El "amor líquido", en plena expansión: "Nos tratamos como objetos de consumo"
- Varios expertos explican a RTVE.es cómo las relaciones amorosas han ido adoptado dinámicas propias del capitalismo
- Perciben una escasa capacidad de compromiso y una búsqueda de satisfacciones inmediatas que lleva a forjar vínculos frágiles
- Algunos usuarios de aplicaciones de citas reflexionan sobre esas ideas y sobre la búsqueda de pareja por "catálogo"
“Busco, comparo, y, si encuentro algo mejor, lo cambio”. Ese principio básico sobre el que se ha construido la sociedad de consumo lo emplea el sociólogo Francesc Núñez para describir una tendencia que también está, dice, en el ADN de las relaciones contemporáneas.
"Nos tratamos como objetos de consumo. Hay que venderse y ver qué compras (...) La sociedad tardo-moderna nos está construyendo de esta manera, como mercancías, como buscadores de emociones y de satisfacciones inmediatas, incapaces de tomar compromiso", sostiene el también filósofo y profesor de la Universitat Oberta de Catalunya en una conversación con RTVE.es.
Sus observaciones están muy relacionadas con un concepto que acuñó ya en el año 2000 el sociólogo, filósofo y ensayista polaco-británico Zygmunt Bauman, el de "modernidad líquida", que aludía a una nueva era marcada por el individualismo y la falta de compromiso mutuo. En el marco de esa idea, Bauman analizó cómo se configura el amor en ese mismo contexto de continuos cambios, inestabilidad, egocentrismo, tecnología y consumismo, hasta alumbrar un nuevo término, el de “amor líquido”, que es un amor intenso, pero corto; un amor que no termina de madurar.
Teniendo en cuenta que los factores que lo promueven han seguido intensificándose y que la sociedad se ha acostumbrado, incluso, a buscar relaciones (amorosas o sexuales) a través de una pantalla, parece lógico preguntarse si el amor líquido está viviendo su época dorada.
El "amor líquido" y la fragilidad de los vínculos afectivos
El análisis de algunos expertos consultados va en esa línea, aunque el sociólogo Juan Antonio Roche precisa que en estos momentos hay dos tipos de amor que están más extendidos —el romántico y el líquido— y que ninguno es "dominante". "El amor romántico no ha terminado de desaparecer del todo y el amor líquido o confluente no ha terminado de institucionalizarse. Por tanto, no tenemos una manera propia de amar de este tiempo, no hemos encontrado una forma de amar que nos satisfaga, estamos en un momento de transición", sostiene el investigador, convencido también de que, si algo tienen en común las dos fórmulas es que "ninguna de las dos nos ofrece tiempo". "No tenemos tiempo para amar en la sociedad contemporánea, para que el amor se desarrolle", añade.
“No tenemos tiempo para amar en la sociedad contemporánea“
Coral Herrera, otra estudiosa de las relaciones afectivas, es una firme detractora del amor romántico, pero el análisis global que hace tampoco deja en buen lugar al "amor líquido" proliferante: "Lo queremos todo, y lo queremos ya, a golpe de 'click'. Estamos en una cultura en la que todo es de usar y tirar: los objetos, los animales, las personas (...) La inmediatez genera lo mismo comida basura que amor basura. El amor basura es el que nos presentan como un producto barato, fácil de conseguir, y listo para consumir: en lugar de hornear a fuego lento la relación, descongelamos la experiencia en el microondas, y lo ponemos en una sartén para freírlo y consumirlo de inmediato. Y sabe a plástico", dice la investigadora, escritora y docente.
Lucía, una joven de 19 años, no tiene conocimientos de sociología, pero le basta con mirar a su alrededor, dice, para ver que hay algo de cierto en lo que describen los expertos: "La gente quiere ir a su rollo y tiende a cansarse de las personas. En mi generación a la gente le da miedo comprometerse, y me incluyo. No te fías porque es muy frecuente que te hagan sentir reemplazable, que un día estén hablando contigo y a lo mejor se cansen y te dejen de hablar. Yo siento que la gente no es capaz de estar mucho tiempo solo con una persona".
