'Chemsex', cuando el sexo con drogas es una cuestión de salud pública: "Detrás hay soledad y falta de autoestima"
- Alertan de un aumento de esta práctica, especialmente, entre hombres que tienen sexo con hombres
- Expertos y un exusuario explican a RTVE.es las implicaciones de este fenómeno que debe abordarse sin estigmas
“Al principio de mis tiempos, empecé por juego”. Óscar llegó a Barcelona desde Galicia con el reto de hacerse un sitio en la ciudad y encontró en la “cultura del 'chemsex'” una puerta abierta. “Era menos tímido, más sociable, más empático, más echado para adelante… Luego la cosa se fue complicando”.
El “uso sexualizado de drogas” no es ninguna novedad en nuestra sociedad, pero se aborda como un fenómeno con sus particularidades cuando “se encuentra vinculado a la cultura sexual de la comunidad LGTBQ+”, explica a RTVE.es el sociólogo y consultor en 'chemsex' Raúl Soriano. Bajo la suma de las palabras ‘chems’ (químico) y ‘sex’ se recogen estas prácticas al alza en España, cuyas consecuencias ya se consideran una cuestión de salud pública.
“Lo practican fundamentalmente hombres gais, bisexuales u otros hombres que tienen sexo con hombres, pero también se ha detectado en personas trans y sus parejas sexuales”, concreta Soriano. El fenómeno cuenta con su propio argot para los encuentros (“sesión, chill, colocón”) y las drogas, entre las que se pueden encontrar mefedrona, GHB, GBL, cocaína, ketamina, metanfetamina y poppers. “Los efectos de algunas de estas sustancias provocan euforia y una desinhibición desmesurada”, aclara.
Ahí reside el encantamiento y, en palabras de Óscar, comienza “la vorágine” para algunos. “Muchas veces detrás de un problema de 'chemsex' hay algo más: soledad, un duelo que no se ha podido afrontar, incomprensión o problemas de autoestima”, recuerda este exusuario y voluntario de StopSida, quien cree que el abordaje sin juicios ni estigmas pasa por “escuchar” a quienes piden ayuda.
'Chemsex', en auge
Para “escucharles”, hay que empezar a hablar sin prejuicios del tema. El Plan de Acción sobre Adicciones 2021-2024 acordado por el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas incluye por primera vez la prevención de este uso concreto de drogas, pero diferentes asociaciones civiles llevan años lidiando con ello, con campañas de reducción de los riesgos y apoyo grupal y psicológico para quien lo necesite.
“Hace seis años ya pusimos encima de la mesa que estábamos empezando a ver un problema en la ciudad de Sevilla al que no se estaba dando respuesta”, afirma Alejandro Berto, gerente de Adhara - Sevilla Checkpoint, un centro comunitario de detección del VIH y otras infecciones de transmisión sexual. Un local de intercambio de sexo en la ciudad les dio la alarma al encontrar jeringuillas en las papeleras y la asociación decidió incluir la pregunta en sus cuestionarios habituales. ¿Has visto a alguien consumir drogas en un contexto sexual? “Iba más allá de lo que nosotros nos habíamos imaginado”, rememora. “Ahora ya son los propios usuarios los que vienen y te dicen: tengo un problema”.
En entornos urbanos como Madrid y Barcelona, el 'chemsex' ha tenido más recorrido, pero hasta ahora había sido complicado definir el alcance nacional por la falta de datos. Un estudio reciente coordinado por las ONG Apoyo Positivo e Imagina Más y liderado por Daniel Íncera ha tratado de arrojar luz, en primer lugar, en lo que respecta a hombres que tienen sexo con hombres. “El 38 % de las personas que hemos entrevistado habían participado en el uso sexualizado de drogas”, concreta en una entrevista con RTVE.es Íncera, psicólogo sanitario y neuropsicólogo clínico.
