta tendencia a la baja del pueblo es lo que motivó a José Mari y a otros lugareños a presentarse en las últimas municipales bajo el nombre de Vecinos por el Pueblo. “Nosotros no somos políticos”, insiste en varias ocasiones. En 2019 fueron la lista más votada y formaron gobierno con PSOE y PP. Pusieron en marcha la Concejalía de Repoblación e Integración y, desde entonces, dice, el balance es positivo.

Atraer gente de fuera para contrarrestar a los que se van

Uno de sus primeros proyectos fue el ‘Plan Valora’, para poner en contacto a las empresas grandes de la comarca con el instituto con el fin de que los jóvenes se planteen trabajar allí en el futuro. Además, señala que Belorado tiene ya fibra y la gente puede teletrabajar desde el pueblo. Pone de ejemplo a un profesor de una universidad chilena que vive ahora aquí tras entrar en contacto con el proyecto ‘Hola Pueblo’.

“Es otra forma de repoblar: ellos presentan su proyecto y buscamos algo que encaje”. Aquí este hombre ha desarrollado un proyecto de agricultura hidropónica, un sistema innovador por el que se cultivan plantas en un entorno aéreo. También nos cuenta que hay una joven que está buscando instalarse en el pueblo con su tienda online de joyería, orfebrería y bisutería y otra que hace lo mismo pero con tazas serigrafiadas.

Belorado tiene una ruta de los murales más bonitos pintados en sus edificios

Belorado tiene una ruta de los murales más bonitos pintados en sus edificios ROCÍO GIL GRANDE

José Mari se para un momento y saca de su carpeta varios papeles. En uno de ellos, hay un título con la palabra “Repobladores” y una lista con distintas familias. “Es muy complicado hacer que la gente que se quiere marchar se quede”, explica, pero por eso intenta combatir la despoblación atrayendo a gente de fuera, sobre todo de las ciudades, a intentar buscar una forma de vivir en el pueblo, de encontrar una casa y un trabajo en el lugar: “No se trata de traer muchísima gente, pero por lo menos la suficiente para que esto no se siga despoblando”. "Algunos dicen que regalamos casa y trabajo a gente de fuera, pero no regalamos nada, solo hacemos de intermediarios", añade.

José Mari García, concejal de Belorado, nos enseña los datos del programa de repoblación

 ROCÍO GIL GRANDE

Mientras hablamos, aparece por el mercado Aurora. Precisamente, es una vecina que colabora de forma gratuita para intentar integrar gente de fuera. “Intento fomentar que la gente se quede arraigada, les cuento todos los beneficios, los servicios y les ayudo en todo”. “La clave no está tanto en repoblar, sino en integrar”, coincide José Mari.

Aurora colabora para ayudar a los posibles repobladores a instalarse e integrarse en el pueblo

 ROCÍO GIL GRANDE

Los primeros en venir fueron Saturnino, su mujer y sus cinco hijos. En 2019 pidieron ayuda en el Ayuntamiento y, tras buscar algún sitio donde pudiera trabajar, logró un empleo en la mina. En 2020, diez familias de fuera se instalaron en Belorado: “Un total de 16 adultos y diez niños”. Nueve de ellas se han quedado y tan solo una se ha marchado. Y un año después, pese a la pandemia, el balance fue de 8 familias nuevas y el nacimiento del primer niño en Belorado hijo de repobladores. Y aunque algunos de los que llegan terminan por irse, “el balance siempre es positivo”.

El bar más popular del pueblo reabre gracias a Zoraida, una de los 'repobladores'

Zoraida es una de esos ‘repobladores’. Desde hace apenas tres meses, regenta el bar ‘El acha’, el más popular del pueblo, situado en el pleno centro, y comprobamos que el nivel de clientes es alto. Se trata de un bar que había pasado a manos de tres generaciones, pero la última se jubiló y no hubo relevo familiar. Llevaba casi tres años cerrado el local cuando esta mujer contactó con el proyecto ‘Arraigo’, una de las entidades de repoblación con las que colabora el Ayuntamiento de Belorado y que busca pueblos que puedan satisfacer las necesidades de aquellos que piensan salir de la ciudad.

Zoraida regenta desde noviembre el bar 'El acha', de los más populares de Belorado

 ROCÍO GIL GRANDE

El pueblo me ha ayudado. Es diferente a la ciudad, te dan calor humano

Zoraida, de unos 50 años, había emigrado de República Dominicana a Madrid hacía 20 años. Allí instaló una tienda de alimentos latinos y un bar. Pero la crisis de 2008 pasó una difícil factura en una ciudad que, dice, le resultó difícil. “Yo estaba agobiada en Madrid”, explica. “Quería buscar un sitio tranquilo, un pueblo que se asemejara a donde vivía yo en mi país”, añade. “Busqué por internet y escribí al proyecto Arraigo, que me puso en contacto con Belorado”, prosigue. Le preguntamos cómo ha sido esa transición y sonríe: “El pueblo me ha ayudado bastante. Ya me conocen los vecinos… la gente de pueblo es muy diferente a la de ciudad. Aquí te dan calor humano, siempre están dispuestos a hablar contigo, pero en Madrid van todos deprisa y corriendo”.