“En mi generación a la gente le da miedo comprometerse, y me incluyo (Lucía, 19 años)“
Sobre esta dificultad para comprometerse y forjar relaciones sólidas Nuñéz afirma que "el logro más importante del capitalismo contemporáneo es que ha convertido las emociones en mercancía"; todo gira, dice, alrededor de esa búsqueda del bienestar inmediato, y es común romper lazos con una persona si aparece otra que encaja más con las expectativas o "necesidades" del momento.
Esto último también puede conducir, según Herrera, a una falta de "profundidad" en las relaciones: "No hay tiempo para deleitarse, para disfrutar, para aprender a quererse bien. Los vínculos son cada vez más light, la gente ya ni se despide cuando termina una relación", sostiene la investigadora, que ha impulsado un proyecto llamado 'Laboratorio del Amor'.
Lo cierto es que basta con pararse a pensar en otras dinámicas de esta sociedad de lo inmediato para ver que hay muchas áreas que llevan años adaptándose a esta tendencia: la compra a domicilio que llega en menos de 24 horas, las bibliotecas de música en 'streaming' que permiten saltar de una canción a otra, el contenido audiovisual que se puede ver ‘a la carta’ o las numerosas aplicaciones para el móvil que ofrecen, en cuestión de segundos, todo lo anterior y con un catálogo amplísimo donde elegir.
Sobre ese formato, el del "catálogo", también reflexionan los expertos porque, de algún modo, dicen, ha llegado a contener personas. Se ve en las apps para ligar, que demuestran, según Núñez, ese interés por "adquirir" relaciones de forma rápida y a voluntad.
"Lleva a esta locura de ir probando. Es el consumo mismo y puede llevar a la incapacidad de decidir o la idea de que, si buscas y comparas, puedes encontrar algo mejor", insiste el sociólogo, quien no critica ni a las aplicaciones ni a quienes las utilizan. De hecho, admite que resultan muy útiles para ampliar las posibilidades de conocer gente.
Las apps de citas y su "catálogo", en el centro del debate
Esa ventaja es, precisamente, la que destacan todos los usuarios de aplicaciones de citas que han sido entrevistados para este reportaje. Explican que conocer a nuevas personas no siempre es fácil —especialmente en determinades edades en las que los círculos se reducen— y lo ha sido menos aún durante una pandemia que ha limitado la actividad social.
En todo eso hay consenso, pero, en cambio, hay discrepancias respecto a si estas herramientas contribuyen o no a expandir la "liquidez" afectiva.
“Cuesta más detenerte en conocer a alguien porque siempre hay muchos más (Paula, 45 años)“
"Yo creo que las redes sociales, en general, nos han alejado de lo real, de los vínculos reales, pero no creo que la razón por la que cada vez cueste más comprometerse sea porque ahora se liga por Tinder ni que haya que criminalizar a las aplicaciones. Yo he conocido a gente estupenda en una 'app' y me han hecho 'ghosting' en la vida real (desaparecer y no volver a escribirle a alguien con el que has hablado o quedado)", cuenta Paula, que tiene 45 años y lleva unos diez utilizando de manera intermitente estas herramientas. En algunos casos, dice, le han permitido conectar con personas con las que mantuvo una relación sólida.
La psicóloga Silvia Congost, especializada en relaciones de pareja, coincide con su opinión: "Si tú buscas una pareja estable y crear vínculos sólidos, en realidad no importa en qué aplicación, bar o reunión de amigos conozcas a esa persona que deseas encontrar. La procedencia es indiferente y todas son igual de válidas (..) En las aplicaciones hay muchas personas que no buscan relaciones estables o que solo buscan sexo, pero también están en las cafeterías, restaurantes, conciertos y grupos de trabajo".
