'La falla', fotoperiodismo en cómic sobre las cosas que unen y separan a los europeos
- El fotógrafo Carlos Spottorno y el periodista Guillermo Abril repiten el exitoso formato de La grieta
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Tras ganar el World Press Photo (2015), el periodista Guillermo Abril (Madrid, 1981) y el fotoperiodista Carlos Spottorno (Budapest, 1971), convirtieron su trabajo sobre los refugiados y las fronteras europeas en el sorprendente cómic fotográfico La grieta (Astiberri, 2016), que se publicó en varios países y con el que consiguieron importantes premios. Ahora regresan con La falla (Astiberri), otro reportaje en viñetas ambientado en el Tirol del Sur, un territorio alpino que Italia arrebató a a Austria en la I Guerra Mundial y que, a pesar de esas heridas, se ha convertido en la región europea con la renta más alta.
Pero… ¿Qué tienen en común y en qué se diferencian La grieta y La falla? “Carlos lo define de una forma que me gusta -asegura Guillermo-, que es la de la idea de que las grietas realmente corren por la superficie, mientras que las fallas son unos problemas más profundos. Aunque ambos trabajos libros de lo mismo, de los problemas que surgen en una frontera, La falla trata de ir al origen de todo esto”.
“Y digo el origen –añade el periodista- porque fue en el interior de un de un túnel que están excavando en los Alpes donde nos damos cuenta de que hay algo que no funciona. Allí los ingenieros nos contaron que ya habían pasado la parte más complicada, más inestable, que es la falla. Y fue cuando caímos en que estábamos en el sitio donde habían emergido los Alpes, cuando chocaron dos placas tectónicas, generando esa frontera natural donde, millones de años después, las personas se mataron entre ellos (en la I Guerra Mundial). Y que más tarde tratarán de solventarlo con un túnel, como contamos en este libro”.
Pero… ¿cómo es la convivencia en esa frontera italo-suiza donde las heridas no han terminado de cerrarse? “La gente que nos hemos encontrado ha sido genial –asegura Carlos-. Y más con turistas como nosotros. Son gente muy educada, con un sentido cívico extremo, y con la idea de que su entorno, su pueblo, el lugar donde viven, tiene que ser perfecto. Digamos que en esa superficie no hay grietas”.
¿Cómo han logrado esa perfecta convivencia?
Pero… ¿cómo han logrado esa perfecta convivencia? Según Guillermo la riqueza generada por el turismo lo ha hecho posible: “Yo no diría que es la única razón, pero desde luego es fundamental. El que haya dinero, el que haya un estado del bienestar, el que la gente tenga cubiertas sus necesidades, implica que las bajas pasiones no son alentadas por la gente que esté interesada en generar el desastre. Si a esta región le quitarás los ingresos y le añadieras un poco de gasolina al asunto nacionalista te podrías encontrar un lío tremendo. Pero eso también pasaría ahí y en cualquier lugar de Europa”.
“Por eso -añade Guillermo-, queríamos usar esta región como metáfora de lo que pasa en toda Europa. Hay lugares potencialmente inflamables y que se inflaman más en momentos de crisis. Por eso el Reino Unido se salió de la Comunidad Europea en lo más profundo de la crisis. Aquí hay dinero y la gente vive bien. Y aunque hay problemas, como que el gobierno no te reconozca bien tu identidad o que otros tengan privilegios sobre ti, esa bonanza económica ha hecho que la gente haya aparcado esas diferencias”.
Pero… ¿Cuáles son esas diferencias entre suizos e italianos? “Hay cicatrices muy profundas –asegura Carlos-, porque el Tirol fue uno de los escenarios más cruentos de la I Guerra Mundial, con armas de una capacidad mortífera, como ametralladoras, que no se conocían anteriormente. Y aunque en la II Guerra Mundial no hubo grandes enfrentamientos en la zona, sigue habiendo mucho poso. No olvidemos que tras la I Guerra Mundial un trozo de Austria se convirtió en italiano y eso todavía no han terminado de digerirlo”
“Sin embargo –añade el fotógrafo- para mí lo fundamental es que los tiroleses han optado por el pragmatismo. Es decir, más allá de la riqueza de la zona, tú puedes decidir si le das más valor a una gestión pragmática de tus frustraciones o priorizas lo emocional, que es cuando entras en el conflicto caliente. Yo creo que precisamente por el trauma histórico de la Primera Guerra Mundial y luego la relación con el nazismo y el fascismo, que ahí fue muy importante, hay un trauma antibelicista muy profundo que les ha llevado a optar por el pragmatismo absoluto, a disfrutar de la bonanza económica y a enterrar las pulsiones lo más bajo tierra posible”.
