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El estigma de la alopecia femenina: "Hay un calvo sexy, pero no una calva sexy"

  • Las mujeres con alopecia se enfrentan a los estereotipos de belleza, al miedo y a la vergüenza
  • Asociaciones como Alopecia de la Comunidad de Madrid y A pelo están luchando por visibilizar esta condición

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Elisabet Rodríguez, Julia Vincent, Mari Carmen Suárez y Nuria Garriga, miembros de A pelo
Elisabet Rodríguez, Julia Vincent, Mari Carmen Suárez y Nuria Garriga, miembros de A pelo

Estar en un supermercado y recibir palabras de ánimo sobre la quimioterapia o ser la razón del asombro de un niño pese a que su padre, calvo, esté sentado a su lado, son algunas de las situaciones cotidianas que cuentan las mujeres con alopecia, como Cristina Fernández. “A un hombre rapado no se le juzga, pero si una mujer no tiene pelo se piensa que tiene cáncer”, lamenta, y concluye: "Hay un calvo sexy, pero no una calva sexy".

Fernández tiene alopecia androgenética, uno de los tipos más habituales, según la dermatóloga Andrea Combalia, y que se caracteriza por un desequilibrio hormonal. También la sanitaria sabe que la alopecia femenina supone un "reto" tanto para la sociedad como para los médicos, porque, a pesar de que es "bastante frecuente", "es algo que todavía cuesta entender y aceptar".

Cristina Fernández tiene alopecia androgenética

Cristina Fernández tiene alopecia androgenética cropper

"La gente reacciona, por un lado, con lástima porque piensa que estás enferma y, por otro lado, con repulsión porque no entras en el canon de belleza", explica, por su parte, Conchi Botillo, psicóloga y presidenta de la Asociación de Alopecia de la Comunidad de Madrid (ACMA).

La alopecia femenina, una condición "frecuente" y estigmatizada

Botillo perdió todo su pelo a los 51 años en solo seis meses, también el de las cejas y el de las pestañas. Fue entonces cuando decidió buscar a otras "pelonas" y entendió que, pese al tabú y al estigma de la alopecia femenina, no estaba sola. "Hay muchísimas más chicas sin pelo de las que pensamos", cuenta a RTVE.es.

Desde la adolescencia, la psicóloga había tenido alopecia areata, una condición autoinmune caracterizada por la aparición de placas o áreas sin pelo y que en ocasiones deriva en una pérdida total del cabello. Una situación similar experimentó Elisabet Rodríguez, cofundadora de la red de apoyo A pelo, que se quedó calva a los 34 años, después de más de dos décadas con este tipo de alopecia.

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No obstante, esta característica física permanece escondida en muchas ocasiones por "el miedo y la vergüenza", como señala Botillo, unos sentimientos provocados principalmente por los estereotipos de belleza y la "repulsión" de la sociedad. "Ellos también lo pasan mal, pero está más aceptado que no tengan pelo", opina.

“No era capaz de mirarme al espejo”: el impacto psicológico de perder el pelo

La presidenta de ACMA identifica la pérdida del pelo con un proceso de duelo que va desde la negación hasta la aceptación y que pasa por el enfado y la tristeza. “Al principio crees que te vas a curar enseguida con el tratamiento, luego pasas por el enfado y te preguntas por qué te ha tocado a ti y entonces llega la tristeza”, explica. “Lo pasamos muy mal hasta que al final lo último que toca es aceptarlo y convivir con ello, yo no era capaz de mirarme al espejo”, pero ahora “me siento una mujer más fuerte, tengo más autoestima y veo las cosas más claras”.

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La psicóloga Cristina Roda coincide con su experiencia, pues considera que en las chicas “se agudiza el sentimiento de malestar”. “El pelo se ha asociado con la feminidad”, por lo que perderlo supone también sentir que se desvanece parte de "nuestra identidad y de los atributos sexuales que se suponen nos hacen deseables". Mientras que quedarse calvo para los hombres es “un complejo más”, el pelo “es un atrezzo en todo el escaparate sexual de la mujer”, concluye.

Aunque depende de cada persona y de sus circunstancias personales, normalmente, según Roda, los sentimientos más asociados a la pérdida de pelo son los de “tristeza, angustia, ansiedad y vergüenza”. “Sientes auténtico terror”, añade Chicote. Chicote, de 39 años, cree que su alopecia autoinmune fue desencadenada por el uso de un tinte para el pelo. “Antes no había tenido ni una sola calva”, narra. A los diez minutos de aplicar el producto, sintió su cabeza arder y en cuestión de cuatro meses perdió todo su cabello: “Es una sensación que no deseo a nadie”.