Sin embargo, lo que sí detecta Paula es que, por la "facilidad de disponer de muchos perfiles" en estas aplicaciones, a menudo "la gente no se para" a conocer a alguien: "Cuesta más detenerte porque siempre hay muchos más, y no lo digo por mí, que intento que no me entre más ruido cuando hablo con alguien (...) También hay algo que tiene que ver con la rapidez que pedimos en todo momento. Entras diez minutos y te vas, y hasta tú misma te saturas a veces de ver fotos y de ver el catálogo. Pasa como cuando vas de compras, unas veces me he comprado 18 cosas y otras dices 'no entro en una tienda más'".
Andrea, que tiene 28 años, está de acuerdo en eso último, pero se muestra más tajante que Paula: "(las aplicaciones) sí favorecen mucho esa mercantilización de las relaciones sociales y de pareja, obviamente (...) Estás hablando a lo mejor con seis personas a la vez y al final no te acuerdas de ninguna. Es todo tan superficial... Y, si no te contesta alguien, pues dices 'tengo 500 más con los que hablar'. A mí me echa eso mucho para atrás", asegura la joven, que ha usado dos plataformas para ligar pero duda de que alguna vez vuelva a ellas.
“Es muy fácil desvincularse emocionalmente (Camilo, 22 años)“
"Yo, la primera vez que quedé con alguien de Tinder, estaba como muy emocionado y me enganché muy rápido de una persona que apenas conocía de nada. Después sufrí un poco de refuerzo intermitente de esta persona. De repente me hablaba y de repente se iba y después volvía (...) Es muy fácil desvincularse emocionalmente de una persona que solo conoces por una foto o con la que has quedado poco. Yo creo que esa es la parte mala de esto, que es todo como muy frágil y muy volátil", cuenta Camilo, de 22 años.
Este joven admite que sufrió bastante con aquella experiencia, pero deja claro que sí es posible conocer a personas interesantes en este tipo de aplicaciones y que no todos los usuarios buscan "solo sexo", como él mismo creía que pasaba. De hecho, cuenta que conserva algunas amistades de su paso por Tinder y que ha iniciado recientemente una relación formal con un chico al que conoció en esa misma plataforma. Ambos encontraron el amor, dice, sin buscarlo.
“A veces me pareció que merecia la pena, pero luego la otra persona desaparecía (Claudia, 40 años)“
Algo parecido les pasó a Carla y Luis, de 45 y 47 años. Los dos tenían ciertas reticencias con estas aplicaciones, pero, tras sus anteriores matrimonios "fallidos" decidieron entrar en Tinder a "picotear". Lo que no esperaban es que se acabarían enamorando y que ese sería el comienzo de una relación larga y estable: "Surgió el amor y, hasta hoy, con boda e hijo", cuenta Carla, que es consciente de que su "final feliz" tras usar estas apps "no es lo más habitual", pero asegura que los mayores palos de su vida sentimental —"y muy gordos"— se los llevó con relaciones anteriores, que habían nacido "al modo tradicional".
Su experiencia contrasta con la de Claudia (40 años), a quien la búsqueda de una relación sólida en estas redes le ha resultado "totalmente frustrante" en la mayoría de casos: "Muy pocas veces he encontrado a alguien con la que me parezca que ha merecido la pena el tiempo invertido o a veces sí me pareció que merecia la pena, pero luego la otra persona desaparecía", dice.
Ella reconoce que también algunas veces ha "desaparecido", pero nunca habla con varias personas a la vez cuando empieza a quedar con alguien, cosa que no siempre le ha ocurrido por la otra parte, dice: "La gente tiene tantas oportunidades de seguir conociendo y seguir buscando que no siempre son capaces de evitar la tentación. Como todo se descubre, te llevas un chasco porque creias que la relación era equilibrada y paralela, y resulta que no", cuenta Claudia.