Una zona fronteriza en la que conviven muchos inmigrantes
En esa zona fronteriza también conviven muchos inmigrantes. “Están repoblando pueblos que quedaron vacíos -nos explica Guillermo-, porque las fronteras dejaron de tener sentido, ya que su economía estaba ligada a las aduanas del tren, por ejemplo. Esos inmigrantes en busca de trabajo han cambiado mucho la perspectiva de los pueblos. En Fortezza hay un millar de habitantes, de los que una cuarta parte son extranjeros, de 25 países diferentes. Y el alcalde nos decía que iba a ser el último edil alemán o italiano, que el próximo posiblemente sería indio”.
“Creo que pasa como en el resto de Europa, que la emigración nutre a la gente de buenas y malas ideas -continúa Guillermo-. Por un lado hay gente que teme que los extranjeros les quiten el trabajo y saca sus bajas pasiones, generando esa pulsión nacionalista e incluso fascista o xenófoba, que hay en algunos rincones de Europa”.
“Y, a la vez, esa inmigración genera una mezcla positiva en la región –añade-. Nos encontramos a mucha gente que soñaba con poder ir a estudiar a Austria o Alemania, para poder tener un buen trabajo con el que ganarse la vida. Gente con ganas de hacer cosas, de trabajar, que dinamiza las sociedades. Pero que también despierta las bajas pasiones de los que sienten este impulso xenófobo. Es un poco lo que pasa en el resto de Europa”.
Ötzi, ¿La primera víctima en la frontera?
El libro da mucho protagonismo a la momia de Ötzi, encontrada en la frontera. “Nos gustó esa idea de que Ötzi pudo ser la primera víctima en la frontera –confiesa Guillermo-. Y lo cierto es que cuanto más investigábamos, más superaba nuestras expectativas. Primero por la disputa que mantuvieron Italia y Austria sobre a qué país pertenecía la momia, ya que estaba a 90 metros de la frontera, en un lugar absolutamente intransitable donde prácticamente no pasa nunca nadie. De hecho primero fue a Austria y finalmente se llevó a Italia tras un complejo estudio del desplazamiento de las vertientes del agua, del movimiento de las nieves perennes…”
“Y lo segundo –continúa Guillermo-, es esa idea poderosísima de que pudo ser el primer europeo (o el primero que hemos descubierto) que fue asesinado por la espalda en una frontera. Eso convertía a la momia de Ötzi en una especie de hito fundacional de lo que queríamos contar; que en una frontera se marca la idea de nosotros y ellos. Y por esas fronteras acaban sucediendo grandes atrocidades”.
“Además –continúa el periodista-, es momia nos dio la oportunidad de hablar de ese fascinante mundo de la arqueología y de conocer a mi personaje favorito del cómic, un arqueólogo que investigaba la zona donde apareció la momia, en la que nadie más puede acampar, y que, delante de nosotros, se arrancó con una especie de rito fronterizo al encender una bengala de noche, tras haber cocinado en un hornillo, que ha reproducido de la época de las revoluciones neolíticas, y de que hubiéramos comido carne asada con las manos. Es un momento extraordinario, con ese dramatismo inesperado en medio de la noche, y mi fotografía favorita del libro. Me encanta como ha quedado”
Un reportaje que nace del éxito del anterior libro
El éxito internacional de la novela gráfica La grieta, hizo que, a finales de 2018, el programa de exposiciones fotográficas IN SITU (Austria) contactará con ellos para realizar un proyecto similar al de La grieta, pero centrado en el Tirol, para exponerse en una galería. Por eso, a diferencia de La grieta, este libro no surge de un trabajo previo (de 5 años), sino que ambos tuvieron que trasladarse al Tirol para empezar su investigación casi desde cero.