Tras su experiencia, se han animado a llegar a Belorado su nuera con sus tres hijos y en abril prevé que pueda llegar también otra hija que vive en Santo Domingo con sus dos niños.

Después de tomarnos un café en su bar y charlar con los vecinos, llegamos al portal de Víctor, un peruano de 46 años que llegó a Belorado en noviembre del 2020. Le hemos pillado cocinando para la familia, pero nos ha hecho un huequito.

Víctor llegó en 2020 a Belorado con su mujer y sus tres hijos

Víctor llegó en 2020 a Belorado con su mujer y sus tres hijos ROCÍO GIL GRANDE

Al igual que Zoraida, él también había emigrado hace años a Madrid, donde se dedicaba al cuidado de personas. Pero tampoco le fue fácil la vida en la capital. Residía con su mujer y sus tres hijos en el piso de su suegra y dormían los cinco en la misma habitación. Cansado de esa situación, buscó por internet y le pusieron en contacto con Belorado, donde recibió asesoramiento para encontrar su actual piso y trabajo. “Pago por mi piso 325 euros y tengo tres habitaciones y dos baños. Por el mismo piso, en Madrid no piden menos de 1.000 euros”. Aquí también trabaja cuidando a una persona mayor. Sus tres hijos, de cinco, diez y 14 años, van al colegio y al instituto del pueblo, donde “tienen sus amigos”. “La adaptación a todo ha sido muy buena”, explica.

"Estamos felices, tenemos ilusión y ganas de hacer mil cosas"

La familia de Sandra, sin embargo, no logró instalarse en Belorado por más que se intentó. Ella, su marido, Fernando, y sus hijos habían salido “corriendo” del corralito en Argentina en 2002. “Vendimos nuestra casa, una camioneta y nuestro negocio por cinco pasajes de avión y 800 euros en el bolsillo”, recuerda. Llegaron entonces a Extremadura: “Alquilamos una casa, apuntamos a los críos al colegio. Nos compramos una almohada y cosas para el cole, porque era septiembre, y nos quedaron 50 euros en el bolsillo”.

Fernando, químico de profesión, trabajaba en Pepsi en Argentina. Su familia es extremeña y era las referencias que tenían en España, por lo que se instalaron en esta comunidad. “Allí trabajamos de todo”, explica. Pero Sandra señala que “la crisis de 2008 pegó muy fuerte en Extremadura” y salieron hacia Madrid, y de Madrid, a Toledo. “Estuvimos allí cinco años, pero yo tengo problemas de salud y el neumólogo me dijo que el centro de España mata”, explica.

Un día 'el gordo' vio un anuncio de repoblación y estuvimos buscando pueblos

Un día ‘el gordo’ (su marido) vio un anuncio de repoblación y el abuelo siempre le decía: gordito, ponte un bar. Estuvimos buscando pueblos”, explica. “Llegamos a Belorado, era día de mercadillo y notamos que aquí la gente tiene otro semblante, que va sonriendo”. El proceso fue similar al de Zoraida y Víctor. José Mari narra que, tras no encontrar nada para ellos en Belorado, a título personal contactó con otros pueblos para intentar enterarse de alguna posibilidad para que la familia se instalara.

La familia de Sandra ha hecho cocido a fuego lento hoy para comer en el Bar

Sandra ha hecho cocido a fuego lento hoy para comer en el Bar EFE

Finalmente, el matrimonio consiguió trabajo en el bar que pertenece a la junta de vecinos del pueblo de Alarcia, (muy cerca de Belorado) que ahora dirigen desde hace apenas 10 días. Allí es donde les hemos pillado comiendo cocido con el suegro de Sandra y los vecinos del lugar, aunque se muestran encantados de hablar. Igual que Zoraida, viven en el piso de arriba del local. Ellos se encargan no solo de llevar el bar, sino también la casa rural del pueblo y un refugio libre (y gratuito) para los viajeros que lo soliciten. Ahora, han decidido llamar al bar “Nueva Cantina de Alarcia”, dice Sandra, y añade entre risas: “Con acento argentino”.

El problema que yo tenía de salud, al venir, me desapareció en dos días

“El problema que yo tenía de salud, con este aire, desapareció en dos días. En general, ahora estamos felices”, celebra: “El otro día estaba mi marido en la barra del bar y le digo: gordo, qué lindo que estás. Él se rió y me dijo que dejara de decir tonterías. Pero es que es verdad, porque tiene otra cara, está más tranquilo. Aquí tenemos mucha ilusión y ganas de hacer mil cosas”, resume. “En los pueblos se va el estrés”, coincide José Mari.

En Alarcia hay una familia que se dedica a la actividad ganadera y hablamos un rato con ellos. José Mari aprovecha y les pregunta si necesitan algún pastor, que conoce a varios que están buscando trabajo de ello. La respuesta que recibe es negativa, pero había que intentarlo.