La nueva "utopía individualista" y el "reto sociológico"
Sobre estas experiencias que son comunes en el día a día de los usuarios de aplicaciones de citas, Herrera apunta: "Ya no nos encontramos: elegimos y nos eligen como un objeto de consumo, y cuando nos juntamos, apenas nos damos tiempo para conocernos. Nos descartamos inmediatamente, o nos lanzamos con pasión a vivir el romance que nos habían prometido: el paraíso no es nunca como nos esperábamos, y el choque con la realidad es brutal. Nos genera mucho sufrimiento creer que el amor de pareja es la salvación y la solución a todos nuestros problemas, es una nueva utopía individualista que nos lleva a relacionarnos desde la necesidad y el egoísmo".
“Al haber más opciones aguantamos menos y da menos corte hacer el 'unmatch' (Lucas, 40 años)“
Esto que sostiene la profesora parece tener mucha conexión con lo que cuenta Lucas, de 40 años. Él no ha llegado a establecer nunca ningún vínculo fuerte a través de estas aplicaciones y, además, reconoce que la propia dinámica le provoca cierto rechazo porque idealiza mucho en un primer momento y acaba citándose con una persona "diferente" a la que había en su cabeza: "Yo sí creo que contribuyen a forjar relaciones menos sólidas porque en nuestra mente esperamos algo que queremos encontrar dentro de ese catálogo. En la vida real no pasa eso (...) También veo que al haber más opciones aguantamos menos y da menos corte hacer el 'unmatch' y dejar de hablar con esa persona".
Como anécdota, Lucas, que vive en una ciudad pequeña, cuenta que su hermano y él llegaron a quedar, sin saberlo, con la misma chica vía Tinder.
Aunque Roche le ve claros "defectos" al amor confluente, él subraya en varias ocasiones que también tiene valores muy positivos como el hecho de que tenga más peso la autonomía personal, que la relación sea más "paritaria" o que se "pacten" las decisiones: "Creo que es un tipo de amor más democrático", dice, en oposición al amor romántico, que es "más patriarcal" y "autoritario". En cualquier caso, este sociólogo señala que la sociedad necesita encontrar maneras de amar propias del tiempo actual y cree que esto lleva a un gran "reto sociológico".
"El amor confluente debería ayudar a que los dos individuos, las personas que están enamoradas, se construyan a sí mismas dentro de su autonomía, pero al mismo tiempo conservando un ligamento y, en caso de que esta forma de amar dé hijos o hijas, estos construyan su vida de manera autónoma (...) Se trata de que la sociedad del futuro esté formada por individuos que se conviertan en ciudadanos, en personas con derechos y obligaciones individuales, pero con compromiso social, que haya una búsqueda de lo común. Es un gran debate, en el que están inmersas las propias formas familiares", agrega Roche.
“Nuestros vínculos humanos son nuestra única tabla de salvación“
Núñez ve necesario reflexionar sobre lo que se considera el "valor supremo" de la sociedad actual, que es la libertad y la autonomía individual: "La modernidad lo que nos ha dicho es que somos amos y dueños de nuestra vida (...) Evidentemente esto ha traído cosas buenas; no estás obligado a aguantar determinadas situaciones de tiranía, pero entre un extremo y otro debe haber un intermedio. Parece que en las relaciones personales, en nombre de la libertad, se puede hacer cualquier cosa sin que haya reglas morales ni reflexiones éticas", señala el filósofo, que ve conveniente marcar "límites" porque, de no ser así, las relaciones serán "como un mercado" y "en el mercado todo vale".
Herrera apela en su análisis a la necesidad de una "revolución amorosa" que transforme la sociedad y concluye así: "Las relaciones se hacen y se deshacen tan rápidamente porque no se construyen desde la ética del amor, y la única manera de poder disfrutar de ellas, creo yo, es poner en el centro de todo los cuidados. Aprender a cuidarnos a nosotros mismos y a nosotras mismas, aprender a cuidar las relaciones que tenemos con los demás es urgente: nuestros vínculos humanos son nuestra única tabla de salvación".