“El trabajo ha sido más distinto teóricamente que en la práctica –afirma Carlos-. Porque ya teníamos testado el proceso y sabíamos cómo hacerlo. Lo primero fue hacer una investigación para descubrir el tema del que queríamos hablar. Después planificamos una serie de viajes a puntos clave, tratando de cubrir aspectos concretos: políticos, económicos, históricos, antropológicos… y para terminar hicimos las fotografías y las entrevistas. Con todo eso construimos el relato”.
“La principal diferencia –continúa el fotógrafo- es que aquí no había noticias calientes. Estamos contando una cosa de la que nadie, o casi nadie, ha oído hablar. No lo encontraréis en las noticias. Y, además, no hay acción, no pasa prácticamente nada. En ese sentido hemos tenido que buscar la acción desde otra óptica y también hablar de las cosas en otros términos”.
El paisaje natural y humano
El libro combina los espectaculares paisajes de los Alpes con una íntima mirada a sus habitantes. “Lo que más me ha impresionado de sus paisajes –asegura Guillermo-, es la mezcla de la dureza de esas rocas grises, picudas, desnudas y casi amenazadoras…, con la belleza de los prados verdes y llenos de flores. Creo que esa convivencia es la que realmente define este lugar en términos paisajísticos”.
“Y ese contraste se puede trasladar al paisaje humano –añade el periodista-. Piensas en la belleza de ese romanticismo del siglo XIX y en lo descarnado que puede ser cuando se torna en nacionalismo y en esos impulsos casi suicidas que hubo en el continente europeo. Me gusta mucho esa convivencia”-
Algo con lo que Carlos Spottorno está de acuerdo: “Creo que eso que dice Guillermo se refleja en la portada del libro, que también es mi imagen favorita, con esa turista asiática que observa esas rocas absolutamente imponentes e infranqueables, esa frontera que nos separa, y debajo están esos magníficos prados verdes. Esa imagen refleja el carácter de las personas de allí, que son verdes como los prados, y amables, y han conseguido un lugar donde todo es fácil y bonito. Pero que a veces pueden tener un carácter rocoso”.
“Y es que pienso –continúa-, aunque es una impresión personal, que a veces tienen una percepción tan buena de sí mismos, que no llegan a entender por qué el resto del mundo no es como ellos. Y eso puede resultar un poco frío en algunas ocasiones, porque parecen no entender lo mal que funciona el mundo fuera de su valle perfecto y a veces quieren enseñarle cómo tienen que hacerse las cosas. Esa amabilidad extrema que se puede convertir en soberbia ¿no?”.
“Y volviendo a la portada -añade Carlos Spottorno-, creo que encierra todo lo que significa este libro. En el sentido de que habla de Europa, de la creación de la identidad nacional, de unos sentimientos que nacen en el romanticismo del siglo XIX. Por eso esta imagen también es un homenaje a la pintura del romanticismo, a los cuadros de esos pintores que retrataban a los a los filósofos admirando el paisaje ártico y ese tipo de cosas. En resumen, la contemplación de la naturaleza como sublimación de lo bello, lo divino y lo humano, que es una referencia para este libro”.
“Si lo piensas -continúa el fotógrafo- ese romanticismo coincidió prácticamente con las guerras napoleónicas, que son las que luego tienen influencia en la identidad nacional, en el fin del imperio austro húngaro, en la I Guerra Mundial…”
“También –concluye Carlos-, está la idea de esa turista oriental, que seguramente ha venido tras descubrir la zona en Instagram, y que ve esas rocas sin saber que debajo está la falla que en cualquier momento puede encender el fuego de la guerra. Esa paz y tranquilidad interior maravillosa bajo la que se esconde una brasa que quien sabe lo que puede crear”.
"Las fotografías no buscan la espectacularidad sino la elocuencia"
Hablando del paisaje humano, otra de las grandes diferencias entre La grieta y La falla, es que allí el componente del sufrimiento humano, de los primer planos de los inmigrantes, tenía muchísima fuerza. “Es verdad que en este libro no ocurren tantas cosas y por eso las fotografías son más simbólicas –asegura Carlos-. Por eso no he hecho las fotografías buscando la espectacularidad de la imagen sino buscando la elocuencia de lo que ocurre. Es decir, si aparece Herminia, la señora de Brenner, busco que lo que ella expresaba verbalmente se vea en la foto, que se perciba esa especie de añoranza en la mirada”.
