'Disque Bleu', ¿fue asesinado Albert Camus?
- Felipe Hernández Cava y Miguel Navia llevan al cómic cinco apasionantes episodios históricos
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El 4 de enero de 1960 el coche en el que viajaban Albert Camus y su editor Michel Gallimard (junto a su esposa y su hija), chocó a gran velocidad contra un árbol, en una recta en la que no había ningún obstáculo. El Premio Nobel de Literatura falleció a los 46 años de edad y su editor moriría unos días después. Desde entonces existe la teoría de que ese accidente podría haber sido provocado por agentes de la KGB, que en ese momento los perseguían debido a la postura antisoviética del escritor. Un acontecimiento histórico que el guionista Felipe Hernández Cava (Madrid, 1953) y el dibujante Miguel Navia (Madrid, 1980) recrean en Tovarich filósofo, uno de los cinco relatos del cómic Disque Bleu (Norma editorial), con los que quieren reivindicar las historias cortas.
"En determinados círculos se ha ido imponiendo esa tesis de que los agentes del KGB liquidaron a Camus -asegura Felipe-. En el epílogo del cómic cito a Paul Auster, que da por buena esa teoría después de estudiar toda la documentación sobre el caso. Y hace unas semanas cené con el escritor cubano Leonardo Padura y también estaba convencido de que fue un asesinato, de que los soviéticos amañaron los frenos del coche. Posiblemente, nunca sepamos la verdad, pero yo creo que se mataron por el exceso de velocidad de Gallimard, que estaba probando su coche nuevo y circulaba a gran velocidad, a 200 kilómetros por hora".
Aparte de la posible implicación de los soviéticos, otro de los misterios de ese accidente es el paradero de Floc, el perro de los Gallimard, que desapareció sin dejar rastro. "Nos resultaba muy interesante el detalle del perro, al que tanto la viuda como la hija buscaron durante mucho tiempo, porque lo tenían mucho cariño, y al que nunca encontraron. Narrativamente, las fisuras están muy bien para trabajar. También hemos metido por ahí a algunos personajes reales todopoderosos del KGB".
El guionista confiesa que está obsesionado con el escritor: "Confieso que mi encuentro con Camus, hace muchísimos años, fue como llegar a un maravilloso puerto donde encontré a una persona con una posición ética ante la vida, más allá de sus valores literarios, bajo cuyo manto yo he querido sentirme arropado siempre. Creo que sigue mereciendo la pena masticar cualquier texto de Camus y que demos vueltas en torno a él. Tiene cosas como todos nosotros, con las que uno puede disentir a veces, pero en general su pensamiento cada vez está más vivo".
Un ciego que recorre las ruinas del Madrid bombardado
Hace poco más de un año Felipe Hernández Cava y Miguel Navia publicaron Estampas 1936 (Norma), en donde narraban, con grandes ilustraciones, los primeros meses de la Guerra Civil en Madrid desde distintos ángulos, sobre todo desde el punto de vista de las víctimas. Allí veíamos un Madrid bombardeado con el que nos reencontramos en el segundo capítulo del cómic, Madrid resuena, protagonizado por un ciego intentando sobrevivir entre los escombros.
"Yo tengo un amigo que es director de cine y se ha quedado ciego de repente, con lo que el mundo se le vino abajo -asegura Felipe-. Le hemos animado para seguir trabajando y acaba de terminar de rodar un mediometraje, que es un monólogo que yo he escrito sobre Clara Campoamor en los últimos momentos de su vida en Lausana y lo hemos rodado. Lo hemos hecho con un director ciego y una actriz ciega también, porque Clara Campoamor también perdió la vista los últimos años de su vida por la enfermedad. Y este cómic es un homenaje a él".
"Además, para mí todos los ruidos son muy importantes, porque yo he tenido a mi alrededor ciegos desde que era muy pequeño -continúa-. En el instituto tenía compañeros ciegos, Jorge y Juan Ramón, que eran niños de la guerra a los que les habían explotado bombas mientras jugaban en descampados. Fueron de los primeros ciegos que tuvieron perros guía en España. También tuve otro amigo ciego, Pedro, que fue psicólogo, y con el que iba al cine. Le contaba lo que pasaba en la película aunque cada dos por tres nos mandaban callar. Todos eran muy luchadores y no aceptaban fácilmente su ceguera. Luego se corrió la voz de que les ayudaba y hubo un momento en mi juventud en el que tenía a mi alrededor a once ciegos a los que ayudaba".
