Crónica de una condena anunciada: se retoman los juicios a los opositores detenidos en Nicaragua
- Los 40 opositores fueron detenidos en los meses previos a la reelección de Daniel Ortega como presidente de Nicaragua
- Los acusados llevan hasta ocho meses encerrados, sufriendo torturas físicas y psicológicas, según sus familias
Esta semana se retoma el maratón de juicios a los 40 opositores detenidos en los meses previos a la reelección de Daniel Ortega, en unas elecciones consideradas ilegítimas por la mayor parte de la comunidad internacional. También se conocerán las sentencias de los siete presos políticos que ya han sido condenados por conspiración en las audiencias celebradas la semana pasada.
Los juicios se celebran a puerta cerrada en el mismo complejo policial, conocido como 'E Chipote', donde los acusados llevan hasta ocho meses encerrados, sufriendo torturas físicas y psicológicas, según denuncian sus familiares. Abogados y organizaciones de derechos humanos, consideran que todo el proceso es una "farsa" y que sus sentencias ya están escritas.
El Ministerio Público de Nicaragua anunciaba el pasado martes el inicio de las audiencias a través de un comunicado de apenas un folio en el que no había espacio para la presunción de inocencia. En él, se refería a los acusados como "criminales y delincuentes" anticipando las condenas que llegarían en los días siguientes. Todos los juicios celebrados hasta ahora han terminado igual: declarando a los acusados culpables de haber cometido el delito de "conspirar para el menoscabo de la integridad nacional".
Entre los que ya conocen el veredicto del juez, están dos de las más destacadas figuras de la oposición al régimen de Daniel Ortega y de su mujer y vicepresidenta, Rosario Murillo: Dora María Téllez y Lesther Alemán. Nada tiene que ver la una con el otro, más allá de lo mucho que les odia la pareja presidencial.
El mito guerrillero
Dora María es una guerrillera mítica, protagonista de algunas de las más grandes gestas de la Revolución Sandinista que derrocó al dictador Somoza en 1979.
Participó entre otras operaciones insurgentes en el Asalto al Palacio Nacional, la conocida como "Operación Chanchera". Camuflados en camiones militares, lograron entran en el edificio donde se celebraba una sesión del Congreso Nacional. Tomaron a los diputados como rehenes y no los soltaron hasta que consiguieron la liberación de 50 de sus "presos políticos".
Ella era la 'número dos', "la única mujer del comando, (...) de 22 años, una muchacha muy bella, tímida y absorta, con una inteligencia y un buen juicio que le hubieran servido para cualquier cosa grande en la vida". Así, con esas palabras, la describió el periodista Gabriel García Márquez en su relato sobre aquel asalto de agosto de 1978. Meses después, caería la dictadura y Dora María se convertiría en la ministra de Salud de los primeros Gobiernos de Daniel Ortega (1979-1990).
La ruptura definitiva con él llegaría en 1995, cuando fundó junto al escritor Sergio Ramírez el MRS, el Movimiento Renovador Sandinista. Si el Nobel colombiano levantara la cabeza, quizá hubiera empezado por ahí esta crónica de una condena anunciada.
Desde entonces, Daniel Ortega la consideró una traidora. Tanto a ella como al resto de antiguos compañeros de lucha que le dieron la espalda ante su creciente autoritarismo. Todos aquellos disidentes se fueron convirtiendo en apestados cuando Ortega recuperó el poder en 2007 para ya no volver a soltarlo. Ahora, la mayoría están en el exilio o presos.
El año pasado, en los meses previos a su última reelección, la cuarta consecutiva, el líder sandinista se dedicó a eliminar a todos sus potenciales rivales, encarcelando a siete precandidatos presidenciales y a 40 de sus críticos.
El "chavalo" que encaró a Ortega
En los primeros días de julio, Lesther Alemán, sabía que, en cualquier momento, le podía tocar a él. Si a alguien le tenían ganas los Ortega-Murillo era a este joven líder estudiantil que se atrevió a decirles a la cara lo que la mayoría de los nicaragüenses pensaba de ellos.
Fue en mayo de 2018. El régimen llevaba semanas aplastando brutalmente la revuelta popular en su contra. Con la mediación de la Iglesia, la pareja presidencial accedía a sentarse con los estudiantes en una mesa diálogo sobre la que ya había, al menos, 50 muertos. Acabarían siendo más de 300.
En esas tomó la palabra un "chavalo" de entonces 20 años al que no le tembló la voz para exigirles que cesaran la represión y aclararles que lo único que estaban dispuestos a negociar era su salida del poder. "Me convertí en un blanco porque hice mortal lo que creían divino, cuestioné al poder de manera pública y lo peor: que al comandante no se le grita", confesaba el líder estudiantil a RTVE días antes de su arresto el 5 de julio.
Tanto para Lesther como para Dora María, la Fiscalía ha pedido ahora la pena máxima por el delito de "conspiración": 15 años prisión. "Una vergüenza" clamó desde Twitter el presidente electo de Chile, Gabriel Boric, el líder de la izquierda latinoamericana que más enérgicamente ha condenado este y otros excesos del régimen nicaragüense. Otros mandatarios, como el mexicano, Andrés Manuel López Obrador, no se han pronunciado.
La venganza de Ortega
La condena es, para los familiares y abogados de los acusados, la consumación de la venganza de Ortega y Murillo. La manifestación más clara de una justicia al servicio de los intereses de la pareja presidencial, que la usa como herramienta represiva. Una muestra más del "ensañamiento" que existe con estos presos, según denuncian organizaciones de derechos humanos.
De un régimen que, dicen, se ceba sobre todo con estas mujeres que reivindican el sandinismo original que Ortega traicionó. Mujeres como Doria María Téllez, como las dirigentes opositoras Ana Margarita Vigil (ya condenada también) o Suyen Barahona, como la activista Tamara Dávila. Mujeres encerradas en celdas de castigo de dos por dos metros, en total aislamiento, sometidas a constantes interrogatorios, sin respirar aire fresco o ver luz natural.
En Nicaragua hay muchas familias rotas y otras directamente hechas añicos, como la de Miguel Parajón, que ha visto como le arrebataban a dos de sus hijos.
Uno de ellos, Yáder, fue condenado por "conspiración" el pasado martes dentro este mismo proceso. El otro, Jimmy, murió de un balazo en el pecho en 2018, cuando protestaba a las puertas de la Universidad Politécnica de Nicaragua, la Upoli, el bastión de revuelta contra Ortega. Une los 12 centros de educación superior, ligados a ONG, cerrados la pasada semana por orden del régimen nicaragüenses. El supuesto motivo es que no han presentado sus informes financieros. Para la oposición es otro intento de acabar con los últimos reductos de pensamiento crítico en el país.