“Y lo mismo con las niñas que aparecen en la escuela italiana -añade-, esas niñas de origen extranjero que están riéndose, que lo están pasando bien. Eso forma parte del relato, de lo que queremos contar. Por eso este libro ha tenido que ser un trabajo más preciso desde el punto de vista simbólico y psicológico, tratando de que las imágenes respondan a sensaciones y percepciones más matizadas”.
“Aunque -concluye-, en el libro también hay imágenes sorprendentes. Como esa enorme roca que escala un pequeño niño de cuatro o cinco años. Y que refleja su manera de ser, porque eso no lo haría casi ninguno de nuestros hijos y allí lo hacen absolutamente todos”.
En cuanto al tratamiento de las fotografías, con el que ya nos sorprendió en La grieta, Carlos nos comenta que: “Es prácticamente igual, aunque con unos pequeños matices en cuanto a la composición de los colores. Tiene un componente amarillo, más fuerte en los tonos claros, y un componente azul en los oscuros. Pero para el lector será prácticamente indistinguible. En lo que más se diferencian los libros es que los márgenes negros de las viñetas son más finos en este, porque me gustaba más. Y el margen exterior de la página también es más fino, dando la impresión de que las páginas son más grandes que las de La grieta. Pero son exactamente iguales”.
¿Qué nos une y qué nos separa?
El cómic empieza con dos preguntas: ¿Qué nos une? y ¿Qué nos separa? Les preguntamos si han encontrado la respuesta con este cómic. “Creo que no hemos hallado la respuesta exactamente –confiesa Guillermo-, pero si diría que esa es la pregunta que uno debe hacerse para evitar los conflictos ¿Qué nos une y qué nos separa? Averiguar por qué en esta zona tan conflictiva la balanza ha ido cayendo por el lado de la paz. Una cuestión que podemos trasladar a todo el continente europeo, donde antes la respuesta estaba en el lado que nos separa y que actualmente creo que se dirige más a lo que nos une. Pero creo firmemente que son dos preguntas que debemos hacernos en todo tipo de conflictos”.
Yo creo que sí hemos respondido un poco a esas preguntas –añade Carlos-. Creo que mientras cooperemos entre nosotros, si hay planes en común, si hay trabajo en conjunto, si hay ganas de hacer túneles, puentes… se pueden evitar los conflictos. Básicamente nos separa el nacionalismo y nos une la cooperación, por decirlo de forma resumida”.
¿A dónde se dirige Europa?
Hace cinco años, cuando hablamos por La grieta, Carlos y Guillermo nos comentaban que creían que Europa había tomado un mal camino. Pero ahora parecen tener más esperanzas, como nos comenta Carlos: “Se están dando tantísimas cosas últimamente que hay señales en todas las direcciones. Por ejemplo, en la crisis de Ucrania se está dando una cosa que no estaba prevista, que el grupo de los países del Este se resquebraja; porque tenemos a Hungría más cercana a las posiciones de Rusia, mientras que otros países, principalmente Polonia, se vuelven a acercar a la OTAN”.
“Al mismo tiempo -continúa el fotógrafo- Europa en sí parece tener una actitud más pasiva, aunque quizá solo sea superficialmente y por debajo estén pasando más cosas de las que parece. En mi opinión, Europa está yendo en mejor dirección porque la pandemia ha puesto a prueba algunas cosas, como la gestión de las vacunas o de la crisis económica con los fondos de recuperación, que creo que hemos hecho razonablemente bien. Las cosas que han hecho posible la aprobación de esos fondos van en la dirección de una unificación política más clara y más sólida”
“La Unión Europea tiene más retos, más dificultades, pero en general la veo más sólida. La salida del Reino Unido no ha sido agradable ni buena para nadie, pero creo que ha tenido un efecto aglutinador en el continente” –concluye Carlos-.
Respecto a sus proyectos, Carlos asegura: “Nos encantaría seguir haciendo cómics como este, pero ahora Guillermo está en Bruselas y yo en Madrid y hace mucho que no trabajamos juntos por la pandemia. Guillermo tiene un proyecto por su cuenta y yo también tengo un libro en el horno. Pero creo que hablo por los dos cuando digo que estamos deseando poder hacer nuevos proyectos como La grieta o La falla".