"Esto me hizo pensar qué oiría un ciego que pasease por el centro de ese Madrid en ruinas -añade-. Por eso la historia también es un homenaje a los ruidos de Madrid, que se habían trastocado. Ya no eran los ruidos de antes, sino los ruidos de la ametralladora que había en Atocha, en la cúpula de la basílica, las ambulancias, las botellas de suero que cargaban en el Hospital General... Eso nos pareció emocionante, porque la historieta es un medio maravilloso, pero le falta el sonido".
Un detective de narcóticos que odia al jazz y a los negros
Lover man toma el título de la famosa canción popularizada por Charlie Parker para contarnos la historia de un detective de narcóticos que odia al jazz y a los negros, pero que acabará enamorándose de esa música. Y nace de la pasión de ambos autores por el jazz, como nos explica Miguel Navia: "Creo que Felipe hizo esa historia pensando en mí, porque yo oigo muchísimo jazz. De hecho, este tebeo está hecho con muchísimo jazz. Aunque más que a Charlie Parker, he oído muchísimo a Lennie Tristano, que era el pianista que iba con él y uno de los pocos que podían seguirlo. Lennie renovó el jazz, puso las bases del Free Jazz, y por eso también hemos querido que saliera en el cómic".
"También me encanta todo el cine estadounidense de los años 40 y 50 y la fotografía de esa época -confiesa Miguel-. Me han influido muchísimo para esta historia".
Bertrand Russell y el desencanto por la revolución rusa
En la historia Tovarich filósofo, Cava y Navia narran el viaje del filósofo Bertrand Russell a Moscú, en 1928, y su desencanto con la revolución rusa. "Cofieso que tenía muchos prejuicios con Bertrand Russell y esa adoración que le profesaban los hippies por su pacifismo -asegura Felipe-. Lo descubrí a a través de mi mujer. Yo he dado tumbos por muchos sitios a lo largo de mi vida: por Nicaragua, por Cuba, por Guatemala... ya veces he vivido situaciones muy conflictivas. Pero siempre he procurado ver las cosas sin prejuicios y sin dejarme tampoco pastorear demasiado".
"Hay cosas que me apetecía contar y que parece que son como intocables. A veces alguno de mis nietos han aparecido en casa con camisetas del Ché Guevara. Y cuando les pregunto por qué las llevan o si conocen las luces y las sombras del personaje me contestan: -"No, pero yo estoy por la revolución". -¿Por qué Revolución? -No sé, la revolución -¿Pero cul es el final ideal de esa revolución?, ¿La dictadura del proletariado? -Bueno, no sé, eso ya veremos.. Y yo les digo:¿No tenéis símbolos de vuestra época, como Greta Thumberg o el padre de los Simpson....?
"Es como que las cosa vuelven y no me gusta nada ver volver las cosas suavizadas o envueltas en lacitos azules; ni fascismo, ni comunismo... Por eso pienso: qué bueno que Bertrand fuera allí y viera aquello, como Fernando de los Ríos, como Chaves Nogales... el que quiere ver, ve. Yo hice un viaje por la URSS con mi mujer cuando empezaba la Perestroika. La cosa no era tan dura, pero el ambiente seguía siendo absolutamente asfixiante. Tremendo. Para poder atisbar la realidad tenías que escaparte de cualquier control y de cualquier grupo, que mira que es difícil allí. Así que supongo que este homenaje a Bertrand Russell se lo debía a él y a mi mujer".
Esa historia incluye una famosa anécdota histórica: el juicio contra Dios y su posterior ejecución (disparando al cielo con ametralladoras) orquestado por Anatoli Lunacharski, que fallecería en 1933 durante el viaje para tomar posesión del cargo de embajador de la URSS en España. "Yo no conocía nada de ese juicio absurdo -confiesa Miguel Navia- y me ha parecido fascinante desde el punto de vista histórico. Me costó mucho dibujarlo, sobre todo a nivel de documentación, porque fue una época muy oscura y hermética. pero me impresionó que llegarán a ese extremo de juzgar y condenar a Dios e incluso de ejecutarlo. Sin duda es la anécdota histórica más curiosa de todas las que figuran el cómic".
'Chuco Suave', el racismo contra los mexicanos en Los Ángeles
Otro de los episodios más interesantes de este cómic es Chuco suave, porque relata el racismo contra los mexicanos, en los Ángeles (sobre todo entre los años 30 y 70 del Siglo XX). Un racismo que, al contrario que el dirigido contra los negros, hemos visto muy pocas veces refejado en el cine o la televisión (una excepción es la reciente serie Penny Dreadful: City of angels). Una historia que surge de unas declaraciones del actor Edward James Olmos (Miami Vice, Blade Runner), muy comprometido con la causa mexicana en EE.UU.
