Radiografía de la ciencia en España: resultados notables pese a la reducida inversión
España ocupó en 2020 el puesto 25 del mundo por gasto en innovación y desarrollo respecto al PIB, solo un 1,41 %. A pesar de eso, fue el undécimo país con más publicaciones, por encima de 105.000, y el 21º en patentes conseguidas.
La ciencia en España consigue buenos resultados, en términos de cantidad y calidad, pese a la corta inversión que se dedica a la innovación y el desarrollo en comparación con el resto de países desarrollados. Con tres veces menos gasto en I+D que Corea del Sur, una de las grandes potencias innovadoras del planeta y con una población similar a la española, los científicos que trabajan en España logran publicar más y con un impacto mayor que los surcoreanos, si bien están muy lejos de ellos en la transferencia de ese conocimiento, medida con la generación de patentes.
Así lo reflejan los distintos parámetros recopilados por DatosRTVE.es para dibujar la radiografía de un sector clave para la economía. Siempre se alude a la ciencia cuando se habla del cambio de modelo productivo y de los avances en productividad que luego redundan en mayor bienestar, pero, al mismo tiempo, los científicos trabajan bajo la sombra de la precariedad y de la incertidumbre laboral, tal como denuncian los propios investigadores. Estos son los datos fundamentales de la investigación científica en España.
Un gasto muy por debajo del de los países competidores
El gasto en I+D interna alcanzó un nuevo récord en España en 2020, según los datos más recientes de la Estadística sobre actividades de I+D que publicó a finales del año pasado el Instituto Nacional de Estadística. Fueron 15.768,13 millones de euros, un 11,1 % más que hace una década, tras superar los recortes que supuso la Gran Recesión, de los que más de la mitad, el 55 %, provienen de la inversión empresarial, frente al 45 % que aportan la Administración Pública y las universidades.
En relación al producto interior bruto (PIB), equivalía al 1,41 %, muy por debajo de la media de la Unión Europea, que se sitúa en el 2,32 %. España gasta menos en innovación y desarrollo que países vecinos como Italia y Reino Unido, mucho menos que Estados Unidos y Alemania y a enorme distancia de los líderes en inversión científica, Israel y Corea del Sur, que rozan el 5 % con un tamaño económico y poblacional similar al español.
"Estamos muy lejos de la media de la Unión Europea y, aunque se quiere alcanzar en 2030, yo creo que no va a ser posible. Ya nos conformaríamos con llegar al 2 %”, se lamenta Manuel Jordán, catedrático en la Universidad Miguel Hernández y presidente de la Asociación Española de Científicos, quien señala que, además de la escasez de recursos, hay grandes trabas burocráticas para utilizarlos: "Necesitamos mayor flexibilidad, no somos capaces de ejecutar el presupuesto entre procesos de contratación y fiscalización. El dinero no llega a tiempo, necesitamos mecanismos mucho más sencillos", explica.
"La inversión es completamente determinante y, en España, absolutamente ridícula, tan por detrás de los países de nuestro entorno que es una vergüenza nacional", denuncia Carmen Fenoll, catedrática en la Universidad de Castilla-La Mancha y presidenta de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas. "La investigación sigue sin ser un campo estratégico para la política española y se considera algo secundario, un adorno que se hace si sobra dinero", asegura, al tiempo que remarca la "miseria" con la que trabajan la mayoría de los investigadores, especialmente los más jóvenes.
La precariedad acecha a los casi 150.000 investigadores
En España, según el INE, había en 2020 más de 231.000 personas en equivalencia a jornada completa, de las que más de 145.000 eran investigadores y el resto, otro personal, lo que abarca desde administrativos a auxiliares de laboratorio. Es una fuerza laboral creciente, el 7,7 % más que hace una década, aunque con dificultades para consolidar una carrera que se caracteriza por la inestabilidad.
"La mayor parte de los investigadores, hasta que llegan a un puesto fijo, pasan por contratos precarios, en proyectos de investigación de duración muy corta, de dos a cuatro años", indica Jordán, que recuerda que esto aboca a muchos científicos a salir al extranjero. Fenoll habla de "situación desesperada" para los jóvenes investigadores por debajo de los 40 años: "Para ellos es una tragedia, para el sistema es un despilfarro bestial", ya que el coste de formar científicos es muy elevado.
Las mujeres, cada vez más presentes en la investigación -ya son casi el 40 % del total de investigadores-, sufren además otras dificultades, como los obstáculos para acceder a los cargos superiores. "A medida que avanza la carrera investigadora, desaparecen las mujeres. Al principio, en términos de investigadores, hay casi paridad, pero en el período posdoctoral ya bajamos al 44 % y en el máximo nivel, los puestos de catedrático y profesor de investigación, no llegamos al 25 %", subraya Fenoll, que denuncia que la evolución en este sentido es muy lenta.
A eso se suma que la presencia de mujeres es muy amplia en algunas áreas, como biomedicina o ciencias de la salud, donde se acercan poco a poco a la paridad, mientras que en otras su presencia es aún muy inferior a la de los hombres. "En inteligencia artificial, informática, ingenierías... El incremento de las mujeres es pequeñísimo e incluso ha bajado en los últimos años", alerta Fenoll.