Conchi Botillo y otras miembros de la Asociación de Alopecia de Madrid

Conchi Botillo y otras miembros de la Asociación de Alopecia de Madrid CORTESÍA DE C.BOTILLO

Para María del Mar Oliver el cabello siempre ha sido muy importante: “Me encantaba, me lo cuidaba mucho”. En 2017 un médico le dijo que la placa sin pelo en la parte trasera de su cuerpo cabelludo se debía al estrés, pero esta creció rápidamente y un dermatólogo acabó diagnosticándole una alopecia areata por la que se sometió a duros tratamientos. “Le decía al médico que no me contase los efectos secundarios, que firmaba lo que fuese”, narra. Pero años de corticoides hicieron que terminase ingresada en el hospital: "Se me metió un intestino dentro de otro. Ahora echo la vista atrás y pienso que fui tonta".

La invisibilización de las calvas: ni en el cine, ni en la tele ni en la publicidad

Cristina Fernández y Marina Chicote, como muchas otras mujeres calvas, se preguntan dónde están los referentes de chicas con alopecia. No aparecen en los medios de comunicación, ni en las series, ni en la publicidad ni en las películas, pero existen y saben que “no eres ni menos mujer, ni menos femenina ni menos sexy por no tener pelo”, como apunta Rodríguez.

"Es duro porque rara vez lo vemos en el cine o televisión, pero los problemas de alopecia existen en nuestro entorno y tenemos que normalizarlos", anima Roda. Afortunadamente y como recuerda la psicóloga, cada vez más mujeres eligen salir sin pañuelos o pelucas, algo que contribuye a visibilizar la condición. Un ejemplo es el del documental Mujeres Calvas que están produciendo Ángela Corredor y Sandra Román y que ha sido galardonado con el premio de Mentorship en el festival de cine internacional Nuevos Directores (FEST).

No obstante, Roda recalca que el uso de accesorios como las pelucas son una opción personal. ​“Las mujeres que pierden pelo por una enfermedad o por otro proceso no tienen que demostrar lo fuerte que son”, opina. Botillo defiende, por su parte, el empleo de complementos como pañuelos y diademas, aunque no “como una muleta sin la cual no puedas salir a la calle”, sino como algo que ayude a aceptar la nueva imagen, en lugar de una máscara tras la que esconderse, o que sea un simple accesorio más, como lo es un bolso o un collar.

A pelo y ACMA, dos redes de apoyo a “pelonas”

En 2019 Conchi Botillo creó la Asociación de Alopecia de la Comunidad de Madrid (ACMA), una red de apoyo a “pelonas” que tiene como objetivo ayudar a “normalizar y visibilizar” la existencia de mujeres calvas y acabar con el estereotipo de que “una mujer bella, femenina y sexy” debe tener melena. Lo hizo tras decidir dejar el tratamiento para su alopecia y al conocer el ejemplo de la catalana A pelo, fundada en 2017, una organización de la que Elisabet Rodríguez es cocreadora.

Botillo reconoce que, aunque en su caso su familia ha sido su principal apoyo, a veces el entorno no sabe cómo ayudar a una mujer con alopecia y es entonces cuando se vuelve aún más fundamental conocer otros testimonios con los que sentirse identificada. “Creamos la asociación para que cualquier persona en la misma situación pudiese encontrar un grupo que le acompañe y le entienda”, añade. Una intención que nace de la necesidad de sostén que ambas sintieron.

Elisabet Rodríguez en una fotografía de la exposición

Elisabet Rodríguez en una fotografía de la exposición "El pelo no me define" Jordi Marquet / Albert Planàs

“Desde los ocho años hasta los 34 no conocí a ninguna mujer con alopecia”, cuenta, por su parte, Rodríguez. Ahora sabe diariamente historias de chicas “que se encierran en el lavabo con el pestillo para ducharse, para que no las vea ni su hijo ni su marido” y a las que la asociación sirve “como grupo en el grupo de amigas que no tuviste cuando eras pequeña”. Un ejemplo es el de Oliver, cuya vida cambió al descubrir que no estaba sola: “Comprenden cómo me siento y siempre tienen las palabras correctas”. “Saben cómo hablarte y hacen mucho bien”, celebra.