"Era un tema que me interesaba en parte por eso, porque lo sabemos todo sobre las revuletas negras pero casi nada de las manifestaciones de los hispanos -confiesa Felipe-, a los que hemos ido dejando de lado. He conocido gente que admiraba esa reivindicación de la indumentaria de los Zoot, esos pachucos que estaban orgullosos de su identidad mexicana. El director Luis Valdez los retrató en la película Zoot Suit (1981); y hay una serie de textos periodísticos de José Revueltas, que se fue desde México hasta California, para retratar a esta comunidad y cómo estaba viviendo sus problemas identitarios. La gente olvida que hubo momentos en que los perros y los mexicanos tenían prohibida la entrada en muchos locales de Los Ángeles.
"En este cómic -añade el guionista-, contamos el momento más tenso de esa historia, cuando el culto a la xenofobia se tradujo en una auténtica caza de los de los pachucos y decidieron apalearlos porque si. Es una historia en la que la música, el sonido, también son fundamentales. Porque empieza con el pachuco protagonista paseando por una calle y apelando a nosotros diciendo: "Escuchad como suenan mis pasos, escuchad como suena la cadena de mi reloj cuando avanzo la pierna izquierda por delante de la derecha... Creo que es una historieta que suena, que tiene también su su música y nos vale para recordar lo que sucedió".
Un dibujante obsesionado por los detalles
Destacar las espectacularers páginas de Miguel Navia, que nos comenta cómo nació este proyecto: "Estábamos haciendo la serie de Estampas y yo le pedí a Felipe que hiciéramos un cómic más tradicional porque me moría de ganas de hacer un tebeo con él -confiesa Miguel-. Y gracias a Disque Bleu hemos podido conocernos mejor. Gráficamente, la época que más me interesa a mí del siglo XX es de los años 20 a los 60. Mientras trabajábamos en estas historias hablábamos de todo, desde jazz a cine negro. Y yo he llegado a ir a los sitios de Madrid donde transcurre la historia para hacer fotos. Algunas de estas historias se publicaron en prensa y me dio rabia que veces no me pude documentar todo lo que hubiera querido. De hecho, para la reedición de Estampas me acuerdo que estábamos revisando detalles y cuando vi cosas que habían cambiado de las casas o los edificios, las retoqué en las ilustraciones para que fueran más fieles a la realidad histórica".
Las viñetas de Navia están llenas de detalles, como nos comenta Felipe: "A veces me pregunta: ¿Seguro que esa verja del hotel en el que paró Camus estaba allí en esa época? E incluso hay veces que vamos a cerciorarnos de las cosas. Es tan puntilloso que a veces me llama y me dice: "Cuando el personaje está atravesando el Paseo del Prado... ¿Qué hora de la mañana crees tú que es?, porque dependiendo de la hora que sea yo sé cómo da el sol y cómo se proyectan las sombras de este edificio o de este otro".
"Esa obsesión por los detalles una especie de enfermedad mental que ya tengo asimilada -confiesa Miguel-. En concreto con la historia de la Guerra Civil Felipe y yo hemos hablado mucho de Juan Eduardo Zúñiga (1919-2020), que es un escritor que nos encanta. Cuando conocí a Felipe ya llevaba mucho tiempo muy obsesionado con la Guerra Civil, dándole la chapa a todos mis amigos. Además, tanto la familia de Felipe como parte de la mía vivieron la Guerra Civil en Madrid. Entonces yo me lo he tomado como un trabajo muy personal. Quise disfrutar de este cómic al límite y eso me llevo a esta locura por los detalles".
En cuanto a sus proyectos, Miguel Navia nos comenta: "Ahora mismo estoy acabando un libro con un amigo, con Óscar Esquivias, con el que llevamos desde 2015 y que pasa un poco como con este libro, que haces una parte, lo pospones, haces otra... esperamos sacarlo para la próxima Feria del Libro. Y quiero seguir trabajando con Felipe. Lo voy a seguir exprimiendo mientras pueda" (ríe).
"Nos reímos -interrumpe Felipe- porque es un proyecto que me propuso Miguel, que es de mucha envergadura, llevaría su tiempo y necesitaría una mínima producción. Para mí el cómic es como un apostolado, en el que llevo 51 años y de lo que nunca he vivido. En el mejor de los casos es como una ayuda para pagarse unas cervezas. Pero ahí seguimos. También tengo un proyecto con Pablo Auladell, con el que llevamos muchos años, sobre la trivialización que hacemos del mal. Estoy harto de los Hannibal Lecter de temporada, de los que cada vez hay más. Hay una trivialización tremenda del mundo de los psicópatas. Y para mí el mal es una cosa muy seria y muy terrible. Y esta obra va por ahí. Pero de momento está aparcado porque es muy duro y quizá saquemos otra cosa".