Muchas publicaciones científicas, pocas patentes
Pese a todas las dificultades, los científicos españoles son capaces de obtener buenos resultados, como revela el volumen de publicaciones científicas: en 2020 se alcanzaron las 105.431, por primera vez por encima del umbral de las cien mil y un 45 % más que hace una década. De esta forma, España fue ese año el undécimo país con más publicaciones científicas del mundo y, si se tienen en cuenta los últimos diez años, es el décimo del mundo, muy por encima de su puesto en cuanto a inversión en I+D.
"La producción científica en España es sorprendente, la cantidad de trabajos publicados y cada vez en mejores revistas. Con muy pocos recursos hacemos muchos milagros", destaca Jordán. "Es increíble que podamos estar donde estamos en número y en calidad de publicaciones", coincide Fenoll, que resalta que es un orgullo para los científicos y para el conjunto del país, a pesar de la precariedad: "Es un esfuerzo hercúleo".
Las publicaciones españolas, además, tienen un considerable impacto en la comunidad científica: según la Fundación Española para la Ciencia y Tecnología, dependiente del Ministerio de Ciencia, el índice de impacto normalizado en revistas, calculado a partir del promedio de citas que reciben los documentos, es del 1,28, lo que significa que los hallazgos españoles se citan un 28 % más que la media mundial.
Asimismo, el ratio de excelencia al 10 % es del 15,1 %, lo que indica que 15 de cada cien publicaciones científicas producidas en España están entre el 10 % más citado en su área de conocimiento. Y el ratio de excelencia al 1 % es del 1,7 %. En conjunto, España supera en este aspecto a Corea del Sur y a China, y está en valores muy cercanos a los de Estados Unidos, Francia y Alemania, aunque lejos de Dinamarca, Suiza y Países Bajos, los líderes de esta clasificación.
La transferencia de conocimiento, la asignatura pendiente
Frente a ese buen acervo de publicaciones, la ciencia española tiene como asignatura pendiente trasladar los hallazgos a aplicaciones prácticas y de aprovechamiento económico, lo que se denomina de forma genérica la transferencia del conocimiento, y que abarca desde registrar software hasta inscribir nuevas variedades vegetales o desarrollar prototipos.
El número de patentes solicitadas y registradas, en este sentido, sitúa a España en puestos acordes a su nivel inversor: en 2020 fue el país 21 del mundo por patentes otorgadas, según la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, que depende de Naciones Unidas, y el 29 si se pone en relación las patentes solicitadas con la población. En este último aspecto es donde se aprecia la diferencia con potencias como Corea del Sur, que registró 3.485 patentes por millón de habitantes, frente a las 68 de España, 50 veces más.
"A veces deberíamos pensar en que hay que patentar, incluso antes de publicar. Hay que formar también a los investigadores en estos temas", reconoce Jordán, que admite que los científicos deben mejorar en ese aspecto: "Falta mucha cultura empresarial entre los investigadores, hay que fomentar la colaboración público-privada y bajar de la torre de marfil en la que estamos en ocasiones, mirar a nuestro alrededor".
Fenoll, sin embargo, achaca buena parte del problema de transferencia a la falta de apoyo para la investigación básica y, sobre todo, a las deficiencias del tejido productivo: "No es que los investigadores no quieran colaborar con las empresas, es que en España apenas hay empresas con las que colaborar. Nuestro tejido productivo intensivo en conocimiento es prácticamente inexistente, andamos como locos buscando empresas con las que colaborar para innovar".
Un país "moderadamente innovador"
En última instancia, puestas en la balanza las virtudes y los defectos, el sistema de ciencia español obtendría un aprobado alto, aunque tiene mucho que mejorar para codearse con las potencias innovadoras del planeta. La Comisión Europea elabora un cuadro de indicadores de innovación que retrata a España como un país "moderadamente innovador", que ha mejorado su desempeño respecto al conjunto de la Unión Europea, aunque sigue lejos de los mejores.
Bruselas observa, en este sentido, retrocesos en materias como en los procesos innovadores de las empresas, las aplicaciones para marcas y diseños o las tecnologías relacionadas con el medio ambiente, que opacan algunas mejoras en educación de posgrado, el gasto por investigador -que en 2020, según el INE, ascendió a 108.470 euros de media- o la movilidad laboral en el ámbito de la investigación y el desarrollo. Las grandes fortalezas siguen siendo la digitalización, la sostenibilidad ambiental y, sobre todo, la calidad de los investigadores.
"Teniendo en cuenta la situación que tenemos de precariedad en la investigación y los recursos que tenemos, yo creo que por lo menos un notable alto si le pondría a nuestros científicos", opina Manuel Jordán.
"Como sistema científico suspendemos, pero los investigadores individuales son héroes y heroínas, los excelentes y todos los demás, en un sistema atomizado, desenfocado e infrafinanciado", apostilla Carmen Fenoll. Ahora el reto es que la sociedad acompañe y eleve a los científicos, en beneficio de todos.