“Una mayoría tienen estudios universitarios y hay determinados subgrupos en los que estas prácticas son más frecuentes, como los hombres con el VIH, los de origen latinoamericano y los que ejercen la prostitución”, añade el sociólogo y consultor Raul Soriano para completar el perfil, según los datos de diferentes estudios y servicios que atienden a las personas que practican 'chemsex' en España.
En el auge del consumo de drogas en un contexto sexual, muchas miradas apuntan a las apps de contactos como 'Grindr'. “Han tenido un papel muy importante en su desarrollo, no solo a la hora de contactar con otra gente para practicar 'chemsex', sino también a la hora de adquirir sustancias”, asegura Íncera. Desde Apoyo Positivo, el psiquiatra Javier Curto reconoce su papel, pero cree que “no podemos caer en un determinismo tecnológico” y limitarnos a señalar a las redes sociales. Sin embargo, voces como la del activista y experto en salud sexual David Stuart han criticado duramente la falta de compromiso de estas empresas tecnológicas frente a las sustancias.
“Espero que algún día se cuente cómo 'Grindr' -uno de los mayores mercados de drogas ilícitas en línea- ha propagado una epidemia histórica de adicción entre los hombres homosexuales al negarse a reconocerla/cooperar con las organizaciones de apoyo”, escribió en un tuit Stuart, quien ha sido punta de lanza en la atención de personas con problemas por 'chemsex' en Londres y a menudo se dice que fue quien acuñó el término.
En el filo: una vorágine de problemas de salud física y mental
Óscar encontró en Barcelona al que sería su pareja durante casi cuatro años. “Una vez al mes o cada dos meses hacíamos sesiones de 'chemsex', solos él y yo. Al final, la relación empezó a abrirse y llegó el VIH a mi vida. La reacción de mi pareja fue horrible y yo estaba perdido, asustado”, nos cuenta.
Sus miedos, azuzados por el estigma y la culpa que se vierte sobre una infección que con tratamiento puede llegar a ser indetectable e intransmisible, le llevaron a “refugiarse” en el uso sexualizado de drogas, una “vorágine que duró casi dos años”. “Crucé una línea roja que siempre había tenido: inyectarme la sustancia. Slam, lo llaman. Y empezó una espiral muy negativa hacia el fondo del pozo”: le cambió el carácter, se distanció de su familia y amigos de siempre. "Cualquier cosa que te digan, aunque sea por ayudar, te la tomas como un ataque o una crítica", asegura.
“No todas las personas que participan en el 'chemsex' tienen implicaciones problemáticas para la salud física y mental”, asegura Íncera, pero un porcentaje de ellas sí puede tener complicaciones. “Depende de las sustancias que tomes, la frecuencia, la cantidad…”. En el lado físico, la primera preocupación que se cita a menudo son las infecciones que se transmiten por sangre o fluidos, como el VIH o la hepatitis C, entre otras. Se presume un mayor riesgo de relajar los métodos de prevención (usar condón, nunca compartir jeringuillas), pero el investigador pide prudencia a la hora de hablar de las infecciones de transmisión sexual (ITS) y el 'chemsex' como una relación de “causa-consecuencia”.
Si bien, según su estudio sufragado por el Plan Nacional sobre Drogas, las personas que practicaban un uso sexualizado de drogas tenían un mayor diagnóstico de ITS. “Puede que estas personas que tengan ITS ya las tuvieran antes de practicar 'chemsex'”, advierte. Actualmente, no hay datos que permitan establecer esa causalidad, para lo que serían necesarias investigaciones a lo largo de los años. Ocurre lo mismo con los problemas de salud mental: ¿La “depresión” y la “ansiedad” están desde antes o llegan después del consumo?, se pregunta Íncera.
En casos extremos, David Stuart advierte en una entrevista de las “sobredosis por GHB/GBL o los suicidios resultantes de la depresión o el caos que puede provocar su uso regular”, así como otras consecuencias como la abstinencia o psicosis de corta duración. Para el experto en salud sexual que ha vivido de cerca la situación londinense, esos son los problemas más “urgentes”, pero otros, menos fatales, son también más comunes.
