'El cuaderno de Pitágoras', comedia y crítica que humaniza la situación de los presos
- Todas las historias que cuenta la obra tienen una base de realidad
- La maternidad y la inmigración son dos temas que muestran la situación invisibilizada de las presas
Para gran parte de la sociedad la cárcel es un elemento distante, que incluso causa indiferencia, pero para los reclusos es un espacio aislado que pocas veces les promete la reinserción en la sociedad. Sobre este tema se reflexiona en El cuaderno de Pitágoras, una obra que puede disfrutarse hasta el 20 de febrero en el Teatro Valle-Inclán de Madrid.
El día que se entra en la cárcel nunca se olvida y Carolina África, directora de El cuaderno de Pitágoras, lo comprobó desde su punto de vista como voluntaria. Ella fue de invitada por el proyecto LÓVA para dar una charla sobre cómo escribía sus obras de teatro. "Se me cayeron un montón de prejuicios y quise volver", asegura la dramaturga.
Desde entonces, Carolina África se unió al voluntariado que realiza el proyecto LÓVA sobre teatro en la cárcel. Un proyecto que trabaja en el centro penitenciario de Valdemoro, y con el que preparan y organizan una función que los presos exhiben a sus familias cada temporada. Gracias a esta experiencia, África se dio cuenta "de que eran igual que yo y que solo mis circunstancias han hecho que yo no esté allí dentro", destaca.
No obstante, las primeras sensaciones eran muy físicas y llenas de prejuicios. "Tuve mucho miedo al ir atravesando ese laberinto lleno de puertas, de escáneres y de controles", indica África. En la función se señala que 17 puertas llegan a separar a los presos de la sociedad, aunque pueden ser muchas más.
A raíz de esta experiencia como voluntaria surgió la idea de crear la obra y de encontrar el nombre para ella. En el taller tenían un cuaderno de bitácora en el que se anotaba todo lo que se hacía la semana anterior, y un día uno de los chicos lo denominó como "cuaderno de Pitágoras" y así África eligió su nombre.
Experiencias reales con dosis de humor
Todas las historias que se cuentan en la obra tienen un origen de realidad. "A partir de una anécdota se ha construido toda una ficción, pero todos los hechos, por así decirlo, tienen una base completamente real y unos alter ego en los personajes también reales", explica África.
“"Cuando uno pasa mucho tiempo en la cárcel, al salir está muy desconectado de la realidad"“
Apagar la luz o dejar la puerta abierta llegan a ser experiencias que quedan ajenas y que cuesta introducirlas en la rutina cuando se sale de los muros de la prisión. "Entro en profundidad a reflexionar sobre un acto cotidiano de equivocarse y meter un billete de diez euros en la ranura de las monedas para comprar un billete de metro, porque cuando uno pasa mucho tiempo en la cárcel, al salir está muy desconectado de la realidad", comenta la directora.
A pesar de la dureza que supone la cárcel, estos relatos se cuentan con un tono cómico, puesto que África entendió mucho a los chicos "a través del humor". Además, destaca la comedia como una herramienta potente para tomar conciencia, ya que "a veces nos reímos de la fragilidad y de las torpezas, de cosas que aunque te estás riendo, dejan un poso que va mucho más allá de la risa", puntualiza.
Por otro lado, la ficción ha alimentado esa visión que la sociedad tiene sobre la cárcel y que está muy alejada de la realidad. Y así la función lo demuestra con una referencia a la serie Vis a vis, en la que una presa se ríe de sus vestimentas y de la violencia que ejercen en la serie. "Muestro seres humanos y muchas veces en la ficción se necesitan cosas muy épicas y muy perversas para captar la atención de un público", señala África.
La triple condena por ser mujer
Aunque su voluntariado tuvo lugar en una cárcel de hombres, la directora también ha querido reflejar la situación de las presas mediante la maternidad y la inmigración.
Al igual que en la sociedad, la realidad de las presas queda más invisibilizada detrás de los muros, ya que las mujeres se enfrentan a una triple condena: por su delito, por su género y por su rol de cuidados impuesto. "Hay muchas mujeres que han venido a España con droga para intentar mejorar un poco una situación económica y de pronto han perdido a sus hijos porque algunos ni siquiera saben que están aquí en la cárcel. Han perdido ese rol de madre, de cuidar y aguantan muchas otras cosas", asegura África.
Otro de los mayores problemas que afrontan son las escasas cárceles de mujeres y la limitación de su espacio en prisión. "Si delinques en una ciudad donde no hay cárcel para mujeres, te desplazan a otra, lo que implica que tu familia para visitarte ya tiene que recorrer cientos de kilómetros", explica.
Asimismo, si existe un único módulo de mujeres, implica que "no se pueden segregar por tipo de delito o por peligrosidad", señala África. Esto supone también que los hombres se queden con los espacios comunes de la prisión.
Teatro para tomar conciencia sobre la cárcel
El escenario nos lleva a diferentes espacios, que van más allá de los muros de la prisión. También hay lugar para los sueños de los presos o para sentir la sensación de libertad que produce la brisa del mar en un unos días de permiso. Estas escenas son contadas con ayuda de elementos audiovisuales, con la intención de "poner la técnica al servicio de la poesía", indica África.
A través de esos sitios y relatos la obra incide en la idea de que la cárcel no es un elemento de reinserción, sino de exclusión. "Cada delito debería tener un camino y una ayuda social diferente, no una cárcel que endurece mucho más las condenas y que lejos de ser un elemento para reinsertar, lo que hace muchas veces es complicar más la vida de las personas que entran y de las familias que sufren otra condena desde fuera", explica la dramaturga.
“"Es un mundo que nos da completamente igual, que tendemos a añadir a la condena penal una condena social, de la gente que está ahí se lo merecerá"“
Por lo que uno de los objetivos de esta obra es que el público pueda tener un acercamiento a lo que es la cárcel y así reflexionar sobre su función y el estigma hacia las personas presas. "Es un mundo que nos da completamente igual, que tendemos a añadir una condena social a la condena penal, de la gente que está ahí se lo merecerá", comenta.
El cuaderno de Pitágoras está teniendo una buena acogida, cada semana su cartel se muestra con entradas agotadas en varios días. Incluso ya tiene un interés desde la gente que trabaja en las instituciones penitenciarias, que acuden a ver la obra.
"La gente ha entendido el espíritu de lo que queremos contar y de hecho todas nuestras expectativas se han visto multiplicadas", asegura la directora. Nunca es tarde para remover conciencias, y el teatro lo seguirá comprobando hasta el 20 de febrero.