“Yo ya llevo dos años y medio en terapia y aún no estoy recuperado del todo. Me cuesta conocer gente, me cuesta mostrar emociones, tener sexo”, comparte Óscar.
Por qué está pasando
“Nunca hay un único motivo por el que alguien llega a desarrollar un problema relacionado con las drogas”. El consultor en 'chemsex' Raúl Soriano explica que en el proceso intervienen distintos factores, pero al buscar un porqué a lo que está ocurriendo en el colectivo, todos los entrevistados coinciden en el peso de las vivencias de “estigma”, “discriminación” y “violencia” por pertenecer a una minoría sexual, lo que puede dar lugar a una “homofobia interiorizada”.
“Las personas LGBT en general hemos tenido que crecer en un sistema que no nos permite ser como somos”, resume Curto. Además, “hay quienes experimentan rechazos externos o dentro de la propia comunidad LGTBQ+ por el simple hecho de tener VIH, de ser migrantes, o por consumir drogas”, completa Soriano.
Con todo, el uso sexualizado de drogas no es algo exclusivo de los hombres que tienen sexo con hombres. Por ello, Alejandro Berto, de Adhara - Checkpoint Sevilla recuerda que “el sexo, drogas y rocanrol ha existido de toda la vida” y asegura que también están viendo una tendencia creciente en la población heterosexual. “La forma de afrontarlo va a ser distinta, porque la forma de vivir la sexualidad es distinta”.
Pero lo cierto es que las modas actúan como amplificador. “Si mi grupo de iguales tiene normalizado el uso sexualizado de drogas, yo también, porque soy parte del grupo”, apunta Íncera.
Acción y prevención: "Necesito hablar de esto con alguien"
A Óscar, una sesión de slam (esto es, cuando la sustancia se inyecta) después de cuatro días de fiesta, se le fue de las manos. “Hay algunas lagunas de horas en las que no sé qué pasó. No sé si fue sexo consentido siempre, y me asusté muchísimo a mi mismo. Así que rompí con todo: con las drogas, con la parte social… Luego, con el psicólogo, supe que rompí hasta conmigo mismo”. Pero cuando se dio cuenta de que era incapaz de conocer a alguien sin las drogas, acudió a Stop Sida porque "necesitaba hablar con alguien de todo esto”.
Años después, es voluntario de la Comisión de 'chemsex' junto a otros usuarios y exusuarios que se ayudan en “el proceso de encontrarse a uno mismo y gestionar el consumo o la abstinencia”. Allí cuentan, además, con terapia psicológica y sexológica. “Si hubiese sabido que había un espacio seguro como el Stop Sida, donde hablar con confianza y ser comprendido, creo que me habría ayudado a entender lo que me estaba pasando y, quizás, a estar de otra manera con mi familia”.
De hecho la necesidad de acotar el término revela una evidencia: es necesario un enfoque específico. “Echamos en falta la presencia de profesionales que estén capacitados en el área de sexología en la red de salud mental y adicciones”, manifiesta Javier Curto, de Apoyo Positivo, donde también cuentan con un grupo terapéutico, otro gestionado por los usuarios y demás servicios de salud mental y sexual.
“El 'chemsex' no se puede tratar igual que otras adicciones, aunque tengan puntos en común”, afirma Berto, de Adhara Sevilla, que explica que la mayoría de las veces no se trata de un consumo compulsivo. “Los usuarios me dicen: si tu me pones aquí mefedrona, metanfetamina y GHB, yo te doy las gracias, me lo guardo y ya verá con quién y cuándo lo gasto”, ilustra. “Aquí hay un trabajo que se pisa entre lo psicológico y lo sexológico”.
Por ello, las ONG que han trabajado de cerca con los problemas derivados del 'chemsex' piden también más educación sexual para toda la sociedad, con información sobre y para todo el espectro de sexualidades: “No es suficiente intervenir en las consecuencias”.